El gobernador de Nariño dijo que en un ataque realizado el jueves, en el municipio de El Charco, la guerrilla colombiana habría engañado a un niño de 12 años para que trasladara la bomba.
Bogotá. Un niño de 12 años murió luego que presuntos guerrilleros de las FARC, al parecer bajo engaño, lo mandaron a un cuartel en el suroeste de Colombia con una bomba destinada a atacar a policías acantonados en el lugar, denunció el viernes el gobierno a la vez que condenó el hecho.
La explosión y muerte del niño se produjo el jueves en el municipio de El Charco, en el departamento de Nariño, fronterizo con Ecuador, como parte de un plan de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para interferir en las elecciones presidenciales de mayo, dijo un alto oficial.
"Un niño bomba, es terrible. Es una cosa espeluznante, estamos realmente muy tristes pero también muy enojados", afirmó el gobernador de Nariño, Antonio Navarro.
El funcionario ofreció una recompensa de US$10.000 a quien suministre información que permita capturar a las personas que le entregaron los explosivos al niño, miembro de una humilde familia que cursaba primaria en un colegio local.
Las autoridades no reportaron más víctimas mortales ni heridos por la explosión que causó daños materiales.
Se trata del más reciente ataque atribuido por las Fuerzas Militares a las FARC, el mayor grupo guerrillero de Colombia, como parte de una campaña para desestabilizar los comicios, ganar protagonismo político y desacreditar la estrategia de seguridad del gobierno.
"Las FARC tienen una intención macabra (...) han tomado la decisión de realizar actividades terroristas en los centros urbanos y en las vías, con dos o tres personas máximo", dijo el comandante de las Fuerzas Militares, general Freddy Padilla.
El oficial insistió en que el grupo guerrillero busca obligar a los candidatos presidenciales a que los conviertan en tema de campaña para ganar protagonismo político.
Intensifican ataques. En la última semana las FARC intensificaron sus ataques en varias regiones del país, incluyendo la activación de un carro bomba en el puerto de Buenaventura, el más importante sobre el Océano Pacífico, que dejó al menos 9 muertos y 50 heridos.
Históricamente la guerrilla colombiana incrementan sus hostilidades en la campaña presidencial, como parte de una estrategia para ganar protagonismo y mostrar su poderío militar que les permita llegar fortalecidos a un eventual proceso de paz con el mandatario que resulte elegido, de acuerdo con analistas.
Las Fuerzas Militares y de Policía permanecen en estado de máxima alerta para prevenir nuevos ataques del grupo rebelde, al cual el presidente Alvaro Uribe prometió derrotar cuando asumió el poder en el 2002 y al que obligó a replegarse a apartadas zonas montañosas y selváticas.
El popular mandatario, con el apoyo de Estados Unidos, lanzó una ofensiva contra los rebeldes en medio de la que han muerto importantes comandantes en bombardeos y asaltos, mientras que miles de combatientes han desertado.
La ofensiva logró reducir la capacidad militar de las FARC que pasó de unos 17.000 combatientes a alrededor de 8.000 en la actualidad, de acuerdo con fuentes de seguridad.
La estrategia también permitió una disminución de los asesinatos, las masacres, los secuestros y los ataques contra pueblos, la infraestructura económica del país y las Fuerzas Militares.
Sin embargo, la guerrilla aún opera en apartadas regiones estratégicas para la producción y el tráfico de cocaína, y mantiene una presencia reducida en áreas urbanas en donde se limita a ejecutar ataques contra objetivos de gran impacto.
Grupos de derechos humanos como Amnistía Internacional acusaron en el pasado a las FARC de reclutar niños y de usarlos como "carne de cañón" en medio del conflicto interno.