Tras 54 años de la ruptura de los vínculos entre ambos países, este viernes se cierra el primer ciclo del arduo trayecto hacia la normalización de los nexos con el izamiento de la bandera estadounidense en La Habana.
Caracas. Por más de medio siglo la tensa relación entre Cuba y Estados Unidos marcó el devenir del continente latinoamericano y caribeño.
Al inicio, la región se dividió en dos polos, los que apoyaban de manera incondicional a la nación del norte y con ello se garantizaban el beneplácito de una de las potencias más poderosas del mundo.
Mientras, los menos, reconocían la injusticia de una hostil política que desde el mismo triunfo de la Revolución Cubana el 1 de enero de 1959, orquestó un buen número de ataques contra el gobierno revolucionario y socialista de la Isla.
Con el pasar de las décadas y la llegada al poder de dirigentes progresistas, América Latina cambió y una nueva época de unidad, inclusión, defensa de la soberanía y la permanente exigencia de respeto a la autodeterminación de los pueblos, selló el respaldo unánime del continente a la Isla en su constante batallar contra la injerencia y los agravios de la Casa Blanca.
Ese ha sido el preámbulo de un acontecimiento histórico que el mundo sin dudas mirará con atención este viernes, se trata del izamiento de la bandera de Estados Unidos en su sede diplomática oficial de La Habana.
Tras 54 años de la ruptura de los vínculos entre ambos países, hoy se cierra el primer ciclo del arduo trayecto hacia la normalización de los nexos.
Momento que estuvo precedido por la reapertura de la Embajada caribeña en Washington el 20 de julio último y el anuncio de los presidentes Raúl Castro y Barack Obama el 17 de diciembre de 2014, cuando informaron de este acercamiento.
"La noticia", recuerda Jesús González, un ingeniero cubano de 57 años que nunca vio funcionar una misión diplomática estadounidense en el país caribeño, "sorprendió a la mayoría, tanto fuera como dentro de la Isla y llenó de ingenuas expectativas a muchos pero lo cierto es que el tiempo será el encargado de dar su veredicto".
En las calles de toda Cuba se respira optimismo y entusiasmo, eso nadie lo puede negar, pero al mismo tiempo existe objetividad en el asunto e incluso ciertas reservas ante los grandes retos que desde el punto de vista político e ideológico se presentan para la dirigencia de la Revolución con este paso.
"Soy de las nuevas generaciones que ansían vivir en un país donde el acceso a Internet y a las nuevas tecnologías sea algo normal y donde nadie nos restrinja por el hecho de querer decidir nuestro propio futuro", comentó a Xinhua a través de un contacto telefónico, María de Jesús Francisco, una joven de 18 años de edad que dentro de pocas semanas comenzará a estudiar arquitectura.
No obstante, admitió ser consciente de que "esos derechos tendrán un costo y bajo ningún concepto quisiera que fuera perder la oportunidad que tiene cada niño y adolescente cubano de estudiar gratuitamente todos los niveles de enseñanza incluida una carrera universitaria.
Hay más también en juego, advirtió por su parte Noemí Martínez, una abogada de 56 años de edad, quien elogia el sistema de salud de la Isla porque ha salvado sin costo alguno la vida de sus dos hijas.
"La mayor sufrió hace unos años un accidente de tránsito que lesionó su cervical. Sin preguntar por seguro médico ni por si teníamos respaldo económico, a mi hija la operaron y le pusieron un implante que le permitió no quedar cuadripléjica. Todo el procedimiento nos hubiera costado alrededor de 150.000 dólares, en mi país sólo dimos las gracias a los doctores", señaló.
Otras "conquistas", como suelen llamarle los cubanos a las bondades sociales que gozan, son parte de la preocupación colectiva ante un escenario complejo que brinda la posibilidad de un mayor despegue económico pero trae a su vez el riesgo de acrecentar las diferencias.
Tal es el caso de la calidad educativa reconocida en múltiples ocasiones por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y a la que tienen derecho gratuitamente todos los infantes sin excepción debido a que poco más del 13 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) es destinado a la enseñanza.
Al mismo tiempo Cuba sobresale por mantener en 4,2 por cada 1.000 nacidos vivos la tasa de mortalidad infantil, posicionándose entre las primeras naciones del mundo con más bajo indicador.
Fue además el primer país del mundo en eliminar la transmisión del virus del VIH de madre a hijo y ocupó la vanguardia en América Latina en erradicar la poliomielitis, el paludismo, la tosferina, rubéola, tétanos neonatal, difteria, sarampión, síndrome de rubéola congénita y meningoencefalitis posparotiditis.
Considerada por organismos internacionales como un ejemplo de protección a la infancia, el gobierno de la Isla se esmera por ofrecer a sus jóvenes todos los privilegios que merecen.
De esta forma contribuye a la reincorporación al estudio y al trabajo de aquellos desvinculados, fomenta la formación de una cultura integral y estimula la práctica del deporte y la lectura como hábitos de entretenimiento sano.
Como resultado de este trabajo educativo y preventivo, el consumo y tráfico de drogas ilícitas no constituye un problema de gran impacto social y mucho menos lo es la delincuencia y la inseguridad.
Asimismo la atención al adulto mayor es una prioridad en el país, donde el ejecutivo emprende esfuerzos para lograr una sociedad integradora y más justa para las personas de la tercera edad.
Cuba, que está entre las 50 naciones con mayor proporción de personas mayores de 60 años, posee actualmente una esperanza de vida al nacer de 78,45 años para su población como promedio, lo que se deriva de los positivos resultados de la aplicación de un sistema socialista con características propias abocado al beneficio de las mayorías.
En conclusión, Cuba es una de las pocas naciones que ha cumplido gran parte de los Objetivos de Desarrollo del Milenio trazados por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en el año 2000.
Según datos oficiales, sus índices le sitúan como un país de alto desarrollo humano al ocupar el lugar 44 entre los 187 países del orbe miembros de la ONU, todo ello derivado de las sostenidas políticas de bienestar social que a lo largo de 56 años han hecho visible la obra de la Revolución en la isla caribeña.
En medio de este contexto el arribo hoy a La Habana del secretario de estado norteamericano, John Kerry, el más alto funcionario de ese país que visita la Mayor de las Antillas en los últimos 70 años, abre el diapasón para múltiples oportunidades.
En reiteradas ocasiones, altos voceros del gobierno estadounidense han reconocido el fracaso de las pretensiones por aislar a Cuba y doblegar a su pueblo con la implementación de medidas consideradas "genocidas" como el unilateral bloqueo económico, comercial y financiero que desde 1962 asfixia al país.
A pesar de las "buenas intenciones", manifestó recientemente Obama, los esfuerzos de cada administración tuvieron un efecto opuesto y quien quedó al margen de la realidad de gran parte del hemisferio occidental terminó siendo Estados Unidos.
"Por supuesto, nadie espera que Cuba se transforme de la noche a la mañana. Pero creo que el compromiso estadounidense, mediante nuestra embajada, nuestras empresas, y ante todo, nuestro pueblo, es la mejor manera de representar nuestros intereses y apoyar la democracia y los derechos humanos", sentenció el jefe de Estado.
Como versa un viejo refrán, "a buen entendedor, pocas palabras bastan", en esta idea de Obama radican precisamente las verdaderas intenciones de la potencia del norte al promover un acercamiento con La Habana.
En primer lugar el económico, elemento que transversaliza todas las decisiones de Washington, al Cuba representar el mercado natural vedado por más de 50 años para el sector industrial norteamericano.
Enormes oportunidades de negocio e inversión para el empresariado fundamentalmente del sur de Estados Unidos ya se colegian desde hace meses para ser concretados en la brevedad posible.
Turismo, productos alimenticios, infraestructura, transporte, tecnología y otras muchas áreas se plantean como los puntos focales para la apertura de los vínculos comerciales entre los dos países.
Así como el ansiado interés de compañías norteamericanas de participar en proyectos de gran envergadura como el Puerto del Mariel ubicado al occidente de la Isla.
Una zona económica que está llamada a convertirse en la más moderna terminal de contenedores de la región y punto clave para el comercio en el continente a partir de la ampliación del Canal de Panamá y la construcción del de Nicaragua.
Todo lo anterior beneficia de igual forma a Cuba, pues la nación caribeña dispondría de mayores facilidades para adquirir mercancías en el país norteño, abaratando los cuantiosos costos que representa para La Habana el transporte de productos provenientes de mercados lejanos debido a la imposibilidad de adquirirlos directamente en Estados Unidos por el bloqueo.
Igualmente la Isla diversificaría sus proveedores y ampliaría su capacidad de compra a partir del uso del dólar en las transacciones internacionales, algo prohibido en la actualidad por la extraterritorialidad de la referida medida.
Sin embargo, otro aspecto determinante en esta ecuación y en los planes de la Casa Blanca, es la arista política y la insistente pretensión de Estados Unidos de derrocar, ahora por la vía diplomática y pacífica, a la Revolución Cubana.
Pues la pequeña Isla se ha crecido en las adversidades y sin proponérselo se convirtió en un ejemplo para América Latina y el Caribe de la lucha de toda una nación por defender su independencia y dignidad.
Allí es donde el pueblo cubano y la máxima dirigencia de la Mayor de las Antillas no se ha dejado confundir y ha fijado posición con respecto a la inquebrantable voluntad de mantener el curso del modelo socialista planteado desde hace más de medio siglo por el líder Fidel Castro.
Al tiempo que ha exigido respeto para avanzar en la normalización de relaciones, algo que no estará exento de contratiempos ni de "buenas intenciones" como calificaría Obama a los intentos desestabilizadores provenientes de Washington.
Estamos en presencia de una reconfiguración de la política exterior estadounidense hacia América Latina y el Caribe que conlleva inevitablemente a un acercamiento con Cuba.
El fin último, rescatar el espacio de influencia perdido en la región y arremeter desde nuevos escenarios contra los procesos de integración que vive Latinoamérica para ocupar nuevamente una posición hegemónica en el continente.
De ahí que resulte imperativo seguir una vez más el ejemplo de Cuba que ha planteado su disposición de estrechar las relaciones bilaterales con Estados Unidos sin menoscabo a su soberanía.
También ha exigido como elementos indispensables para llevar a buen término este proceso, la eliminación del bloqueo impuesto por Washington desde 1962 de manera unilateral; la devolución del territorio ocupado en Guantánamo y el respeto a la autodeterminación de la Isla caribeña.