El exsecretario de Hacienda José Antonio Meade enfrentará un delicado acto de equilibrio para persuadir a los votantes indecisos de que erradicará la corrupción enquistada, sin menoscabar el apoyo de bases del PRI que necesita para ganar.
Ciudad de México. Inmerso en denuncias por corrupción, el gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México ha optado por lanzar un candidato externo para las elecciones presidenciales de julio de 2018, en un intento por limpiar su imagen y retener el poder.
El exsecretario de Hacienda José Antonio Meade enfrentará un delicado acto de equilibrio para persuadir a los votantes indecisos de que erradicará la corrupción enquistada, sin menoscabar el apoyo de bases del PRI que necesita para ganar.
La única certeza, por ahora, es que será un trabajo difícil.
La incómoda simbiosis limitará la capacidad de Meade para superar el enojo popular por las acusaciones de enriquecimiento ilícito, fraude y compra de votos del golpeado partido del presidente Enrique Peña Nieto, tal como esperan los líderes del PRI.
Dependiendo de la maquinaria del PRI para captar votos, Meade debe ponerse la camiseta del partido mientras su campaña toma distancia de los fracasos del gobierno saliente.
“Está entre la espada y la pared”, dijo Andrés Rozental, un exsubsecretario de Relaciones Exteriores de México.
El PRI elegirá formalmente a su candidato el 18 de febrero. Sin alternativas y empañado por los escándalos, el partido de centroderecha tuvo que alinearse tras Meade, quien ocupó cargos en dos gobiernos rivales al PRI antes de anunciar su intención de competir por la presidencia.
El ahora precandidato, un tecnócrata mesurado con un agudo dominio de la economía, lanzó su campaña para la candidatura con un sombrero de paja adornado con serpentinas rojas y verdes en el empobrecido estado de Chiapas a mediados de diciembre.
En ese evento reconoció a Peña Nieto y abogó por “un México con seguridad y justicia”, pero no detalló sus políticas ni se refirió directamente a la corrupción del partido que ahora representa. Como Peña, Meade insiste en que la corrupción debe ser atacada fortaleciendo las instituciones públicas.
En bastiones del PRI, que poco a poco ha visitado, ha enmarcado su visión en términos generales, lo que provocó expresiones de consternación por parte de algunos de sus partidarios.
“Es una campaña típica del PRI”, dijo un político que apoya a Meade, moviendo la cabeza en señal de desaprobación y solicitando el anonimato.
Las encuestas muestran que Meade aún tiene mucho trabajo por hacer.
Un reciente sondeo de la firma Parametría lo ubicó 11 puntos porcentuales por detrás del candidato izquierdista Andrés Manuel López Obrador, un exalcalde de Ciudad de México que ha pasado años criticando la corrupción y la desigualdad y que por tercera ocasión se postulará a la presidencia.
Otra encuesta, de Mitofsky, mostró este mes que el 57.4 por ciento de los votantes rechazan al PRI, casi siete puntos más que en octubre y 17 unidades más que cualquier otro partido.
Para esta misma fecha, en la campaña anterior, el PRI tenía una ventaja de alrededor de 17 puntos y sólo uno de cada cinco votantes rechazaba al partido, según datos de Mitofsky.
Funcionario público durante casi siete años consecutivos, Meade se ha promovido con una imagen de irreprochablemente honesto y el par de manos más seguro para la economía, describiendo a López Obrador y su rival conservador, Ricardo Anaya, como riesgosas apuestas para la estabilidad del país.
Sin embargo, su período en el gobierno ha dejado al economista de 48 años un legado difícil de defender como la violencia de bandas criminales, que ha empeorado en los últimos años y dejó un récord de asesinatos en el 2017.
Por otra parte, la economía está creciendo apenas un 2 por ciento anual, menos de la mitad de la tasa que el Gobierno estimó inicialmente; la inflación está cerca de máximos en 16 años y el peso se ha depreciado más de un 34 por ciento frente al dólar durante el mandato de Peña Nieto, que asumió en 2012.
Un estudio realizado por Pew Research Center en septiembre identificó al crimen y la corrupción como las principales preocupaciones de los mexicanos.
Como portaestandarte de un gobierno impopular, la responsabilidad recae en Meade para presentar soluciones más convincentes a esos problemas que sus rivales, dijo un funcionario de alto rango que lo respalda.
“Era uno de los errores más grandes de este gobierno que desconocía el daño que podía hacer la corrupción a su reputación”, dijo el funcionario, que también habló bajo condición de anonimato.
El empleado público dijo que creía que las políticas de Meade podrían aclararse una vez que sea formalmente investido como candidato. Los responsables de la campaña de Meade no respondieron a las solicitudes de comentarios de Reuters.
Otro funcionario del Gobierno que sigue de cerca la campaña dijo que, aunque Meade podía reconocer fallas en el PRI, no se podía esperar que ataque al partido. “El voto duro del PRI no está garantizado”, agregó el funcionario.
Con algunos gobernadores y legisladores del PRI y Peña Nieto enfrentando acusaciones de corrupción, podría ser “suicida” que Meade impulse una línea dura contra la corrupción, dijo Juan Pardinas, director general del Instituto Mexicano para la Competitividad, un grupo de expertos.
“¿Cómo podría (tomar) una postura firme contra la corrupción, siendo el candidato del PRI?”, se preguntó Pardinas. “Es como (tomar) una postura firme contra el racismo en un mitin del Ku Klux Klan”.