La doctora Catterina Ferreccio recibió el destacado Premio latinoamericano a la Investigación Científica Universitaria, otorgado por el Banco Santander, debido a su trabajo de más de 20 años sobre "Efectos en salud de la exposición a arsénico en el norte de Chile”. Hoy la multipremiada investigadora sigue su cruzada para lograr que exista un programa que revele el cáncer de forma prematura en la población de Antofagasta.
-Usted comenzó su carrera en el psiquiátrico, ¿cierto?
-Así es, en el que está ubicado en la comuna de Recoleta (Santiago-Chile). Año 75, por ahí. Era ayudante de una eminencia de ese tiempo, el doctor Agustín Téllez, que usaba como vestimenta habitual una capa azul hasta el suelo.
-¿Cómo fue comenzar en ese lugar?
-Fue muy duro, una experiencia muy extrema, casi como de terror. Desde doctores que llegaban en estado alcohólico y una falta de recursos terrible en la institución.
-Locura total.
-Como ejemplo de eso es que en ese hospital habían unas monjas que históricamente cuidaban a los enfermos mentales. Un día las monjas se fueron, pero antes habían adoptado un montón de huérfanos que ya en ese tiempo eran personas de unos 40 años de edad. Al dejar las monjas el establecimiento, los huérfanos se quedaron dentro del psiquiátrico como pacientes, entonces el doctor Tellez me pedía que mi tarea fuera darles el alta médica y reingresarlos una y otra vez. Lo que les permitía seguir quedándose dentro del hospital.
-Como esa película de Milos Forman sobre un psiquiátrico, con el rol protagónico de Jack Nicholson.
-Había una enfermera que lucía y tenía toda su indumentaria de enfermería; que hacia labores propia de su cargo, pero con el tiempo alguien me comentó que ella era una paciente que había estudiado medicina y le había dado una psicosis. El doctor la compensó dejándola como en una especie de terapia: pasar por enfermera.
-¿Cómo llegó a la rama de la investigación científica?
-Mientras trabajaba en Talagante (ciudad al centro-poniente de la Región Metropolitana de Chile), gracias a una capacitación en tuberculosis que hicieron unos doctores que venían de Washington (EE.UU.). Es ahí donde se me abrió la mente a lo que era la epidemiología.
PANDEMIA
-Usted estuvo en la lucha contra una de las epidemias más grande en la historia de Chile y Latinoamérica, contra la tifoidea.
-Sí, fue mi prueba de fuego en el tema de la epidemiología. También fue una consecuencia de las condiciones de la dictadura (1983), que afectaba al país en dicho momento, derivadas de la pobreza, la comida mal preparada y el mal tratamiento del agua potable. Apareció también la hepatitis y algo también que se llamó "chilenitis".
-¿Qué era eso?
-Persona que llegaba a Chile y tomaba agua, le daba diarrea por una semana.
-¿Cómo se solucionó?
-La Organización Mundial de la Salud (OMS) envío a un especialista, el doctor Mike Lewin, de la Universidad de Maryland (EE.UU.), quien nos convocó a trabajar en la solución del tema infeccioso.
-¿Cuál fue la razón de esa pandemia?
-Fue que todos los alcantarillados de Santiago, en esa época, daban a la zona de producción agrícola que abastecía de productos a la misma ciudad. Todos estábamos comiendo caca. Quizás fue lo más democrático que pasó en la dictadura, pues les dio diarrea a pobres y ricos por igual.
CÁNCER DEL AGUA
-¿Cómo llegó a interesarse por el tema del cáncer por contaminación de arsénico?
-Había una discusión, años atrás, en el Ministerio de Salud, para dilucidar si las personas con cáncer, en el norte, y que estaban expuestas al arsénico, producían dicha enfermedad vía transmisión por aire o agua.
-¿Qué teoría tenían en el Ministerio?
-Que era por aire. De hecho, mostraban un gráfico con la producción de la mina de Chuquicamata (región de Antofagasta) y a la par el aumento del cáncer de pulmón que, según ellos, tenían directa relación.
-¿Qué arrojó su estudio?
-Vi que el tema era mucho más complejo. Cuando comienza la producción de Chuquicamata, esta usaba el agua de un río que correspondía al mismo caudal que alimentaba a la ciudad de Antofagasta. Esta era agua que contenía arsénico, pero en muy baja cantidad. Esa agua se la empezó a llevar la minera dejando a la ciudad de Antofagasta con sequías o cortes de suministro.
-No fue muy buena idea por parte de la minera.
-Para nada. La población hizo protestas y el gobierno comenzó a direccionar agua de otro río, el Toconce, con el fin de abastecer en un 100% a la ciudad de Antofagasta. El tema es que las aguas de ese caudal tenían 870 microgramos de arsénico, unas nueve veces más de lo que consumía la población antes.
-¿Y la norma qué dice sobre el consumo de arsénico?
-Cuando yo comencé a trabajar en este estudio, la norma internacional decía que eran 50 microgramos lo recomendado, y se estaban consumiendo casi 9 veces más de eso. Eso provocó un gran daño en la salud de Antofagasta, niños con mortalidad infantil, altos casos de infarto al miocardio en jóvenes y una serie de enfermedades mortales como el cáncer.
-¿Que hizo el gobierno? ¿Hubo medidas para paliar esto?
-El gobierno recién en los años 70 puso una planta para procesar el agua. El consumo de grados altísimos de arsénico tuvo su peak entre los años 1958 y 1970; tienes a una población que recibió por completo los efectos nefastos de esa exposición. Consideremos que una persona toma dos litros de agua diarios.
-Desde el punto de vista medioambiental y tras su estudio, ¿se han tomado las medidas?
-Sí, ya que prematuramente se bajó la norma de 50 a 10 microgramos de arsénico en el agua y es lo que recomienda la OMS.
-¿Y en lo político?
-Ahí falta una especie de compensación o un plan de salud de forma urgente para todas las personas vivas que nacieron entre los años 58 y 70, y que estuvieron expuestas a altos niveles de arsénico.
-Es lógico que después de lo que probó su estudio exista un programa preventivo contra el cáncer.
-Sí, pero no existe. Yo también he tratado de provocar que se armen programas de ese tipo.
-¿Y cómo le ha ido?
-No he tenido mucho éxito. Me fui reuniendo con todos los sectores políticos de la zona para ver si se podía hacer una ley y poder realizar "screening" preventivos para detectar el cáncer de forma más prematura.
-¿Se reunió con Alejandro Guillier, senador por la zona y actual candidato presidencial?
-Sí, claro, antes de que fuera candidato presidencial.
-¿Y qué pasó?
-Me dijo que me iba a llamar y nunca lo hizo. Ninguno de los políticos con los cuales me entrevisté, hasta el día de hoy, me volvió a contactar por el tema. Lamentablemente siempre pasa lo mismo: se avanza en conocimiento, pero avanzar en la acción a veces toma 20 años, y eso puede ser muy tarde para muchas personas.