Durante su visita a Alemania, el Dalai Lama ofreció una entrevista exclusiva a Deutsche Welle. En ella habló sobre perspectivas positivas para el Tíbet, sobre el cambio sociopolítico en China y la crisis en Irak.
-Su Santidad, China se vuelve cada vez más poderosa, tanto en lo político como en lo económico, y Pekín usa su poder para aislarlo a Usted, que está comprometido con la lucha por la autonomía del Tíbet. ¿Cree que si China ya hubiera sido tan poderosa en 1989 se le hubiera concedido a Usted el Premio Nobel de la Paz?
-En 2011 me retiré por completo de mis cargos políticos. Su pregunta apunta a la política, pero ya que la plantea, sí, la República Popular China gana cada vez más poderío económico y militar. Mientras tanto, sin embargo, podemos observar que algunos chinos también apoyan los derechos fundamentales del Tíbet, ya que no estamos buscando la independencia. Ya en 1974 decidimos que nuestro objetivo no es la independencia. Lo único que queremos es obtener los derechos que figuran en la Constitución, y que estos entren en vigor. Esa es nuestra demanda. Todo un grupo de intelectuales chinos apoya ese pedido, por ejemplo, Liu Xiaobo (que recibió el Premio Nobel de la Paz en 2010 y se encuentra preso cumpliendo una condena de 11 años, N. de la R.).
En los últimos cuatro años nos llamaron la atención cerca de 1.000 artículos de autores chinos, tanto de dentro como de fuera del país, que apoyan nuestro enfoque del “término medio” y critican la política de gobierno de su país. No es una crítica nuestra, sino una crítica dentro de la sociedad china.
A eso se suma que una gran parte de la población china es budista. Hace unos tres o cuatro años, una universidad china llevó a cabo un estudio para investigar cuántos budistas viven en el continente, y el resultado fue que allí viven 300 millones. Muchos de esos budistas son personas con una muy buena formación, y cada vez hay más que tienen interés en el budismo tibetano, entre ellos, incluso algunos miembros del Partido Comunista chino, también funcionarios de alto rango.
Pero pasemos a un nivel más concreto: el gobierno chino está muy preocupado por la imagen de su país. El Ejército y la economía no son los únicos factores que influyen en la política mundial. La República Popular China necesita ganar también autoridad moral, más respeto, más confianza ante el mundo. También el pueblo chino está preocupado por la imagen de China. Muchos chinos que hablaron conmigo me dijeron que su país, a pesar de sus 1.300 millones de habitantes, no posee ninguna autoridad moral. Pero ahora, por ejemplo, el presidente chino, Xi Jinping, quiere encarar seriamente el problema de la corrupción. Y hace poco, durante una visita en Europa, en París, declaró públicamente que el budismo tiene un papel muy importante en la cultura china. Es decir, que los budistas tendrían que asumir una responsabilidad mayor. Para mí eso es algo muy desacostumbrado, que el líder de un partido comunista elogie el budismo, o que haga una observación positiva acerca de él. Así están cambiando las cosas.
-Pero, Su Santidad, ¿ve usted alguna mejora en el Tíbet?
-Nuestra lucha se mueve entre el poder de la violencia y el poder de la verdad. A simple vista, el poder de la violencia parece mucho mayor y decisivo. Pero, a largo plazo, el poder de la verdad se impone, en eso creo. Ya hay indicios de que líderes e intelectuales chinos cuestionan si la política actual resultará, a largo plazo, verdaderamente en interés de los chinos. Eso también marca que se está produciendo un cambio.
-Pero hasta ahora tengo la impresión de que, en lo que concierne a las minorías étnicas en Tíbet o en Xinjian, la cúpula china da su aprobación a la represión y a las inversiones, una doble moral.
-Las inversiones son buenas, pero se debe tener en cuenta al medio ambiente. En lo que respecta a la violencia, es a menudo contraproducente, sea cual fuere su motivación. Mire lo que sucedió en Irak durante la era Bush. Yo sé que sus intenciones eran buenas, que quería la democracia para Irak. Pero el método era el incorrecto. Por eso se produjeron consecuencias inesperadas. En China, la situación es muy similar.
-El tema Irak me lleva a otra pregunta que ocupa a muchas personas en Alemania: de qué modo se debe enfrentar el peligro que representa el grupo terrorista “Estado Islámico” (EI). Usted es venerado y respetado en todo el mundo porque los principios de sus actos están basados en el diálogo y la tolerancia. Pero en Alemania ahora se debate un posible envío de armas a los kurdos en el norte de Irak para luchar contra el EI, lo que sería una ruptura con la política alemana desde la posguerra. ¿Qué haría usted si un diálogo no prospera, o si su interlocutor no está dispuesto al diálogo?
-Yo estudié psicología budista, y creo firmemente en la ley de la causalidad. Se están produciendo hechos inimaginablemente trágicos, como asesinatos despiadados en los que incluso mueren mujeres y niños. Pienso que eso es consecuencia de la crisis en Irak. Creo que si la política estadounidense, al tener como meta derrocar a Saddam Hussein, hubiera actuado de manera menos violenta, probablemente la situación actual sería un poco menos terrible. Creo que esta crisis a comienzos del siglo XXI es el resultado de errores del pasado.
-¿Qué aconsejaría usted?
-Fundamentalmente, digo que es mucho mejor y más seguro no hacer uso de la violencia. Pero la realidad es que muchas personas están sufriendo. Si el mundo no reacciona, eso también sería inmoral. Lo mejor sería intentar negociar. Si eso fracasara, entonces todo dependería de la situación y las circunstancias. Es algo difícil de juzgar.
-Volviendo a la situación el Tíbet, ¿cree que podrá volver a visitarlo pronto?
-China ha cambiado mucho. En la era de Mao Zedong, la ideología era lo más importante. En la era de Deng Xiaoping, se colocó a la economía por encima de la ideología. (…) Luego llegó la era de Hu Jintao, quien impuso la existencia de una “sociedad armónica” para paliar la creciente brecha entre ricos y pobres, algo que yo también apoyé. Pero han pasado ya diez años, y creo que las cosas han empeorado en cuanto a la “armonía”. El objetivo era bueno, pero, ¿era bueno el método? Se aplicó la violencia. El presupuesto de seguridad interior del gobierno chino es mayor que el de defensa, y creo que ese escenario no se da en ninguna de las 200 naciones del mundo. La política de Xi Jinping parece ser un poco más realista. Deng Xiaoping solía basarse en la máxima de “buscar la verdad en los hechos”. Yo creo que el nuevo gobierno chino sigue esa máxima. Es decir, que hay algo de esperanza. Sea como fuere: es mejor seguir teniendo esperanza, pero hay que estar preparado para lo peor.