Con un acto simbólico se instaló el cuarto mandato de Hugo Chávez, a quien cientos de venezolanos le dieron tiempo para que sane y se posesione ‘cuando pueda’.
El centro de Caracas fue de nuevo rojo rojito. Así le dicen acá a aquellos escenarios en donde los asistentes se presentan con camisetas rojas como muestra de su lealtad con el presidente Hugo Chávez. Los seguidores del mandatario se congregaron cerca del Palacio de Miraflores para celebrar el comienzo de un nuevo período de su gobierno, pero el presidente no estuvo. Fue una fiesta, pero sin el festejado.
Y es que el 10 de enero, fecha que establece la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela para que el presidente electo jure su cargo, el comandante estuvo ausente. Hugo Chávez completa justo hoy un mes de hospitalización en Cuba. El 11 de diciembre de 2012 fue sometido a la cuarta intervención quirúrgica en La Habana, una cirugía que era “imprescindible” para su recuperación. Sin embargo, todavía es poco lo que se sabe sobre su verdadero estado de salud. Incluso, algunos venezolanos que inundaron las calles de Caracas durante el homenaje que se le rindió aseguraron, sin mucho fundamento, que ya está muerto.
Su pueblo y sus amigos lo extrañan. El presidente de Bolivia, Evo Morales, estuvo en la tarima donde tantas veces Chávez se dirigió a su pueblo y no pudo ocultar su tristeza. Su discurso empezó reconociendo que la madrugada del 10 de enero tuvo un desayuno triste en la capital venezolana con arepa, pero sin Chávez.
Fue una jornada histórica. Para el jefe de Estado se trataba de la cuarta vez que recibiría la banda tricolor —la primera vez que Hugo Rafael Chávez Frías asistió a su ceremonia de posesión fue en 1999, repitió en 2001 y 2007—. Era también la única vez que un jefe de Estado venezolano lograría tal privilegio. Pero este 10 de enero no lo logró y el gobierno se vio forzado a mover su maquinaria y lograr una aprobación por parte de la Asamblea Nacional y una confirmación del Tribunal Supremo de Justicia para que pudiera continuar frente a sus labores sin estar de cuerpo presente en este trascendental momento.
“Es un simple formalismo”, dijo el vicepresidente Nicolás Maduro, refiriéndose a lo establecido en la Carta Magna de su país. “El artículo 231 de la Constitución es bien clarito, el presidente Chávez no se tiene que posesionar el 10 de enero como dice la oposición”, repitió el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello.
El malestar en la oposición sigue creciendo. Aseguran que haber dejado que Hugo Chávez continuara en el gobierno sin posesionarse es una violación a la Constitución e insisten en que se debería declarar una falta temporal o permanente del mandatario para empezar la cuenta regresiva para unas nuevas elecciones. Incluso varios diputados opositores convocaron una marcha para el 23 de enero “en defensa de la Constitución”.
Pero la fiesta de ayer no se aguó y, sin estar presente, Chávez sigue siendo el presidente de Venezuela. En la plaza frente al Palacio de Miraflores y las calles adyacentes estuvieron su pueblo, Evo Morales, José Mujica y Daniel Ortega para confirmarlo. Finalmente, miles estuvieron acá gritando frases como: “Cuba y Venezuela una sola bandera. Cuba sí, yankees no” para recordar al convaleciente mandatario.
Entre tanto, con tono de predicador, el animador de la fiesta hizo gritar al pueblo “Yo soy Chávez, el pueblo es Chávez” y si se mira a esta anestesiada Venezuela, no es difícil darle la razón.
En las calles estuvieron los chavistas. El oficialismo hizo gala del gran poder de convocatoria que tiene. Los opositores en esa jornada fueron sólo los mismos de siempre hablando indignados en algunos medios de comunicación.
Pero la masa sigue con el presidente ausente porque sus contradictores parecen dormidos y sumidos en el knock out que les representó haber perdido las elecciones presidenciales el 7 de octubre pasado y las regionales del 16 de diciembre, en donde sólo se hicieron con tres gobernaciones. El resto, 19, las ganó el chavismo. Actualmente en Venezuela sólo se ve a los simpatizantes del gobierno.
Pero esta fue una celebración con sabor a despedida. En los rostros de los asistentes al acto simbólico se pudieron ver visos de preocupación con felicidad. Porque todos saben que hay un vacío. Todos saben que el presidente no está y se preguntan si alguna vez volverán a verlo.
Ni el Tribunal Supremo tiene idea y por eso dejó abierta la posibilidad de que el presidente pueda juramentar cuando su salud lo deje. Pero nadie sabe si en realidad lo dejará.