El cóctel formado por un acelerado colapso de la economía, la corrupción desenfrenada y las promesas incumplidas de recuperación de Maduro convencieron a cientos de miles a salir a las calles.
Caracas.- Andrea Pacheco, una activista de 30 años de edad, no se unió a las protestas masivas de 2017 que buscaban sacar del poder al presidente venezolano, Nicolás Maduro.
Partidaria del chavismo desde muy joven, Pacheco todavía no había perdido completamente la fe en el movimiento del fallecido presidente Hugo Chávez. Pero el miércoles por primera vez salió a las calles para marchar contra el sucesor de Chávez.
El cóctel formado por un acelerado colapso de la economía, la corrupción desenfrenada y las promesas incumplidas de recuperación de Maduro le convencieron, dijo.
“Hasta anteayer tenía dudas, fue muy difícil ir a la marcha,” dijo Pacheco. “Pero Maduro ni siquiera ha reconocido errores o hecho una nueva política, nada”.
A ella se unieron cientos de miles de personas, muchos recién llegados como Pacheco, inspirados por un nuevo líder de la oposición, Juan Guaidó, que se autoproclamó presidente el 23 de enero y acusa a Maduro de usurpar el cargo.
Estados Unidos, la Unión Europea y la mayoría de las naciones latinoamericanas ahora reconocen a Guaidó como jefe de Estado, aunque no tiene control sobre las instituciones y las fuerzas armadas, que siguen siendo leales a Maduro.
Mientras que las manifestaciones de 2017 fracasaron y dejaron a la oposición en desorden, una docena de personas que protestó el miércoles dijo a Reuters que había renovado su confianza en desbancar a Maduro, quien asumió por primera vez en 2013 y desde entonces ha visto a la economía contraerse.
Pacheco, hija de inmigrantes peruanos, dijo que Chávez fue el primer político en hacer que se sintiera “incluida” en la sociedad venezolana. Presidente desde 1999 hasta su muerte en 2013, Chávez usó la renta petrolera para financiar planes sociales que decía buscaban atacar la desigualdad y la pobreza.
Pacheco dijo que se unió a grupos políticos y comenzó a escribir para el sitio web izquierdista Aporrea, creado para defender a Chávez. Sin embargo, a medida que los ingresos del petróleo se agotaron y la economía de Venezuela cayó en recesión e hiperinflación, su apoyo comenzó a tambalear.
Durante protestas antigubernamentales en 2017, su apoyo era vacilante y consideró unirse a las manifestaciones, pero el radicalismo y el odio de la oposición hacia los “chavistas” la mantuvieron alejada, dijo. Ya no.
“Ahora hay una gran unidad en el rechazo a Maduro”, dijo.
Con Guaidó, de 35 años, la oposición ha pedido a todos los grupos que se unan, prometiendo futuras amnistías para los funcionarios y militares que desobedezcan a Maduro.
El joven político busca liderar un gobierno de transición que convocaría nuevas elecciones, aunque Maduro lo acusa de organizar un golpe de Estado en su contra.
La protesta del miércoles fue la primera marcha importante contra Maduro desde 2017, cuando 125 personas murieron durante meses de enfrentamientos con los cuerpos antidisturbios.
Todos los estratos sociales. La oposición pasó el 2018 dividida en luchas internas, con muchos venezolanos cansados de los mismos líderes. Las marchas en Caracas atrajeron a lo sumo unos pocos miles de personas.
Enaim Trejo, una estudiante de 21 años, fue una de las desmoralizadas por la incapacidad de la oposición para ponerse de acuerdo sobre una estrategia.
Trejo dijo que el año pasado se centró en sus estudios y pasó gran parte de su tiempo libre buscando alimentos y medicamentos escasos para su familia.
El miércoles, volvió a las calles, aunque no fue sin costo.
Después de que la policía antidisturbios atacara a la multitud en la plaza Altamira de Caracas, disparando balas de goma y latas de gas lacrimógeno, dijo que un oficial la agarró, la tiró al suelo y le robó el móvil.
“Por la libertad de nuestro país, no quiero más a Maduro. Sufrimos mucho”, dijo, minutos después, llorando.
A diferencia de las protestas anteriores, que atrajeron a una multitud principalmente de clase media, la marcha del miércoles atrajo a los venezolanos de todas las clases sociales.
El lunes, una breve revuelta militar provocó protestas en barrios pobres que solían ser un bastión de apoyo gubernamental.
Muchos venezolanos humildes ahora viven sin agua corriente y sufren frecuentes cortes de energía. Las entregas estatales de cajas con alimentos subsidiados, conocidas como CLAP, se retrasan cada vez más en llegar y los salarios equivalentes a unos pocos dólares al mes apenas cubren las compras de un día.
En una marcha pro Maduro el miércoles, los organizadores repartieron paquetes con un cruasán, un poco de jugo y una naranja a los varios miles que acudieron, muchos de ellos empleados públicos con camisas rojas con el nombre de su ministerio.
Varias personas dijeron que Guaidó no presentaba una alternativa viable a Maduro y expresaron su preocupación por la intromisión en el país por parte de los Estados Unidos.
“Estamos cansados de la misma mierda, dependiendo de una caja CLAP, esto no es posible, un sueldo no alcanza nada”, dijo un manifestante el miércoles, con una máscara sobre su cara y sosteniendo trozos de concreto en las manos. No quiso dar su nombre.
Los organizadores de la oposición dicen que querían evitar la violencia que caracterizó las protestas de 2017, aunque en algunas partes de Caracas, los manifestantes quemaron vehículos y basura. Grupos locales de derechos humanos dicen que al menos 16 personas han muerto en todo el país en lo que va de la semana en protestas asociadas a las manifestaciones.
Enfrentarse con la policía solo le da al gobierno una excusa para tomar medidas enérgicas y permite a Maduro atacar a los manifestantes, dijeron los organizadores.
La violencia y el riesgo de lesiones a menudo impedían que las personas mayores y las familias asistieran.
En un momento durante la protesta en la plaza Altamira, en el este de Caracas, una multitud caminó hacia un grupo de policías en motocicletas, con los brazos extendidos, lanzando consignas como “libertad”, hasta que estuvieron cara a cara.
La policía se retiró y la multitud celebró.
“Cuando usamos la violencia, la gente se regresó con miedo y molesto” a casa, dijo Nelson Álvarez, un organizador de la manifestación en el vecindario de La Urbina, al este de Caracas. “Esta vez, se regresaron con el sentimiento de logro”.