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Conozca el perfil de Alfonso Cano, el cerebro detrás de las FARC
Viernes, Noviembre 4, 2011 - 23:03

Cano era uno de los blancos fundamentales de las Fuerzas Militares, que asestaron contundentes golpes contra su esquema de seguridad y que abatieron a sus más cercanos colaboradores.

Su verdadero nombre es Guillermo León Sáenz Vargas y nació el 22 de julio de 1952 en el tradicional barrio Chapinero de Bogotá, en el seno de una familia de clase media alta. Su padre era agrónomo y su madre profesora y ambos levantaron una familia de siete hijos, que con el correr de los años se trasladó al barrio Santa Bárbara, cerca a Usaquén. Guillermo León fue el cuarto hijo y vivió una infancia tranquila. Sus años de escolaridad los desarrolló en el colegio Fray Cristóbal de Torres.

Al momento de ingresar a la universidad, era un destacado deportista. Jugaba fútbol, asistía permanentemente al estadio El Campín y era hincha furibundo de Millonarios. Ya en la Universidad Nacional, cursando estudios de Antropología, ingresó a la Juventud Comunista (Juco) y comenzó a vivir una transición personal, incluso en sus gustos. Amigos de ese tiempo dicen que dejó la afición por Los Melódicos y la Billos por la música cubana.

Asimismo, empezó a leer literatura revolucionaria. En los años 70, era un frecuente visitante del Goce Pagano, El Palomar y La Teja Corrida. En esa época, ya convertido en un activista de la Universidad Nacional, varias veces fue detenido por la Policía e incluso alcanzó a estar seis meses en prisión. La última vez que estuvo detenido fue en 1981, luego de un allanamiento en su casa. Fue llevado a La Picota, y después de año y medio de estar preso, recuperó la libertad en la amnistía de Belisario Betancur.

Entonces optó por el camino de la guerra, dejó atrás su identidad como Guillermo Sáenz, y empezó a ser conocido como ‘Alfonso Cano’. Y como ya tenía una larga relación con Jacobo Arenas, de una vez se fue a vivir a la vereda “La Ucrania” de Uribe (Meta), y participó activamente en las negociaciones que permitieron la firma del cese al fuego en mayo de 1984. Su familia, que no había vuelto a saber de él, se sorprendió al verlo en las fotografías de la época, junto a Manuel Marulanda Vélez.

Desde entonces, Alfonso Cano empezó a ser proyectado como jefe de las FARC. Aunque no pudo terminar sus estudios de antropología y se quedó sin concluir su tesis sobre los embera-katíos, sí estudió un tiempo en Rusia, de donde regresó para seguir junto a Marulanda y Jacobo Arenas en Casa Verde.

En agosto de 1990, tras la muerte de Arenas, además de su biblioteca heredó la comandancia, ingresó al Secretariado y recibió una doble misión: ideólogo y gestor del Bloque Occidental, entre el Valle y el sur del Tolima. Parte de la línea militar de las Farc estuvo reacia a su proyección en la organización y Alfonso Cano se vio forzado a moverse estratégicamente en los dos campos.

Estuvo como negociador entre 1991 y 1992 en Caracas y Tlaxcala, y tras el fracaso de los diálogos volvió a la guerra, sin dejar atrás su faceta política, que años después se vio reflejada en la creación del Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia y el Partido Comunista Clandestino PC3.

A sus 56 años, fue nombrado como comandante de las FARC, tras el fallecimiento de Manuel Marulanda, conocido como Tirofijo. Cano era uno de los blancos fundamentales de las Fuerzas Militares, que asestaron contundentes golpes contra su esquema de seguridad y que abatieron a sus más cercanos colaboradores.

El fallecido se refugió por años en el Cañón de Las Hermosas, al sur del Tolima. Junto a Iván Márquez y Pablo Catatumbo, Alfonso Cano representaba la generación de los guerrilleros de ciudad que intentaron llevar a las Farc por la línea política.

Tras esta ruptura del hilo ideológico de las FARC no se descarta que se fraccione esa unidad y que comience una guerra interna por el poder y los negocios del narcotráfico tal como suele suceder en los carteles de la droga.

Autores

ELESPECTADOR.COM