La presidenta electa de Brasil ha manejado hábilmente una gran coalición a través del proceso de transición, impuso su propia marca en la economía y política exterior, y comenzó a emerger de la sombra del enormemente popular Lula.
Brasilia. Cualquiera que espere que Dilma Rousseff lidere un débil gobierno manejado por el saliente presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, cuando se convierta en la primera mujer en presidir Brasil el próximo mes, debería volver a pensarlo.
Pese a no tener experiencia previa en cargos de representación popular, Rousseff ha manejado hábilmente una gran coalición a través del proceso de transición, impuso su propia marca en la economía y política exterior y comenzó a emerger de la sombra del enormemente popular Lula.
Su claro despliegue de liderazgo presidencial y señales de una sólida alianza en su bloque de 10 partidos podrían significar más estabilidad política en adelante para la ex activista de izquierda, contra los pronósticos de la mayoría de los expertos.
Para adelante, el gran desafío pendiente será cultivar apoyo genuino entre los brasileños, muchos de los cuales votaron por ella simplemente porque Lula la eligió para sucederlo.
"Aún necesitamos verla actuar al calor de la acción, pero los primeros indicios son positivos. La transición va más rápido de lo esperado", declaró Rafael Cortez, analista político de la consultora Tendencias en Sao Paulo.
Rousseff, quien asumirá el cargo el 1 de enero, ha nombrado miembros de gabinete experimentados hasta el momento, evitando las potencialmente dañinas disputas entre aliados que afectaron a gobiernos anteriores.
Las peleas entre socios de coalición durante el primer mandato de cuatro años de Lula retrasaron la agenda legislativa y elevaron la incertidumbre sobre la dirección de la política económica.
El ambiente ponzoñoso fue el punto inicial de un escándalo de pagos por votos que llevó a Lula al borde de ser impugnado en 2005.
Rousseff hereda un ambiente económico y político mucho más favorable, con una creciente economía del país que significa que administrar la abundancia -es decir, mantener a raya la inflación y el gasto- será su primera actividad primordial.
Todo bien con la coalición. El Partido de los Trabajadores (PT) de Rousseff retuvo los puestos económicos y políticos más influyentes, incluyendo el clave ministerio de Finanzas. El partido de centro Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), su mayor aliado, obtuvo cinco carteras con grandes presupuestos, contando energía, seguridad social y agricultura.
"El gobierno nos dio los ministerios que mejor encajaban para el PMDB", dijo el senador Garibaldi Alves.
Los consejos de Lula, experto en política, ayudaron a Rousseff, mientras que el PT maduró y se volvió más pragmático desde la primera vez que llegó al poder, ocho años atrás.
A diferencia de los primeros días de Lula, cuando sus partidarios de izquierda reprobaron las políticas favorables al mercado y las alianzas con conservadores, el PT ahora comparte el apoyo de Rousseff a la autonomía del Banco Central y la estricta disciplina fiscal.
Pero quizás el mayor activo de Rousseff para asegurar la cohesión del gobierno y el apoyo del Congreso es que Michel Temer, jefe del PMDB, también es su vicepresidente.
Exigir negociar con Temer únicamente en vez de líderes partidistas rivales fue clave para que el partido, usualmente dividido, cerrara filas.
En el Senado, los 20 legisladores del PMDB conformarán la mayor parte de la mayoría de 61 escaños del Gobierno para el próximo año. En la Cámara de Diputados, la cámara baja del Congreso, el PMDB es la segunda mayor fuerza.
Ese apoyo será esencial para aprobar impopulares recortes de gastos y una reforma tributaria propuesta por Rousseff.
Los mercados financieros parecen concordar en que hay un paisaje benigno para el gobierno de Rousseff, mostrando poca volatilidad tras los nombramientos de su gabinete.
Distanciándose de Lula. Rousseff ya indicó que tiene sus propias ideas sobre política económica al anunciar un retiro gradual de las medidas de estímulo fiscal y una reducción del gasto.
La presidenta electa también criticó el enfoque hacia Irán de Lula, quien buscó mediar sobre el programa nuclear de Teherán y causó molestia en Washington. Rousseff dijo que Brasil erró al abstenerse de una resolución de Naciones Unidas condenando la política iraní sobre muerte por lapidación.
Pero podría haber pruebas más difíciles a su liderazgo. Una economía que comenzó a desacelerarse y la probable oposición de sindicatos a las propuestas limitaciones de pensiones y salarios podría minar el apoyo que fue apuntalado por la popularidad de Lula.
A diferencia de Lula, quien reunió apoyo popular mediante su cercanía con la gente común, Rousseff carece de carisma y suele tener dificultad para conectarse con su audiencia.
Desde su elección, Rousseff apenas ha aparecido en público y anunció las elecciones de su gabinete mediante comunicados escritos.
"Su principal desafío es su personalidad. Ella puede saber hacer su trabajo pero ahora necesita aprender cómo venderlo", dijo Jose Luciano Dias, un consultor político de Brasilia.