Gustavo Petro, un exguerrillero del desmovilizado grupo M-19, está detrás del derechista Iván Duque para las elecciones del domingo y aunque no gane la contienda para remplazar al presidente Juan Manuel Santos, sus ideas radicales están cobrando fuerza.
Bogotá. Ante una multitud en la pequeña ciudad industrial de Yumbo, al suroeste de Colombia, el candidato presidencial izquierdista Gustavo Petro lanzó una propuesta: comprar una inmensa extensión de tierra en donde el magnate Carlos Ardila Lulle cultiva caña para producir azúcar y etanol.
“Bonito sería el gesto, que (Ardila Lulle) decidiera una vez la Colombia Humana sea gobierno, vender su hacienda de Incauca al Estado para que la entregue al pueblo campesino”, aseguró el exalcalde de Bogotá.
La multitud gritó y aplaudió celebrando la inédita idea en un país con profundas diferencias entre ricos y pobres que históricamente ha sido gobernado por líderes de derecha o de centroderecha, y en donde la izquierda sólo ha accedido al poder local y regional en los últimos años.
Aunque las FARC y otros movimientos de izquierda llevan mucho tiempo reclamando tierras para los más pobres, han tenido poca tradición política. Incluso partidos de izquierda más urbanos han enfrentado divisiones por sus luchas internas.
“Por eso me gusta la propuesta de Petro, no es decir que se quitaran las tierras a los latifundistas, es invitarlos a hacerlas productivas, generando empleos, mejorando la calidad de vida de quienes entran a trabajar allí”, dijo en Bogotá Margarita Velosa, una profesora universitaria de 52 años.
Petro, un exguerrillero del desmovilizado grupo M-19, está detrás del derechista Iván Duque para las elecciones del domingo y aunque no gane la contienda para remplazar al presidente Juan Manuel Santos, sus ideas radicales están cobrando fuerza.
La izquierda, dividida hasta ahora, nunca había estado tan cerca de ganar la presidencia o de tener influencia en el Congreso, frente a una tradicional derecha que se centra en la seguridad y economía de libre mercado.
Pero la firma del acuerdo de paz en 2016 con la exguerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que acabó cinco décadas de conflicto, ha cambiado las prioridades de muchos votantes y abierto camino para la izquierda en las urnas.
La pobreza, la desigualdad, la educación, la salud y la corrupción comienzan a remplazar a la seguridad como las preocupaciones más apremiantes para millones de ciudadanos.
Apuesta a futuro. Si bien la izquierda sigue siendo diversa y abarca tanto a exguerrilleros como a tecnócratas progresistas, un buen desempeño de Petro puede sentar las bases para un movimiento más dinámico en futuras elecciones.
El candidato, quien como alcalde de Bogotá fue polémico por un escándalo en el sistema de recolección de basuras que lo sacó temporalmente del cargo, está 12 puntos porcentuales por debajo de Duque según el último sondeo.
“El apoyo a Petro es indicativo de una creciente insatisfacción populista con el status quo”, dijo Sergio Guzmán, analista principal de Control Risk para Colombia, quien aseguró que muchos votantes están cansados de las desigualdades económicas y los escándalos de corrupción.
“A menos que las elites puedan abordar esos problemas estructuralmente, la frustración probablemente persistirá hasta el 2022 y tal vez hasta el 2026”, explicó.
Petro dijo a Reuters en una reciente entrevista que el control político de las elites ha dejado marginados a millones de colombianos de la riqueza e impedido una nación cohesionada.
Muchos analistas dicen que el avance de la izquierda recaerá en los votantes jóvenes sin recuerdos personales del conflicto que están hastiados de una cúpula salpicada por escándalos de corrupción e indiferente ante la desigualdad.
“Hay una falta de credibilidad para la clase política que siempre ha estado en el poder”, dijo Emanuel Peña, un estudiante de veterinaria de 25 años. “Y eso te hace pensar que un cambio hacia la izquierda, incluso si no es radical, es necesario y muy posible”.
Pero el mayor desafío para la izquierda viene desde adentro: las luchas ideológicas entre partidos a menudo han obstaculizado las coaliciones. Una broma bien conocida dice que la izquierda es “reunida, no unida”.
Y a pesar de su éxito reciente, Petro no es universalmente aceptado incluso en la izquierda. Candidatos más favorables a las empresas, como Sergio Fajardo, que es el tercero en las encuestas, se han negado a unir fuerzas con el exalcalde.
“Si la izquierda quiere ganar en 2022, ahora deben ponerse de acuerdo en una plataforma unida, una estructura de liderazgo clara y un mensaje disciplinado. Hasta ahora, ha sido más como una orquesta de solistas, donde cada candidato tiene sus problemas individuales”, afirmó Guzmán de Control Risk.
Tendencia creciente. El creciente éxito en las elecciones locales y regionales puede ser la clave para obtener más apoyo, dijo Óscar Palma, profesor de política de la Universidad de Rosario en Bogotá.
“Independiente de Petro, independientemente de las elecciones presidenciales, incluso del acuerdo de paz con las FARC, hemos visto una tendencia creciente para la izquierda. Creo que es un proceso que podría seguir creciendo”, aseguró.
La izquierda tiene historia en Colombia, pero un poco trágica.
El candidato presidencial liberal Jorge Eliécer Gaitán, un famoso orador que criticó la desigualdad, fue asesinado en 1948 en un incidente que desató violencia e inspiró a grupos rebeldes como las FARC.
El primer intento de las FARC de fundar un partido -La Unión Patriótica- terminó con el asesinato de unos 5.000 militantes a manos de paramilitares de derecha en la década de 1980.
Muchos colombianos asocian partidos izquierdistas con grupos guerrilleros que aterrorizaron al país con secuestros, asesinatos y atentados, especialmente con exrebeldes como Petro. La ideología sigue siendo “satanizada”.
“Todavía no hemos superado la idea de que la izquierda significa guerrillas armadas”, dijo Palma.
En otros países de América Latina, como El Salvador y Nicaragua, los grupos rebeldes ganaron con el paso de los años el poder en las urnas.
Sin embargo, el nuevo partido creado por los líderes de las FARC -algunos de los cuales probablemente enfrentarán tribunales por crímenes de guerra- fue desairado en las elecciones legislativas de marzo, con una escasa votación.
La oposición al acuerdo de paz con las FARC es un tema que divide a la sociedad y Duque ha prometido modificarlo. Las bandas criminales se han expandido a regiones que alguna vez ocuparon y controlaron los exrebeldes ahora desmovilizados.
Esa polarización y el temor a que el acuerdo de paz haya empeorado las cosas, sumado a la percepción de que es necesario mantener la izquierda a raya, favorece a Duque.
El colapso económico de la vecina Venezuela bajo un gobierno socialista le ha permitido a Duque explotar la teoría de que una victoria de la izquierda sería un desastre.
Los políticos de derecha acusan a Petro de representar el “Castrochavismo”, una referencia de las filosofías políticas de los fallecidos líderes de Cuba, Fidel Castro y de Venezuela, Hugo Chávez. Más de medio millón de venezolanos vive en Colombia, muchos llegaron huyendo de la crisis a pie, en busca de alimentos, atención médica, vivienda y trabajo.
Mientras Colombia busca impulsar su desacelerada economía, las angustiosas historias de refugiados avivan el fuego de un dramático mensaje contra la izquierdista.
“Colombia no está preparada para convertirse en una sociedad socialista o comunista, lo que nos llevaría al mismo caos que Venezuela está viendo”, dijo Jesús López, de 54 años, luciendo una camiseta de Duque antes de un mitin en el departamento de Chocó, una zona golpeada por la pobreza y la violencia de las bandas criminales y la guerrilla del ELN.