El mensaje, sugerido en declaraciones antes y después del sorprendente anuncio de dimisión el lunes, suena como un reproche velado a los cardenales que compiten por influencia en el próximo cónclave y en el papado que producirá.
Ciudad del Vaticano, Reuters. El Papa Benedicto XVI está redactando su último mensaje para la Iglesia Católica en el que pide a los líderes de la institución que dejen de lado las rivalidades y sólo piensen en la unidad de la fe.
El mensaje, sugerido en declaraciones antes y después del sorprendente anuncio de dimisión el lunes, suena como un reproche velado a los cardenales que compiten por influencia en el próximo cónclave y en el papado que producirá.
Sus vagos comentarios también podrían ser indicios de que fueron las luchas de poder internas del Vaticano, como las que fueron develadas en el escándalo de filtraciones de documentos de la Santa Sede el año pasado, las que lo llevaron a tomar la decisión casi sin precedentes de renunciar al liderazgo de la mayor iglesia del mundo.
Benedicto XVI, de 85 años, dejará su cargo el 28 de febrero, lo que dará paso al cónclave -la elección papal a puertas cerradas- a mediados de marzo sin un claro favorito y con varias facciones que ya están expresando sus ideas sobre cómo debería ser el nuevo pontificado.
El Papa alemán instó el miércoles a los fieles a "mostrar la cara de la Iglesia y cómo a veces esta cara se desfigura".
"Estoy pensando particularmente en pecados contra la unidad de la Iglesia, acerca de divisiones en el cuerpo de la Iglesia", manifestó.
"Superar el individualismo y la rivalidad es una señal de humildad", agregó durante su última misa pública ofrecida en la Basílica de San Pedro.
Los diarios italianos, que por estos días están examinando cada palabra pronunciada por Benedicto XVI, pusieron especial atención a los términos "cara desfigurada" y "rivalidad" y el diario Corriere della Sera los describió como "señales lanzadas al cónclave".
Sodano versus Bertone. Varios analistas destacaron la conocida rivalidad entre el cardenal Angelo Sodano, ex secretario de Estado de la Santa Sede bajo el papado de Juan Pablo II, y el actual número dos del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone.
Sodano, decano del Colegio de Cardenales que ayudará en los preparativos para el cónclave, nunca ha ocultado su desdén por Bertone, una figura involucrada en varios escándalos cuyo rol como chambelán del Vaticano es organizar los eventos previos a la elección del nuevo Papa.
Desde que lo sucedió en el 2006, Bertone removió a varios de los protegidos de Sodano de su poderoso Secretariado de Estado, despachándolos en puestos diplomáticos en el exterior o cargos menos centrales dentro del propio Vaticano.
El bando de Sodano ha culpado a la supuesta mala gestión de Bertone por muchas de las crisis del papado de Benedicto XVI, desde el desafortunado sermón en Ratisbona en el 2006 que enojó a los musulmanes al robo de documentos que generó el escándalo de "Vatileaks".
Los documentos filtrados publicados en mayo en el libro "Su Santidad" relataban casos de corrupción y enemistades dentro de los muros del Vaticano y muchos de ellos reflejaban fuertes reacciones contra Bertone y sus más cercanos aliados.
Tras revisar sus agendas cuidadosamente, el diario romano La Repubblica reportó que tanto Sodano como Bertone lanzaron "una ronda de contactos con los cardenales más influyentes" en antelación a la elección del Papa que se realizaría a mediados de marzo.
En una decisión poco destacada en el 2007, Benedicto XVI cambió las reglas del cónclave de 1996 emitidas por Juan Pablo II para imponer nuevamente la mayoría tradicional de dos tercios necesaria para elegir a un Papa.
Las disposiciones de Juan Pablo II indicaban que los cardenales podían cambiar a una mayoría simple si alcanzaban un punto muerto luego de 13 días de votaciones, una medida que Benedicto XVI consideró que podría llevar a un pontificado en disputa.
Existe preocupación por la renuncia de Benedicto XVI porque se convertirá en el primer ex Papa vivo desde los amargos cismas de la Edad Media, lo que lo dejaría al centro de una oposición a su sucesor, aunque el mismo Pontífice dijo el jueves que se retiraría a la oración y estaría "aislado del mundo".