Esta misión se inició luego que la alianza internacional derrocara al Gobierno talibán, que cobijó a los cerebros de los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra ciudades estadounidenses.
La coalición OTAN, liderada por Estados Unidos en Afganistán, terminó este domingo formalmente su misión de combate, más de 13 años después de que una alianza internacional derrocó al Gobierno talibán que cobijó a los cerebros de los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra ciudades estadounidenses.
Unos 13.000 soldados extranjeros, en su mayoría estadounidenses, permanecerán en el país bajo una nueva misión de dos años denominada "Apoyo Firme" que continuará con el entrenamiento de la coalición a las fuerzas de seguridad afganas.
El ejército y la policía afganas pasan dificultades para luchar contra los insurgentes talibanes que este año han matado a un número récord de afganos.
"Hoy supone el fin de una era y el inicio de una nueva", dijo el general estadounidense John Campbell, comandante de la Fuerza de Asistencia de Seguridad Internacional (ISAF, por su sigla en inglés), en la ceremonia que marcó el término de la misión en el cuartel del organismo en Kabul.
"Seguiremos invirtiendo en el futuro de Afganistán", agregó Campbell.
Desde 2001, casi 3.500 soldados extranjeros han muerto en la guerra afgana, entre ellos unos 2.200 estadounidenses. El fallecido líder de al Qaeda Osama bin Laden tenía fuertes lazos con los talibanes, que le permitieron a él y a otros miembros de su red mundial esconderse en Afganistán.
Los talibanes han lanzado ataques cada vez más mortíferos en el último año.
Casi 3.200 civiles afganos murieron en el conflicto entre el grupo militante y el ejército en 2014, y más de 4.600 militares y policías afganos han muerto en los ataques.
Para el nuevo presidente de Afganistán, Ashraf Ghani, mantener el control del Gobierno sobre el territorio y evitar un mayor deterioro de la seguridad son las principales prioridades.
La ISAF dijo que había ocultado los detalles de la ceremonia del domingo hasta el último momento por temor a que los insurgentes pudieran intentar atacar con morteros.