Las manifestaciones son las últimas dentro de una ola de movilizaciones contra el Gobierno que perdieron impulso a fines del año pasado, pero que podrían recuperar fuerza a medida que una masiva investigación por corrupción se acerca al círculo íntimo de Rousseff.
Brasilia. Miles de personas abarrotaron el domingo las calles de las principales ciudades de Brasil para pedir la renuncia de la presidenta, Dilma Rousseff, en medio de la peor crisis política y económica en una generación.
Las manifestaciones son las últimas dentro de una ola de movilizaciones contra el Gobierno que perdieron impulso a fines del año pasado, pero que podrían recuperar fuerza a medida que una masiva investigación por corrupción se acerca al círculo íntimo de Rousseff.
La magnitud de las protestas del domingo podría ser decisiva para convencer a un Congreso dividido para que apoye el proceso de juicio político iniciado contra la mandataria de izquierda. Rousseff es culpada por muchos en Brasil del hundimiento de la mayor economía de América Latina en su peor recesión en al menos 25 años.
Los sondeos indican que más de la mitad de los brasileños está a favor del juicio político a Rousseff, reelegida en 2014 por un escaso margen para un segundo mandato de cuatro años.
La tensión era alta antes de las manifestaciones, después de que fiscales estatales de Sao Paulo pidieron el arresto del mentor político y predecesor de Rousseff, Luiz Inácio Lula da Silva, por cargos de lavado de dinero.
Una manifestación en la capital Brasilia fue pacífica, con miles de personas vestidas con la camiseta amarilla de la selección nacional de fútbol y portando pancartas con frases como "Dilma fuera" y "Juicio político ahora".
Los asistentes inflaron un muñeco gigante representando a Lula vestido con el típico traje a rayas de presidiario y encadenado a una bola con la leyenda "Operación Lavado de Autos", el nombre de la investigación de corrupción centrada en la compañía estatal Petrobras.
Aunque no estuvieron disponibles cifras oficiales, las autoridades esperan que las manifestaciones sean tan numerosas como las de marzo de 2015, que reunieron a cerca de un millón de personas.