Los expertos señalan que los problemas económicos que tan duramente están castigando a la población venezolana no son nuevos. Son los mismos desequilibrios que ya existían cuando Hugo Chávez falleció a principios de marzo de 2013, pero que ahora se han agudizado.
Universia Knowledge Wharton. Venezuela vive un reguero de manifestaciones sociales desde el pasado 12 de febrero que han dejado cerca de una treintena de fallecidos, cientos de heridos y detenidos, así como numerosas imágenes del caos y la división existente, en lo que ya está siendo calificado como la mayor ola de protestas de la última década en el país. En la retina de todos los que están siguiendo los acontecimientos quedará grabada la detención de Leopoldo López, uno de los principales líderes de la oposición, en medio una multitudinaria concentración, o el traslado en moto de la reina de la belleza Génesis Carmona, herida por un disparo en la cabeza durante las protestas, a un hospital donde poco más tarde fallecería.
Como ya viene siendo habitual en las revueltas sociales que están salpicando el globo en los últimos tiempos, los primeros en salir a la calle fueron los estudiantes. Más tarde se les unieron otros sectores de la sociedad insatisfechos fundamentalmente con los altísimos niveles de delincuencia, la inflación galopante que supera el 55% y el desabastecimiento crónico de bienes básicos. Según cifras del Banco Central, prácticamente un 30% de los productos no pueden ser adquiridos o sustituidos en los comercios del país. Los expertos señalan que los problemas económicos que tan duramente están castigando a la población venezolana, hasta el punto de lanzarla a la calle, no son nuevos. Son los mismos desequilibrios que ya existían cuando Hugo Chávez falleció víctima de un cáncer a principios de marzo de 2013, pero que ahora se han agudizado.
Jaime Sabal, profesor de Departamento de Control y Dirección Financiera de ESADE, asegura que “Venezuela está mucho peor que hace un año. Y sigue empeorando. Hasta los sectores más pobres que se han estado beneficiando con múltiples subsidios y dádivas a lo largo de todos estos años, ya empiezan a verse afectados por la escasez y otras dificultades económicas”. Sabal se refiere al camino recurrido durante los 14 años de Gobierno de Hugo Chávez para llevar a Venezuela hacia el socialismo del siglo XXI y que, según Juan Carlos Martínez Lázaro, profesor de Economía de IE Business School, fueron muy positivos “en cuanto a proyectos sociales e inclusión social se refiere, aunque fue un éxito mal conseguido”. Martínez Lázaro explica que durante esos años se siguió una política económica “basada en las subvenciones para crear un clientelismo social importante que ha llevado al país a la auténtica ruina”.
Por tanto, Nicolás Maduro, actual presidente del país, que asumió el poder tras lograr una apretada victoria en las elecciones celebradas poco después de que el propio Chávez lo nombrara su sucesor, no ha hecho sino heredar unos desequilibrios que se han acentuado y crecido “como una bola de nieve”, dice el profesor del IE. Y asegura que la situación del país, con Chávez o sin él, “habría empeorado inexorablemente”, en clara referencia a la falta de carisma y habilidad política que la mayoría de analistas achacan a Maduro.
Lo cierto es que el actual presidente se ha visto prácticamente con las manos atadas durante el año que lleva en el poder. Primero, porque durante los primeros meses de mandato tuvo que centrarse en despejar las dudas sobre su apretada victoria electoral, lo que aplazó la toma de decisiones de índole económico por un tiempo; y segundo, por haber heredado las consecuencias del modelo económico anterior “al que no puede culpar de la gravedad de la situación que tiene hoy la economía”, dijo el economista Asdrúbal Oliveros a la agencia de noticias Efe.
El mal holandés de Venezuela
Maduro ha preferido no entonar el mea culpa y se ha decantado por buscar responsables externos a los problemas del país: los empresarios, la oposición, el fascismo o el imperialismo norteamericano, por citar algunos. Sin embargo, para Sabal, los actuales males de la economía venezolana son producto de una gestión irresponsable a lo largo del régimen chavista, periodo que incluye el actual Gobierno de Maduro. Entre los principales desaciertos, el profesor destaca: “una deuda pública creciente y que ya es demasiado elevada; un gasto público excesivo que ha venido siendo financiado con la creación de masa monetaria, lo que se ha traducido en las actuales cifras de inflación, además de un riesgo de hiperinflación elevado; así como controles de cambio y de precios a niveles irreales que han asfixiado a la actividad privada”.
A esto Sabal suma la estatización de la mayor parte de la economía. Durante el Gobierno de Chávez numerosas empresas y tierras agrícolas fueron expropiadas, el problema es que ahora “su productividad ha declinado dramáticamente porque son gestionadas con criterios políticos”, dice. Y para ilustrarlo cita las empresas de Guayana (industria pesada-hierro, acero, aluminio) “cuya producción se ha venido a pique, y sobre todo la empresa petrolera [PDVSA] cuya producción igualmente ha venido reduciéndose, ha sido fuertemente endeudada y tiene serios problemas de liquidez”.
Por otro lado, el profesor de ESADE denuncia la fuerte persecución a que se ha sometido a las empresas privadas. Tanto es así, que en un intento de controlar la inflación, Maduro llegó a ordenar por decreto que se bajaran los precios de los productos en los comercios de electrodomésticos a los que acusaba de vender, en algunos casos, con márgenes de ganancias del 1.000%. Esta persecución habría llevado, según su opinión, “al retiro gradual de muchas empresas bien porque han decidido cerrar o porque se han trasladado a otros países (muchas de ellas multinacionales). El resultado ha sido una dependencia casi total de las importaciones para mantener al país abastecido”.
Tan solo así se explica que uno de los principales productores de petróleo del mundo se encuentre en una situación tan precaria. “La riqueza hay que saber gestionarla bien. [Venezuela] Es el mal holandés en su máxima expresión”, dice Martínez Lázaro, quién describe cómo en los últimos años se ha vivido de la renta petrolera para financiar programas de salud, vivienda y educación, “pero la producción nacional ha sido totalmente desincentivada”. Por otro lado, el profesor destaca que, al final, el petróleo se ha utilizado para conseguir apoyos políticos en muchos países de la región, [por ejemplo, a través del programa intercambio de petróleo por alimentos], lo que ha sido un lastre brutal para la economía que se está pagando hoy en día”.
Entre los apoyos políticos más destacados está China. En la actualidad, Venezuela provee de más de 500.000 barriles diarios de petróleo al país asiático a cambio de financiamiento externo, que se materializará este mismo mes con la entrega de un nuevo tramo de financiación por US$5.000 millones a cargo del Fondo Conjunto Chino Venezolano. Sabal destaca, sin embargo, que la venta de petróleo a futuro a China supone, “un endeudamiento adicional para el país, puesto que una parte importante de la producción se debe enviar al país asiático para el pago del dinero adelantado, sin contraprestación alguna en efectivo”.
¿Democracia en riesgo?
En cualquier caso, la resolución de la crisis no puede venir del lado del petróleo puesto que existe prácticamente unanimidad entre los analistas de que los precios no van a subir en el corto plazo. Por otro lado, la situación económica está tan deteriorada que los expertos consultados no vislumbran una luz al final del túnel. En opinión de Martínez Lázaro, “sería necesario acometer un fuerte plan de estabilización, pero no va a ser fácil porque la actual administración no ha mostrado la más mínima intención de dar señales de cambio, todo lo contrario. Yo preveo un agudizamiento de los desequilibrios que, en algún momento, llevarán a un estallido económico. La economía va camino del abismo”.
Sabal es de la misma opinión, “a día de hoy ya no queda margen de maniobra y el Gobierno se encuentra ante la disyuntiva de profundizar los cambios hacia una economía al estilo comunista, lo que significa racionamiento, estatización de lo que queda de la actividad privada etc., o un programa de cambios bajo los auspicios del FMI”. Y se reafirma en sus convicciones al asegurar “que la reconducción del país hacia una economía moderna, al estilo de las democracias occidentales, está descartada mientras los actuales dirigentes se mantengan en el poder, simplemente por razones ideológicas”.
Efectivamente, por el lado de la política, la solución parece cada vez más complicada. Mariana Rodríguez y Jonathan Hiskey, autores de una nota de análisis de LAPOP, una institución académica de Vanderbilt University, en Nashville, que lleva a cabo encuestas de opinión pública en las Américas, plantean si estos niveles de malestar político eran previsibles tras la muerte de Chávez y la elección de Maduro, e indican que dada la ausencia de un liderazgo carismático como el de Chávez, y bajo el peso de los problemas sociales y económicos actuales, era previsible una inestabilidad política como la actual. Esto se debe, a grandes rasgos, a que el pobre desempeño del Gobierno de Maduro ha disminuido los altos niveles de apoyo al sistema obtenido por Chávez, y “ha roto la válvula de presión que controlaba las condiciones hostiles/tolerantes entre chavistas y opositores”. De manera que la cultura política dominante en el país podría haber pasado de la categoría de “estabilidad autoritaria en 2012 a democracia en riesgo a principios de 2014”.
Desde la llegada de Maduro, indica Sabal, “se ha creado una fuerte división en el país por la negativa a aceptar la importancia de la oposición (aproximadamente el 50% de la población según las últimas elecciones) así como la descalificación de todo aquel que no esté de acuerdo con el régimen. Todo esto alentado por un lenguaje de odio por parte de las autoridades”. De ahí que él vislumbre una salida totalitaria, al estilo del comunismo cubano, o, “aún peor, la conversión de Venezuela en un estado fallido. Solo si hubiese un cambio de régimen podría pensarse en una salida diferente. El problema es que los actuales dirigentes parecen decididos a mantenerse en el poder a cualquier precio”.
Y por si fuera poco, a la crisis económica y conflicto social se suma una crisis de inseguridad, lo que supone que Venezuela haya registrado una de las tasas de homicidio más altas del mundo en el año 2013 con más de 24.000 homicidios, o unos 79 homicidios por cada 100.000 habitantes, según la nota de LAPOP. Martínez Lázaro señala en este aspecto que “no es de recibo que haya una tasa de violencia como la actual y esté prohibido hablar de ello por parte del oficialismo. Es, por otro lado, una realidad que está ahí y nadie es capaz de solucionar”.
“Se trata de una tragedia que nadie sabe cómo va a terminar”, señala Sabal en tono pesimista. Lamentablemente, concluye, “es muy factible que haya cada vez más violencia más muerte y más represión”.