Shanghái se propone como una excepcional candidata para ser la ciudad del siglo XXI, aunque para lograr la meta, una ciudad global debe exhibir poder y autoridad en finanzas, comercio y negocios, y poder intangible: un centro de aprendizaje, de las artes, y fuente de inspiración a nivel mundial.
La globalización y ser un actor global, puede ser desafiante e impredecible.
Hoy en día, en este siglo XXI, la pregunta sigue siendo por qué Europa, el pequeño extremo de tierra en la parte final occidental del continente Euroasiático, emergió como un poder global dominante hace 600 años. El gran explorador mundial, Zheng He, precedió a los exploradores europeos por varias décadas; comandó una flota mucho más grande, sus viajes fueron de mayor alcance y, en general, su tecnología de navegación y conocimientos prácticos eran inigualables.
Las primeras exploraciones marítimas portuguesas ocurrieron después, pero como lo demuestra la serie de la CCTV “El Ascenso de las Grandes Potencias”, la gran diferencia es que existió una sucesión de exploradores. Este proceso, una vez empezado, tuvo continuidad. Después de los primeros exploradores portugueses, vinieron los españoles, daneses, británicos y franceses. De ahí que por ejemplo, el nombre de Vasco da Gama suele ser bastante conocido, mientras que el nombre de Zheng He es poco renombrado fuera de China. La razón es que Vasco da Gama inició algo que continuó durante siglos, mientras que Zheng logró una proeza impresionante que no se repitió y que, por lo tanto, no condujo a nada.
El ascenso de Europa alcanzó su apogeo en el siglo XIX, después de las revoluciones Francesa e Industrial, en donde principalmente, Gran Bretaña y Francia, dominaban al mundo, tecnológica, militar, social, política y culturalmente. Este fenómeno quedó resaltado, entre otras cosas, por la primer Expo Mundial llevada a cabo en la historia en Londres, en 1851, bajo el siguiente título: “Gran Exhibición de Obras Industriales de Todas las Naciones”. Esta expo consagró el nuevo mundo de la industria y la culminación de varias décadas de revolución industrial.
Aunque existían varias grandes ciudades en el siglo XIX -Londres, Berlín, Viena, etc.-, fue París la que se ganó la designación de la Ciudad del Siglo XIX. Este reconocimiento fue el precursor de la celebración de la Expo Mundial en París, en 1889, rememorando los 100 años de la Revolución Francesa y la inauguración de la Torre Eiffel, símbolo universal de París desde entonces. París también fue la ciudad internacional del siglo XIX, trascendiendo al siglo XX, debido a que atrajo a numerosos artistas, filósofos, arquitectos, líderes de pensamiento político, y por supuesto, financieros y comerciantes de todo el mundo. Los líderes chinos como Zhou Enlai, Zhang Shenfu, Liu Qingyang, Zhao Shiyan, Chen Gongpei, Cai Hesen, Li Lisan, Chen Yi, Nie Rongzhen, Guo Longzhen, y por supuesto, Deng Xiaoping, fueron algunos de esos líderes atraídos por el magnetismo parisino y que vivieron temporalmente en esta ciudad.
Así como Europa comenzó a sentirse desafiada a principios del siglo XX por el ascenso del poder estadounidense, también París, aunque retuvo su glamur durante décadas, quedó reemplazada por Nueva York, la cual emergió como una ciudad global en el siglo XX. Su Expo Mundial en 1939/40 quedó evidentemente eclipsada por la inminente guerra, aunque la victoria, confirmó definitivamente a los Estados Unidos como una superpotencia. La Expo Mundial de Nueva York en 1964, la cual visité personalmente, porque en ese entonces tenía una novia que trabajaba como guía oficial en el pabellón español, permitió que muchos países y compañías pagaran tributo a la ciudad que representaba el centro del poder de los Estados Unidos.
En los años 80, mientras la economía japonesa crecía enormemente y su influencia parecía expandirse a todos los rincones del mundo, y también el arquitecto Kenzo Tange dejaba su impresionante legado en la construcción de nuevas edificaciones, parecía que Tokio se convertiría en la ciudad del siglo XXI. Sin embargo, abruptamente en los años 90, mientras la economía japonesa se estancaba, la sociedad y Tokio en particular tuvieron un retroceso y, de ahí, dieron marcha atrás para convertirse en una secuela de París y Nueva York.
Uno de los principales desarrollos a finales del siglo XX, y principios del XXI, ha sido el resurgimiento de China como un actor global y el renacimiento de Shanghái como una ciudad mundial. Shanghái se propone como una excepcional candidata para ser la ciudad del siglo XXI, recibiendo la estafeta de París y Nueva York. Para lograr esta meta, China debe de aprender de su propia historia, del éxito de París y Nueva York y del fracaso de Tokio. Una ciudad global debe exhibir poder y autoridad en finanzas, comercio y negocios, pero también poder intangible: un centro de aprendizaje, de las artes y fuente de inspiración a nivel mundial.
El haber visitado Shanghái por tres décadas me hace pensar que la ciudad puede lograrlo. La Expo Mundial de Shanghái, en 2010, pudiera ser el evento que consagre esta aspiración.