Dilma Rousseff mantendría las políticas de mercado que han asegurado estabilidad económica en la última década: un tipo de cambio flotante, control de la inflación y disciplina fiscal.
Brasilia. La candidata oficialista a la presidencia de Brasil, Dilma Rousseff, ganó las elecciones el domingo por un cómodo margen sobre el abanderado opositor, José Serra, y se convertirá en la primera mujer en liderar al país más grande de Latinoamérica.
Rousseff, ex jefa de gabinete del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, obtuvo un fuerte respaldo con alrededor de un 56% de los votos válidos. Su campaña se vio beneficiada por una pujante economía y por la enorme popularidad de Lula.
La presidenta electa, de 62 años, apoya los pilares de la política económica que han hecho de Brasil uno de los principales mercados emergentes del mundo.
A continuación, algunas de sus posturas sobre temas clave:
Estabilidad económica. Rousseff mantendría las políticas de mercado que han asegurado estabilidad económica en la última década: un tipo de cambio flotante, control de la inflación y disciplina fiscal.
Disciplina fiscal. La funcionaria pública de carrera, cuyo Partido de los Trabajadores tiene fuertes vínculos con sindicatos del sector público, propone mantener la disciplina fiscal con ajustes graduales, pero sin las medidas de austeridad drásticas que marcaron el primer año de gobierno de Lula en el 2003.
Rousseff ha dicho que Brasil no necesita frenar el gasto público para que la economía mantenga su robusto crecimiento.
Ha prometido mantener una meta de superávit presupuestario primario del 3,3% del Producto Interno Bruto (PIB) hasta que la deuda neta caiga a 30% del PIB a fines del 2014, desde un 41% en septiembre.
El gobierno aún espera lograr su meta de superávit presupuestario primario para el 2010, después de que un enorme pago único por parte de la petrolera estatal Petrobras ayudó a compensar parcialmente un aumento del gasto público este año.
Aún así, sólo podría alcanzar su meta excluyendo gastos de su programa de infraestructura o adoptando otros métodos de contabilidad poco usuales.
Rol estatal en la economía. Rousseff favorece un Estado fuerte en áreas estratégicas, como petróleo, banca y energía, aunque insiste en que las empresas privadas en esos sectores no serán perjudicadas.
También promete promover la eficiencia del gobierno y la "meritocracia", además de reducir la burocracia.
La ex ministra de Energía y Minería de Lula también podría incrementar la intervención estatal en el sector minero, lo que generaría riesgos a la gigante de mineral de hierro Vale.
El gobierno de Lula elevó la presión sobre el mayor productor mundial de mineral de hierro para que dé más empleos en Brasil invirtiendo en producción de acero.
Es posible que Rousseff siga adelante con los esfuerzos por mejorar el acceso de servicios de banda ancha de internet en hogares de bajos recursos a través de la ahora estatal Telebras, cuyos activos tuvieron que ser privatizados durante la década de 1990.
Algunos líderes de la industria privada han señalado que podría salir perjudicada con este plan.
La presidenta electa también haría más fácil establecer pequeños negocios en Brasil, aunque no ha detallado cómo lo hará.
Banco Central. Rousseff ha dicho que mantendría la autonomía operacional del Banco Central y el estatus de su presidente como ministro del Gabinete.
El Banco Central de Brasil sigue un régimen de metas de inflación, que según inversores es crucial para la estabilidad de los precios en el país.
Rousseff elogió a la autoridad monetaria por conducir exitosamente a Brasil a través de la crisis económica global que comenzó en el 2008.
Reformas estructurales. Rousseff ha convertido la reforma del complicado sistema tributario de Brasil en una de sus máximas prioridades y podría impulsar una serie de cambios microeconómicos para mejorar el clima de inversiones.
Sus propuestas incluyen inversiones de capital, recortes impositivos a las nóminas y armonizar los niveles de impuestos entre los estados. Ella establecería un fondo para compensar los déficit de ingresos de algunos estados, un obstáculo que había minado esfuerzos de reformas previas por parte de Lula.
Ella favorece una reforma del costoso sistema de pensiones que recaudaría más dinero para financiar el creciente déficit de la previsión social y alteraría algunas reglas de jubilación.
Rousseff ha eludido las propuestas de sindicatos para reducir las horas de trabajo semanales a 40 desde 33, pero también ha descartado recortar generosos beneficios laborales que líderes empresariales afirman que afectan su competitividad al hacer más caro contratar y despedir a trabajadores.
Política monetaria. Rousseff ha dicho que mientras la carga de deuda de Brasil no disminuya considerablemente, el Banco Central tendrá que concentrarse exclusivamente en la inflación en vez de en la economía más amplia, incluyendo el aumento del empleo.
La presidenta electa ha dicho que desea reducir las tasas de interés, que están entre las más altas del mundo y son una de las razones por la cual la divisa local se mantiene fuerte. Sin embargo, no se espera que presione al Banco Central para que baje la tasa de interés.
Industria petrolera. Rousseff apoya completamente el esfuerzo de Lula por aumentar el control gubernamental sobre reservas de petróleo recientemente encontradas y ayudó a esbozar la propuesta.
La medida incluye la creación de una nueva compañía estatal para administrar las reservas, una exigencia de que Petrobras sea la operadora de todos los campos y la creación de un nuevo fondo para invertir las ganancias del crudo en educación, salud y desarrollo.
Es posible que siga presionando a Petrobras para que alinee sus metas a las políticas del gobierno, lo que llevaría a firmas extranjeras a tener un rol más limitado en el sector.
Tipo de cambio. Rousseff ha descartado buscar un tipo de cambio específico para la moneda de Brasil, que cotiza cerca de un máximo de dos años y está afectando a los exportadores.
El gobierno de Lula ha tomado medidas para limitar el flujo de capital extranjero que entra a los mercados financieros en un intento por contener al real, pero hasta el momento ha tenido poco éxito en revertir la apreciación de la moneda.
Rousseff ha culpado de la volatilidad en el mercado cambiario a la crisis económica en países ricos, que ha llevado a inversores a verter dinero en mercados emergentes en busca de mayores retornos.
Apoyó la decisión de elevar los impuestos sobre la compra de bonos por parte de extranjeros, pero no ha ofrecido nada específico respecto a cómo lidiaría con el tema cambiario.
Política exterior. Rousseff favorece la continuación de los objetivos de la política exterior de Lula, incluyendo la integración regional y una mayor voz de los países en desarrollo en el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Ha propuesto la creación de una compañía de energía binacional con Bolivia.
No obstante, dada su mayor prioridad en asuntos nacionales y su menor perfil internacional, es menos probable que continúe la diplomacia de alto perfil establecida por Lula.