Si en las elecciones se confirman los pronósticos de los sondeos, Luiz Inácio Lula da Silva será sucedido por Dilma Rousseff, que comparte muchas de sus visiones sobre el rol de Brasil en el mundo, pero que muchos esperan se concentre más en política interna.
Brasilia. Brasil probablemente aminorará su desenvuelta política exterior tras el fin del mandato del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, aumentando la posibilidad de una relación más cordial con Estados Unidos, pero con lentos avances en acuerdos comerciales.
El carismático ex líder sindical -a quien el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, llegó a llamar "mi amigo" antes de que las relaciones con Washington se enfriaran debido a desacuerdos por el programa nuclear iraní- ha impulsado el perfil diplomático de Brasil en temas globales, desde medioambiente hasta comercio.
Si en las elecciones del 3 de octubre se verifican los pronósticos de los sondeos de intención de voto, Lula será sucedido por su candidata elegida, Dilma Rousseff, que comparte muchas de sus visiones sobre el rol de Brasil en el mundo, pero que muchos esperan se concentre más en política interna.
"Perderemos al principal portavoz de nuestra política exterior. Hace algunos años, el personaje más conocido en Brasil era Pelé; hoy es Lula", dijo a Reuters el mes pasado el asesor del mandatario brasileño en política exterior, Marco Aurelio Garcia.
Bajo el Gobierno de Lula, Brasil se ha perfilado como una fuerza para la integración latinoamericana, un líder del mundo en desarrollo en comercio y medioambiente, y ha construido posturas conjuntas con los gigantes emergentes Rusia, China e India.
Lula medió disputas entre Colombia y Venezuela, encabezó esfuerzos de paz en Haití y ocupó un rol central en la crisis política en Honduras el año pasado.
Impulsado por la crisis financiera global que dejó de rodillas a los poderes económicos tradicionales, Lula se ha visto cada vez más dispuesto a criticar y oponerse a Estados Unidos y Europa.
Sus esfuerzos de mediación por el programa nuclear iraní, que incluyó dos reuniones con el presidente de la república islámica, Mahmoud Ahmadinejad, y el rechazo por parte de Brasil de sanciones de la ONU contra Teherán, fueron criticados por organizaciones de derechos humanos y enfadaron a Washington.
"No la veo (a Rousseff) tomando un camino tan controvertido, ella no tiene la biografía única de Lula ni su alto perfil", dijo José Botafogo Goncalves, director de Cebri, un grupo de análisis de política exterior con sede en Río de Janeiro.
"Creo que será mejor para Brasil. El episodio iraní fue un fracaso. Estábamos totalmente aislados en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas", sostuvo.
Continuidad, perfil más bajo. Rousseff, una administradora pública de carrera, promete una continuidad general, pero ha dado pocos detalles sobre su política exterior.
"Continuaremos con la política exterior del presidente Lula, que combina una diversificación de nuestros socios mientras que (mantiene) a nuestros aliados tradicionales. Uno no excluye al otro", dijo recientemente la candidata oficialista.
Al parecer, Rousseff va a continuar con la criticada política de desestimar amenazas a la democracia y a los derechos humanos en países como Venezuela, Cuba e Irán.
Pero podría haber una marcada diferencia en estilo ante la diplomacia presidencial de alto perfil de Lula, en la medida en que Rousseff se concentra en áreas internas que son más cercanas a su experiencia.
"Dominará la agenda doméstica. Al menos en el primer año, se concentrará en temas económicos y sociales", dijo Rubens Barbosa, ex embajador brasileño en Washington.
"Ella tampoco tiene su afán de protagonismo", agregó.
Su principal rival electoral, el opositor José Serra, ofrece un camino radicalmente diferente en política exterior, pero ha sido superado ampliamente en los sondeos y parece que sufrirá una derrota en primera ronda en unas elecciones en las que se ha dado poca atención a la política exterior.
También está previsto que Rousseff mantenga la política comercial de Lula, que buscó un frente común de países en desarrollo en negociaciones globales, pero no avanzó mucho en la apertura de mercados con acuerdos bilaterales sustanciales.
Es improbable que Rousseff, que se inclina por un gobierno grande y compañías estatales fuertes en sectores clave, abra la pujante economía local a una mayor participación extranjera.
"Podrías ver más crédito y recortes impositivos para exportadores, pero no la veo impulsando ambiciosos acuerdos comerciales", dijo André Nassar, director del grupo de análisis Icone, con sede en Sao Paulo.
"No quieren discutir temas clave que interesan a Occidente, como propiedad intelectual o compras del Gobierno. Si vemos más acuerdos comerciales, van a ser como aquellos bajo Lula: de naturaleza más política que comercial", sostuvo Nassar.