Es frecuente que en las elecciones triunfen los candidatos que se ubican en el centro y pierdan quienes están en los extremos. Pero en la elección presidencial del 10 de abril, en el Perú ocurrió lo contrario.
Triunfó el más izquierdista de los candidatos (Ollanta Humala, de Gana Perú), con 31,7% de los votos, y en segundo lugar quedó la más derechista (Keiko Fujimori, de Fuerza 2011) con 23,3% de los votos, de acuerdo con el conteo rápido realizado por la asociación civil Transparencia, al 100% de la muestra. Ambos sumaron 55,0% de los votos y disputarán el balotaje el 5 de junio próximo.
Los candidatos de centro y derecha no radical, el ex presidente Alejandro Toledo, de Perú Posible; el ex alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio, de Solidaridad Nacional, y el financista Pedro Pablo Kuczynski, de Alianza para el Gran Cambio, sumaron 44,1%, según la misma fuente.
La disputa preelectoral fue inédita y tuvo grandes cambios y sorpresas durante tres meses de campaña muy intensa. A solo tres semanas del día de la votación, se llegó a producir un insólito quíntuple empate en el primer lugar de la intención de voto, en un hecho sorprendente que ha mostrado una inédita fragmentación, el resultado de la ausencia de un sistema de partidos que sirva de referente a los ciudadanos para sus actitudes y conductas electorales.
El nacionalismo de Humala y el fujimorismo de Keiko Fujimori proponen modelos políticos muy parecidos, pero se diferencian mucho en sus propuestas de programa económico.
En lo político, el nacionalismo plantea un cambio de la Constitución, algo que el fujimorismo ya hizo en 1993, ambos con el claro propósito de lograr un mayor control político del Estado y la sociedad. El nacionalismo y el fujimorismo son autoritarios y sus programas políticos pasan por una asociación con los militares, hasta el punto de militarizar la sociedad.
Humala y Fujimori son populistas que en el campo simbólico de la dramaturgia de la política interpretan a personajes o héroes que enfrentan algo amenazante para beneficio de los pobres. Humala es el héroe que enfrenta un modelo político y económico desprestigiado para favorecer a los pobres; Fujimori es la heroína que denuncia a los sucesores de Alberto Fujimori en la presidencia del país, por no haber otorgado a los marginados los beneficios que les daba su padre. En otras palabras, populismo puro.
Clásico y de izquierda el de Humala. Neopopulismo de derecha el de Fujimori, quien ha demostrado ser una buena alumna de su padre, padre también del populismo peruano, una versión nacional y adaptada del padre del populismo latinoamericano: Juan Domingo Perón. En resumen, en lo político el nacionalismo y el fujimorismo se definen como proyectos políticos autoritarios y populistas.
Keiko Fujimori representa la herencia política del gobierno de su padre, Alberto Fujimori, quien ha seguido la campaña desde la prisión, donde cumple sentencias por corrupción y violación de derechos humanos. Por lo tanto, representa la corrupción y el autoritarismo del fujimorismo.
El voto logrado por Humala y Fujimori corresponde a peruanos pobres y muy pobres de zonas urbanas y rurales, dueños de los niveles educativos más bajos de la sociedad peruana, y profundamente inconformes con el sistema político y económico imperante, es decir, con los atributos indispensables para que el populismo les resulte atractivo, y sin la más mínima cultura política como para aceptar proyectos autoritarios de buen agrado.
Entre los fundamentos políticos y propuestas concretas del plan de gobierno de Ollanta Humala se destaca que el nacionalismo es una “alternativa democrática”; se propone “un programa político de cambio radical”; se asume el compromiso de “culminar la construcción del Estado nación democrático”; se propone “transformar el Estado con una nueva Constitución para hacerlo descentralizado y participativo”; se plantea una “ley de comunicaciones audiovisuales que establezca un reparto equitativo y plural de los medios entre distintas formas de propiedad: privada, pública y social”, entre otros temas de interés.
Respecto al modelo económico, las diferencias entre Humala y Fujimori son profundas. El modelo estatista del nacionalismo de Humala propone construir un nuevo modelo de desarrollo que es la “economía nacional de mercado”, asignar un papel dominante a la inversión privada nacional y no a la inversión extranjera; la revisión de todos los tratados de libre comercio que se opongan al ejercicio de la voluntad soberana del Perú; la recuperación de la soberanía sobre los recursos naturales; la nacionalización de las “actividades estratégicas” como la energía eléctrica, los hidrocarburos, el gas, los servicios públicos, el espacio aerocomercial y los puertos, entre otros. Por último, el plan establece que se creará una empresa de telecomunicaciones del Estado.
El modelo suena conocido y tiene nombre propio: Hugo Chávez, con quien Ollanta Humala tiene mucha afinidad y por quien guarda gran simpatía, la misma que también tributa al general Juan Velasco, quien dio un golpe militar en 1968 con el mismo programa, que fue un gran fracaso y sumió al país en mayor pobreza y desesperanza.
La propuesta de modelo económico de Keiko Fujimori es la continuidad del modelo de mercado, propuesta compartida con los tres candidatos que no pasaron al balotaje, de quienes ella esperaría transferencia de votos en el balotaje, debido a la afinidad en este tema. Este modelo ha permitido un significativo crecimiento en los últimos años y ha generado cierta ilusión en algunos sectores de la sociedad peruana, mientras otros consideran que no han recibido el beneficio del crecimiento.
Veinte millones de peruanos se encuentran nuevamente en un dilema, en una encrucijada para decidir el futuro de la nación; la campaña que se viene será muy dura, un cuerpo a cuerpo y guerra sin cuartel, que concluirá en el balotaje del domingo 5 de junio.