La intervención de Amado Boudou en el rescate de la imprenta Ciccone ha recibido fuertes cuestionamientos y desde que se instalaron las sospechas en su contra, ningún ministro ni legislador habló a su favor.
El diario Clarín publicó pruebas de que en 2010 Amado Boudou, entonces ministro de Economía, intervino en el rescate de la imprenta Ciccone, dirigida por Alejando Vandenbroele, señalado como su testaferro y que hizo negocios con un íntimo amigo suyo.
El documento prueba que el ministro pidió a la agencia fiscalizadora dar “continuidad” a la planta.
Poco tiempo después Boudou intentó imprimir ahí billetes por US$ 50 millones, cuando en realidad solo se puede hacer en la Casa de la Moneda .
Este jueves se hicieron públicas unas declaraciones suyas en un canal de televisión, en las que justificó el rescate de esa empresa, al alegar que “es política del gobierno preservar el empleo”.
Sin aliados. Lo llamativo es que desde que se instalaron las sospechas en su contra solo lo defendió una vez Aníbal Fernández, el ex jefe de gabinete.
Ningún ministro habló a favor de su jefe, ningún legislador, ni siquiera la presidenta que lo eligió para que lo acompañara en la fórmula.
Según el analista argentino Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, “el silencio de la presidenta y de todo el gabinete es una señal política de que el vice no cuenta con apoyos importantes hoy en la Casa Rosada”.
En diálogo con El Observador, Fraga precisó que también se enfrió la relación de Boudou con otros personajes influyentes, como el sindicalista Hugo Moyano o la titular de las Madres de la Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini.
Para el director de la consultora Poliarquía, Alejandro Catterberg, la soledad del vicepresidente se explica porque su inclusión en los primeros planos del gobierno kirchnerista “responde esencialmente a una decisión personal de Cristina Kirchner, basada en su confianza personal, y no a su militancia o experiencia previa”.
Haber militado en la década de 1990 en la Ucedé de Álvaro Alzogaray y su ingreso tardío al peronismo hacen que Boudou no cuente hoy con la red de apoyos que un político suele construir en años de militancia, agregó Catterberg a El Observador.
A eso se suman las sospechas del oficialismo de que Boudou de verdad esté sucio con el caso de la imprenta. “En el kirchnerismo existen dudas acerca de hasta dónde pueden llegar las ramificaciones del escándalo, que incluye sospechas de corrupción y tráfico de influencias”, precisó el director de Poliarquía.
Cristina tampoco habla. El asunto es que, además de reunir escaso apoyo adentro del oficialismo, por estos momentos Boudou tampoco logra una buena defensa por parte de quien lo llevó directo al cargo.
Según Catterberg, “la relación de Kirchner con su vicepresidente no atraviesa un buen momento debido a que Boudou es objetado por La Cámpora y otros sectores de gran influencia en el gobierno. Si bien dichas objeciones existen desde antes de la elección, cobran relevancia e intensidad a medida que se descubren inconsistencias e irregularidades en la administración de sus funciones”.
En efecto, el sector liderado por el hijo de la presidenta, Máximo Kirchner, está creciendo en la interna peronista de la misma manera en que envía mensajes contra el antiguo protegido de la mandataria, que ya fue dejado de lado sin sutilezas cuando la mandataria viajó al exterior: Boudou no firmó ningún decreto y tampoco usó su despacho en la Casa Rosada “porque había obras de refacción”.
Panorama. La soledad de los vicepresidentes argentinos parece ya un tema recurrente. Aunque el caso más emblemático puede ser el de Julio Cobos, también quedaron en “off side” los vices de Ricardo Alfonsín (Víctor Martínez) o de Fernando de la Rúa (Carlos Chacho Álvarez).
Carlos Menem optó por no tener un segundo en gran parte de su primer mandato cuando impulsó la renuncia de Eduardo Duhalde, y también Néstor Kirchner tuvo sus choques con Daniel Scioli, recordó Fraga.
Para Catterberg, “cuesta imaginar que el gobierno abandone a su suerte a su segunda figura a pocos meses de asumido”. Pero en el caso de que el oficialismo pierda el consenso, entonces sí podría estallar una crisis mayor y Boudou quedaría realmente solo. “Podría ocurrir que pierda toda su influencia sobre el proceso de toma de decisiones y quede como una figura con funciones puramente protocolares”, advirtió.