Estos comicios presidenciales serán la decimocuarta vez que los venezolanos pasan por las urnas en 14 años, una vorágine electoral que ha alimentado una frontal división entre los simpatizantes y los detractores de Hugo Chávez.
Caracas/Barquisimeto. El presidente Hugo Chávez y su rival Henrique Capriles cerraron el jueves la campaña de la que podría ser la elección más reñida en tres décadas en Venezuela, arrastrando a cientos de miles de personas a las calles del polarizado país petrolero para seducir a los indecisos, que pueden ser clave en las urnas.
Chávez afronta el domingo su mayor desafío electoral en 14 años cuando su polémica revolución socialista, alimentada con petrodólares y un innegable carisma, se midan al joven aspirante y sus promesas de más seguridad, mejor empleo y menos ideología.
Ambos candidatos han dibujado la elección como la "batalla definitiva" por el destino de la nación sudamericana, que decidirá entre la vía socialista de no retorno que encarna el mandatario o el giro hacia una economía más amigable con el sector privado.
Por primera vez, las encuestas no arrojan un panorama claro antes de la votación. La mayoría de los principales sondeos dan ventaja al "Comandante", pero dos reconocidos estudios dibujan un escenario de empate técnico con oportunidad para el "flaco".
Una torrencial lluvia sobre Caracas no impidió que los seguidores de Chávez, ataviados con camisas rojas y el logo del "corazón venezolano" de la campaña oficialista, inundaran el centro capitalino en respuesta a la marcha de Capriles que abarrotó el mismo lugar el fin de semana.
El presidente, que tras declararse curado de cáncer en julio arreció el paso en los últimos compases de campaña, apareció enfundado en una chaqueta militar bajó el intenso aguacero.
"Nos estamos jugando la vida de Venezuela. En nuestras manos no se va a perder la vida de la patria", clamó el militar retirado de 58 años, en un emotivo mensaje en el que volvió a reconocer errores de su Gobierno, un giro en su discurso con el que sorprendió en el último tramo de la carrera.
Mientras tanto, los simpatizantes de Capriles se congregaron en Barquisimeto, donde el gobernador de 40 años puso fin a un extenuante periplo de más de seis meses a lo largo y ancho del país caribeño para erosionar la base de apoyo de su contendor en los barrios pobres y las áreas rurales.
Vestido con una camisa y una gorra con el tricolor azul, rojo y amarillo de la bandera nacional, Capriles atravesó las abarrotadas avenidas de la ciudad occidental en un auto descapotable haciendo la señal de victoria jaleado por sus entusiasmados simpatizantes.
"Presidente Chávez: desde aquí, en nombre de nuestro pueblo, le doy las gracias por lo que usted haya podido hacer bien. Y por lo malo, la historia se encargará de juzgarlo", sentenció Capriles, quien logró una unidad sin precedentes en la oposición al ganar unas concurridas primarias en febrero.
Sin neutrales. Estos comicios presidenciales serán la decimocuarta vez que los venezolanos pasan por las urnas en 14 años, una vorágine electoral que ha alimentado una frontal división entre quienes ven al líder bolivariano como el defensor de los pobres y quienes lo acusan de ser un autócrata peligroso.
El agrio debate político ha dividido familias, roto amistades y enrarecido el ambiente en muchas empresas y organismos públicos, en un país cuyo principal tema de conversación desde 1998 es "Chávez" y donde permanecer neutral se ha tornado casi imposible.
Miles de partidarios del mandatario lo ovacionaron cuando surcó el atestado centro capitalino en lo alto de un camión desde el que lanzaba besos, saludaba y bailaba al son de la pegadiza canción de campaña "Chávez, corazón del pueblo".
"Chávez es el poder del pueblo, es el que mete corriente a este proceso para que avance. La oposición no entiende el momento histórico que está viviendo el país y su sujeto es sin duda nuestro Comandante", dijo Samuel Ponce, ingeniero mecánico de 45 años, con una gorra con el lema "Uh, ah, Chávez no se va".
En las últimas semanas Capriles ha mostrado un estilo más confrontativo, acusando al gobierno de "corrupto e ineficiente" y prometiendo rápidas soluciones a los problemas que azotan al país de 29 millones de habitantes reactivando la confianza del sector privado y la inversión foránea.
"Tengo 19 años y al único presidente que recuerdo es a Chávez. Eso no es normal. En la democracia debe haber alternancia", contó Juan Ramírez, vestido como su líder con los colores de la bandera venezolana.
Confianza v/s incertidumbre. Un triunfo del "Comandante" le abriría las puertas para blindar y profundizar su proyecto socialista en un tercer mandato de seis años, en el que incrementará el control sobre el sector privado y continuará con las nacionalizaciones que han convertido al Estado en el principal agente de la economía.
Sin embargo, la incertidumbre y principal riesgo para el chavismo seguiría siendo la espinosa sucesión del líder bolivariano, porque el cáncer podría reaparecer en el futuro.
Un éxito del abogado opositor, en tanto, abriría un compás de incertidumbre, con todos los ojos puestos en la reacción de Chávez, quien tiene mayoría en el Parlamento y controla instituciones clave del Estado, como la petrolera estatal PDVSA, el sistema de justicia y los cuerpos de seguridad.
Capriles, que se define de centroizquierda, ha prometido un enfoque pragmático al estilo brasileño, con políticas de libre mercado con fuerte acento social, al tiempo que revisará los controles de precios y de cambio, las nacionalizaciones y los polémicos acuerdos energéticos de Chávez con países aliados.
Chávez asegura que su revolución redujo la pobreza, impulsó multimillonarios planes sociales en educación, salud y alimentación y visibilizó a los excluidos del país sudamericano.
Capriles replica que ese resultado es magro tras la mayor bonanza petrolera en la historia de un país que sigue azotado por una criminalidad alarmante, una inflación desbocada y constantes fallas en servicios básicos como luz y agua.