Hugo Chávez busca en los últimos días de la campaña emular una de las marchas victoriosas del liberador Simón Bolívar, uno de sus mayores referentes, para llegar este jueves a Caracas y hacer el acto final del periplo.
Maracay, Venezuela. Brillando bajo el calcinante sol de los llanos venezolanos aparece la camioneta negra que trae a Hugo Chávez a su primer acto de campaña del día. Se baja rápidamente, saluda a sus colaboradores y en segundos el rostro se le cubre de sudor mientras intenta proteger sus ojos del intenso reflejo.
Poco después, ya completamente mojado por el calor, voltea y entra a un camerino montado debajo de un gigantesco escenario donde permanece unos minutos para refrescarse y volver a salir.
Mantiene un breve contacto con la prensa y sube casi al trote una larga escalera que lo lleva hasta una gigantesca tarima. El locutor anuncia que ha llegado el "huracán bolivariano" y los miles de seguidores gastan sus gargantas con gritos de apoyo.
Luego comienza el show del verborrágico Chávez.
Así comienza cada jornada del tramo final de la campaña, tan solo cinco meses después de ser sometido a su tercera cirugía por un cáncer en la zona abdominal que llevó a millones a temer por su vida.
Este domingo los venezolanos podrían elegirlo para presidir el país por otros seis años y Chávez, tras un lento inicio, está quemando todos sus cartuchos.
"No sé cómo aguanta el presidente, pero yo quedé liquidado", confiesa el canciller Nicolás Maduro en el tercer día del recorrido por el interior del país.
Chávez busca en los últimos días de la campaña emular una de las marchas victoriosas del liberador Simón Bolívar, uno de sus mayores referentes, para llegar el jueves a Caracas y hacer el acto final del periplo.
Si gana la elección tendrá vía libre para cumplir 20 años seguidos al mando del país con las mayores reservas de crudo del mundo.
Un mejor presidente. La multitud delira y Chávez comienza a exponer con su discurso inflamado las razones por las que los venezolanos deben elegirlo al país.
Repite en cada acto las mismas preguntas al público y la muchedumbre responde cada una de ellas. Fustiga a su contendor Henrique Capriles y promete ser "un mejor presidente".
Casi una hora más tarde, termina su acto y abandona el escenario. Toma agua y bebidas energéticas que salen de un bolso negro que tiene escrito su nombre, como una mochila de escolar. De allí también provienen las toallas con las que nuevamente se seca el sudor que inunda su rostro.
Sin descansar se dirige a un camión que tiene una plataforma desde donde saluda a sus seguidores. El vehículo comienza una caravana que transita a paso lento en medio de una multitud.
El militar retirado de 58 años saluda a la gente, reparte besos y choca su puño izquierdo contra su palma derecha para indicar que su revolución socialista vencerá nuevamente.
La multitud le responde con gritos ensordecedores. Entre los miles de carteles con consignas ideológicas sobresalen cientos de pancartas en las que mujeres demuestran su admiración por el candidato, al que le lanzan besos al verlo pasar. "Mi gordo bello, te amo", reza un cartel.
Horas después, todo vuelve a empezar. Chávez llega a la segunda concentración de ese día. La guardia presidencial forcejea con la multitud que rompe las vallas de seguridad y corre para tocar al comandante-presidente.
Chávez toma un poco de agua y se limpia el sudor. Con mucha más energía que varios en su comitiva, salta al escenario donde canta con los músicos la pegajosa melodía de su campaña. Ante el delirio de sus simpatizantes, salta y ensaya pasos de baile.
Una hora más tarde se apagan las luces del escenario. Se refresca nuevamente, toma un sorbo largo de café y agradece el apoyo a sus aliados locales antes de entrar a la camioneta negra, que se pierde por las calles de la ciudad.