La versión chavista del “Padre Nuestro” provocó airadas reacciones en la Iglesia Católica venezolana y representa un nuevo brote del culto al ex presidente Hugo Chávez, que comenzó a gestarse ya antes de su muerte.
El Arzobispado de Caracas alzó su voz contra lo que considera un “pecado de idolatría” y subrayó en una declaración que “los símbolos, oraciones y elementos católicos se deben respetar”. Respeto al “espíritu creador” pidió en cambio el presidente venezolano, Nicolás Maduro, al salir en defensa de un poema presentado al cierre de un taller de formación del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). El “Poema del Delegado”, que se ha hecho conocido como “Chávez nuestro”, parafrasea a la oración cristiana más universal, convirtiéndola en una plegaria dirigida al extinto ex presidente, con ruegos como “no nos dejes caer en la tentación del capitalismo, más líbranos de la maldad de la oligarquía”.
Lo que para Maduro es solo un poema -que comparó con obras de Neruda y otros, dirigidas a próceres-, para otros constituye una falta de respeto, o por lo menos una muestra de mal gusto. También puede ser interpretado como una expresión del culto a la personalidad, fenómeno del que la historia ofrece múltiples ejemplos. “A primera vista puede parecer folclore, o algo con lo que también se quiere provocar al adversario político, pero no subestimaría el efecto a largo plazo, porque se traspasa conscientemente la frontera entre el ámbito religioso y el político, y con ello se abre la puerta a la sacralización de la política y sobre todo de líderes políticos, que conocemos de la historia en contextos muy diferentes, como el nacionalocialismo o el comunismo, con las tremendas consecuencia sabidas”, indica Thomas Großbölting, profesor de historia moderna y contemporánea de la Universidad de Münster (WWU).
La tentación de sacralizar. Incluso regímenes anclados en el ateísmo cayeron en la tentación de valerse de ritos o alusiones del ámbito religioso. Por ejemplo, en la desaparecida República Democrática Alemana (RDA), el entonces secretario general del Partido Socialista Unificado, Walter Ulbricht, proclamó en 1958 los “Diez mandamientos de la moral socialista”, que estuvieron incorporados desde 1963 a 1976 al programa del partido. Lo que podría parecer una contradicción, obedece a una lógica clara. Cuando se habla de los ‘diez mandamientos' se plantea justamente la referencia a los diez mandamientos cristianos, y se le atribuye un cierto carácter sacro, explica Großbölting: “Los Diez Mandamientos no son cualquier regla de comportamiento, sino que son considerados palabra de Dios”.
Pero estos intentos de atribuirse carácter pseudodivino no suelen dan resultado. “Creo que el efecto de semejantes ‘sacralizaciones' puede volcarse rápidamente en lo contrario”, dice el académico, puntualizando que caen en el ridículo y no convencen al grueso de la población, por lo cual más bien perjudican al régimen en cuestión, en vez de favorecerlo.
Fronteras claras. A juicio de Großbölting, quien también tiene estudios de teología, semejantes estrategias tampoco podrían funcionar hoy en día, por lo menos en Europa y en Alemania, porque ya no se cuenta con la base religiosa que les sirve de sustrato. “Muchas personas conocen aún esas referencias religiosas, pero ya no tienen significado para ellas, y por eso, en mi opinión tales sacralizaciones de personas ya no pueden tener tanto efecto como en el siglo XX”, opina.
No obstante, la reacción de la Iglesia católica venezolana resulta comprensible y acertada en opinión del catedrático de Münster: “Me parece correcto que la Iglesia marque la diferencia entre el Dios de los cristianos y las personas que se arrogan en cierta medida esos atributos; creo que la Iglesia hace bien en trazar una frontera muy clara con la política y especialmente con la instrumentalización de la religión”.
Desde ya, el arzobispado de Caracas ha recibido respaldo desde Managua. El cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua, dijo al diario La Prensa que el propio Chávez podría estar temblando en su tumba por la versión chavista del Padre Nuestro, que calificó de una muestra de “fanatismo”. Y agregó: “ojalá que Chávez esté diciendo en el cielo que esto no es así”.