La presidenta chilena, Michelle Bachelet, anunció una reestructuración de gabinete, agobiada por una crisis que analistas consultados por DW consideran seria, aunque estiman que no acabará con el proceso de reformas.
Algunos lo ven como una jugada maestra de la presidenta chilena. Otros critican la manera poco formal con que comunicó que había pedido la renuncia de todos sus ministros –en un programa de televisión–, y la oportunidad en que lo hizo, mientras el canciller se encuentra en La Haya debido a la demanda boliviana ante la Corte Internacional de Justicia, aunque el Gobierno aclaró rápidamente que Heraldo Muñoz seguirá en su cargo.
Pero hay amplia coincidencia en que ya era hora de efectuar una reestructuración de gabinete. Con un nivel de rechazo que se eleva al 64% en el último sondeo de la empresa Adimark, Michelle Bachelet se presentó ante las cámaras reconociendo haber cometido errores, pero aseguró que hará las correcciones correspondientes, con la fuerza necesaria.
Golpe de timón. “Yo entiendo el anuncio de esta semana –no solo el pedido de renuncia a los ministros, sino también la reafirmación del paquete de reformas y leyes relativas a la financiación de partidos y candidatos– como un golpe de timón”, indica Holger Haibach, director de la oficina de la fundación Konrad Adenauer (KAS) en Santiago de Chile.
Coincide con ello Andrea Silva, investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Humboldt, de Berlín. “Creo que buscaba generar un punto de inflexión, demostrando que tiene el control y que se pueden tomar decisiones fuertes”, señala, puntualizando que “la crisis es tan grande que había que hacer algo”.
“La democracia no es gratis”. Una crisis que –hace notar Haibach– afecta a toda la esfera política y no solo al gobierno. “Hay una crisis de confianza en el liderazgo político”, afirma, aclarando que se debe diferenciar entre una situación de este tipo y una posible crisis de sistema: “Pienso que todavía no se pone en duda el sistema político en sí, la democracia, pero si los dirigentes políticos no sacan las conclusiones acertadas, puede suceder que se convierta en una crisis del sistema”.
Los casos Penta y Caval han puesto el tema de la corrupción en primera plana, en un país que se jactaba de tener los mejores índices regionales en la materia. “Lo que a todas luces no garantiza el actual sistema es la transparencia de los entramados entre el sector económico y los políticos en lo que respecta a la financiación de los partidos y las campañas electorales”, dice Haibach, y se remite a la experiencia alemana: “Tuvimos en el pasado problemas similares y se introdujeron reglas de transparencia. Sé que el financiamiento estatal de los partidos no es muy popular, pero hay que decir con toda claridad que si se quiere tener políticos independientes, eso cuesta dinero. La democracia no es gratis”.
¿Y la agenda de reformas? Los cambios en pos de la transparencia son los únicos que figuran en la agenda de Bachelet. Esta también incluye las reformas en materia tributaria, electoral, educativa, y otras. Pero, ¿estará el gobierno en condiciones de llevarlas adelante? “No creo que el proyecto haya fracasado. Pero, si el tema de la corrupción sigue en la agenda, se sobrepondrá a todos los demás, que son por lo menos igualmente importantes para el país”, opina el analista de la KAS.
La investigadora de la Universidad Humboldt estima, por su parte, que “más que debilitarse, el proceso se va a volver un poco más lento. Pero hay mucha gente en Chile que está consciente de que las reformas son necesarias, porque son cosas que están en el corazón de todos los problemas”.