En el III Congreso del PSUV se ha sentado la base que abre la puerta a Nicolás Maduro a implementar medidas rigurosas para solucionar los problemas que afronta Venezuela. DW habló con analistas del acontecer venezolano.
Dada la importancia de Venezuela como potencia petrolera y Estado deudor, no es de extrañar que muchos –dentro y fuera de Latinoamérica y el Caribe– estén atentos a lo que ocurre por estos días en la nación sudamericana.
Allí culmina este jueves (31.7.2014) el tercer congreso del partido de gobierno, percibido por algunos analistas como un evento decisivo para poner fin a las pugnas internas del chavismo y consolidar el liderazgo del presidente Nicolás Maduro; dos condiciones sin las cuales el “hombre fuerte” de Caracas no se atrevería a implementar medidas rigurosas para enfrentar la descomunal crisis que aflige al país.
Maduro no se arriesgaría a tomar decisiones impopulares para solucionar problemas como el desabastecimiento generalizado, los desequilibrios económicos, el deterioro infraestructural y la inseguridad pública hasta que su autoridad en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) no estuviera asegurada.
En este congreso Maduro fue nombrado presidente del PSUV durante la inauguración, lo que constituye probablemente el suceso más importante del encuentro que por lo demás ha transcurrido sin anuncios de alto impacto .
Ajustes de alto impacto. “Eso no es raro. En los congresos de los partidos únicos y hegemónicos no se suelen tomar decisiones, sino reafirmar por aclamación las medidas aprobadas previamente por las cúpulas”, asegura el politólogo Jesús Azcargorta, cuyo libro Los partidos monopólicos latinoamericanos hace un estudio comparado del Partido Comunista de Cuba, el Partido Revolucionario Institucional de México, el Frente Sandinista de Nicaragua y el actual partido de Gobierno venezolano. A Ivo Hernández, catedrático del Instituto de Ciencias Políticas de la Universidad de Münster, tampoco le sorprende que el congreso del PSUV finalice sin generar noticias.
“En la prensa no se va a leer nada relevante sobre lo que se discutió en ese evento porque lo que allí se trató tiene que ver con el metapoder, con la refrendación del liderazgo de Maduro, cuya misión prioritaria –avalada por los Gobiernos de Cuba y China– será decretar un paquete económico con medidas que le causarán mucho sufrimiento a la población. En octubre se le vencen deudas importantes al Estado venezolano. Por eso, en los próximos tres meses, Maduro deberá conseguir lo que mandatarios venezolanos más avezados no pudieron: eliminar el subsidio de la gasolina que asciende a US$20.000 millones al año”, explica Hernández.
Pacto de supervivencia. “Los tumultos que tuvieron lugar entre el 27 de febrero y el 8 de marzo de 1989, atizados por la ultraizquierda venezolana en cooperación con el líder cubano Fidel Castro y conocidos como ‘el Caracazo’, estallaron por un aumento de 0,25 bolívares en el precio de la gasolina. Ahora Maduro tendrá que decuplicar su precio. Además, Maduro deberá unificar la paridad cambiaria entre el dólar y el bolívar, alineándola con el valor más alto –lo cual traerá una devaluación brutal de la moneda venezolana– y aplicar una reforma fiscal”, señala Hernández, coincidiendo con Azcargorta en que Maduro debe dar la apariencia de que no le temblará el pulso al hacerlo.
“Maduro es muy débil políticamente, no tiene don de mando, pero el estamento castrista de Cuba sabe que su supervivencia depende de él. De ahí que La Habana haya optado por apuntalar su gestión recurriendo a una vieja fórmula estalinista: encumbrar a Maduro como líder del partido de gobierno. Aquí lo que hay es una gran razón económica disfrazada con una fachada política.
El PSUV fue creado por el difunto Hugo Chávez durante una transmisión de su programa televisivo ¡Aló, Presidente! Este es un partido artificial que surgió, no a partir de una necesidad real, sino por recomendación de Fidel Castro”, sostiene el experto de Münster.