Trump y Guterres hicieron declaraciones simultáneas sobre la solución de dos Estados para el conflicto, pero en sentidos opuestos.
Washington. ras la toma de posesión del presidente de Estados Unidos y del jefe de la ONU en enero, las diferencias entre la administración de Donald Trump y el máximo organismo mundial encabezado por António Guterres parecen estar creciendo, sobre todo por causa del conflicto israelí-palestino.
Trump y Guterres hicieron declaraciones simultáneas sobre la solución de dos Estados para el conflicto, pero en sentidos opuestos.
Mientras Guterres reiteraba el miércoles en El Cairo, destino final de su primera gira por la región, que "no hay ningún plan B en relación con la solución de dos Estados" y Trump aseguraba al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu el apoyo ilimitado de Estados Unidos.
En una conferencia de prensa conjunta en Washington, Trump se retractó del compromiso estadounidense de apoyar la solución de dos Estados y dijo que esta no es la única forma de lograr la paz en Medio Oriente.
"Estoy analizando dos Estados y un Estado y me gustará lo que las dos partes quieran", dijo Trump, quien agregó que palestinos e israelíes "deben negociar de forma directa" y que ambos deberán hacer concesiones.
Las declaraciones de Trump no fueron bien recibidas en el mundo árabe y llevaron a la Liga Arabe a responder con una declaración en la que reiteró la necesidad de establecer un Estado palestino independiente al lado de Israel sobre la base de las fronteras de 1967 y con Jerusalén como capital.
Después de reunirse con Guterres el jueves en El Cairo, el jefe de la Liga Arabe, Ahmed Aboul-Gheit, dijo en una declaración que el conflicto "requiere una paz justa e integral basada en la solución de dos Estados con un Estado palestino independiente".
Egipto, cuyo presidente Abdel Fattah al-Sisi ve una relación prometedora con Trump, hizo también una declaración similar para retirar su apoyo a la solución de dos Estados.
Israel siempre ha sido responsabilizado por la comunidad internacional por el estancamiento del proceso de paz de Medio Oriente por causa de su política de expansión de los asentamientos rechazada incluso por Estados Unidos, su aliado más firme.
A pesar de una resolución de 2016 del Consejo de Seguridad de la ONU en la que se exige el cese inmediato y total de la construcción de asentamientos en los territorios palestinos ocupados, el Parlamento de Israel aprobó en febrero una iniciativa para legalizar de forma retroactiva cerca de 3.850 unidades habitacionales en decenas de asentamientos construidos ilegalmente en tierras palestinas privadas.
La resolución fue considerada "histórica" por los árabes y vista como una luz al final del túnel que podría conducir a conversaciones de paz israelí-palestinas patrocinadas por Estados Unidos para poner fin a décadas de conflicto.
Puesto que la resolución no fue vetada por la saliente administración Obama mientras Trump era el presidente electo, Netanyahu acusó a Obama de organizar todo antes de dejar la Casa Blanca.
Trump realizó varios esfuerzos por impedir la resolución de la ONU contra los asentamientos y presionó a Egipto para que la retirara, pero más tarde fue presentada de nuevo para votación por Nueva Zelanda, Venezuela, Malasia y Senegal y fue apoyada de forma masiva.
Para demostrar su apoyo a Israel, Trump prometió, como candidato presidencial, trasladar la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, ciudad considerada por los palestinos como capital de su futuro Estado.
Confiando en el apoyo de Trump, el gobierno israelí anunció recientemente sus planes para construir cerca de 6.000 unidades habitaciones en asentamientos judíos en Cisjordania. El presidente de Estados Unidos dijo a Netanyahu en Washington que "me gustaría que se detuviera un poco en relación con los asentamientos".
Trump promedió además, como presidente electo, cambios en la ONU al llegar a la Oficina Oval. Trump recordó la resolución en la conferencia de prensa con Netanyahu el miércoles y dijo que la ONU ha tratado a Israel "de forma mucho muy injusta".
Otra diferencia entre la administración Trump y la ONU es su debate con respecto a la nominación del enviado de la ONU para Libia.
La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, dijo sentirse "decepcionada" cuando se enteró de que Guterres nombró al ex primer ministro palestino Salam Fayyad como enviado para Libia y vetó su nombramiento.
"Durante demasiado tiempo, la ONU ha se ha inclinado injustamente en favor de la Autoridad Palestina en detrimento de nuestros aliados en Israel", dijo Haley.