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Emilio Lozoya, ¿en problemas?... Conozca las razones de la improbable caída del ex "mirrey" de Pemex
Miércoles, Enero 10, 2018 - 06:58

Quienes conocen a Lozoya coinciden en un adjetivo al describirlo: arrogante. "Mira sin mirar, como si estuviera mirando al piso y levantara los ojos desde ahí. Vive en una burbuja", dice un empleado de Pemex. Su actitud displicente con subalternos y empresarios ha empeorado su situación jurídica, dicen algunos periodistas que siguen el caso. Hermético y distante, de ademanes flemáticos y sofisticados, sonríe sin mostrar los dientes. Lozoya comparte una observación que se repetía sobre el altura de Carlos Salinas de Gortari cuando era presidente (sin ser tan pequeño como este): “parece más alto de lo que realmente es”. No se pierda este perfil sobre el hombre clave detrás de los últimos escándalos de corrupción en México.

Por los días en que Emilio Lozoya Austin era elegido como un Líder Joven Global por el Foro Económico Mundial, millones de dólares entraban a la cuenta de Latin American Asia Capital Holding en las Islas Vírgenes Británicas, un paraíso fiscal. Las instrucciones para el depósito eran de Lozoya, y el depositario era una empresa fachada de Odebrecht que distribuía sobornos, según la delación que hizo Luis Alberto de Meneses Weyll, ex director en México de la empresa, a las autoridades brasileras.

Era marzo de 2012 y Lozoya todavía no era el director de Petróleos Méxicanos (Pemex), pero ya jugaba un papel fundamental en la campaña del actual presidente Enrique Peña Nieto, como coordinador de Vinculación internacional. Luis Videgaray, el hoy secretario de Relaciones Exteriores, y compañero universitario de Lozoya, los había presentado años antes, cuando este apenas tenía 30 años y el próximo presidente era el gobernador del Estado de México. El currículo de Lozoya ya incluía dos carreras universitarias, una maestría en Harvard, un paso por organismos públicos como el Banco de México, el BID y el Foro Económico Mundial, y grandes conexiones empresariales y sociales.

Su papel en la gobernación de Peña Nieto y en la campaña presidencial fue determinante para su designación en Pemex, a fines de 2012. Llegaba un tecnócrata a la paraestatal, se decía unánimemente. Todavía no había estallado el escándalo mundial de Odebrecht, con quien Lozoya tenía relación desde 2009, ni tampoco el de OHL, del que también hacía parte como miembro años antes del Consejo de Administración de la empresa española.

Emilio Lozoya Austin permaneció cuatro años en la dirección de la compañía, hasta que los señalamientos de corrupción y despilfarro lo obligaron a renunciar en un ambiente enrarecido por la peor crisis financiera que había vivido la empresa desde su origen. Su renuncia marcó el inicio de la improbable caída de un alfil y promesa del priismo (el Partido Revolucionario Institucional -PRI-, que ha gobernado México desde 1917, sin contar dos periodos que fue derrotado por el PAN).

Los privilegios del mirrey

"Pero mire, lo digo con mucha humildad: tengo recursos y tiempo para romperles la madre", le respondió Lozoya a una periodista, según una publicación del diario El Sol de México, cuando esta le preguntó cómo le había ido en la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade), después de una denuncia por parte del partido PRD.

Quienes conocen a Lozoya coinciden en un adjetivo al describirlo: arrogante. "Mira sin mirar, como si estuviera mirando al piso y levantara los ojos desde ahí. Vive en una burbuja", dice un empleado de Pemex. Su actitud displicente con subalternos y empresarios han empeorado su situación jurídica, dicen algunos periodistas que siguen el caso.

Hermético y distante, de ademanes flemáticos y sofisticados, sonríe sin mostrar los dientes. Lozoya comparte una observación que se repetía sobre el altura de Carlos Salinas de Gortari cuando era presidente (sin ser tan pequeño como este): "parece más alto de lo que realmente es".

A Emilio Lozoya, casado con una heredera de fortunas alemanas, le gustan los relojes de Patek Philippe y Franck Muller. En su colección de arte hay pinturas de Picasso y Dalí, entre otras. Sólo toma agua marca Fiji. En Pemex tenía a su disposición a un chef personal y a un sommelier. Cuando llegaba a la torre de la compañía, pedía que nadie usara los elevadores de la torre ejecutiva: “parece que llega el presidente”, decían. Un séquito de escoltas no solo lo precedía a é, sino también a todos los miembros su equipo.

El exdirector de Pemex está acostumbrado a los privilegios; es el prototipo de un "mirrey", una expresión que se popularizó hace una década por ser la forma como muchos jóvenes de la clase más alta de México se llamaban entre sí.

El periodista Ricardo Raphael escribió sobre el significado de un mirrey: "… se asume como un ser humano aparte del resto de los mortales. (…) El mirrey no pertenece a una tribu urbana más: se pretende la tribu elegida, la que se coloca por encima de todas las demás. Su estética y sus placeres, su ostentación a la hora de gastar, su exhibicionismo y su narcisismo suelen tener consecuencias. Es un personaje que intenta volar sobre lo que percibe como un pantano, y en el intento por no manchar su plumaje despoja al otro de su dignidad (…) Se valoran a sí mismos como una especie humana distinta al resto. No deben ser confundidos, no deben estar al lado de quienes no son gente como ellos; son el resultado de un privilegio que los trasciende y este no debe ser cuestionado".

Emilio Jr.

"Emilio Lozoya Austin es un nieto de los vencedores de la revolución", explica el periodista Ignacio Rodríguez Reyna. "Es la tercera generación de una familia tradicional de la élite priista".

Lozoya creció entre lujos y poder. Estudió la preparatoria en un internado en Alemania, cuando su padre era secretario de Energía, Minas e Industria Paraestatal, en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Lozoya Thalmman (sr.) fue amigo y compañero en la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México UNAM, del propio Salinas de Gortari, además de Manuel Camacho Solís, José Francisco Ruiz Massieu, Alberto Anaya y Hugo Andrés Araujo. La que sería la alcurnia política años después.

Su abuelo, Jesús Lozoya Solís, fue un importante cirujano pediatra, político, militar y empresario mexicano, y gobernador del estado de Chihuahua, uno de los estados más ricos en ese momento.

Como lo suele hacer la nueva generación de tecnócratas priistas, estudio dos carreras: Derecho en la UNAM y Economía en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). En esta última fue alumno de Pedro Aspe Armella, el poderoso secretario de Hacienda del gobierno de Salinas de Gortari y mentor del nuevo priismo. De la mano de Aspe, Lozoya consolidó nuevas relaciones con personajes como Luis Videgaray, quien años después lo llevaría al gobierno de Peña Nieto, y con quien posteriormente tendría grandes diferencias en su salida de Pemex.

Después de pasar por el Banco de México, como lo suelen hacer los delfines políticos en México, llegó a Harvard donde estudió una maestría en Desarrollo Económico y Administración Pública en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy. Sus compañeros lo recuerdan como alguien simpático y sofisticado, y hasta afable, una imagen muy distinta a la que dejó entre sus últimos subalternos y allegados.

Entre 2003 a 2006, trabajó como Oficial de Inversiones en la Corporación Interamericana de Inversiones, perteneciente al Banco Interamericano de Desarrollo. De 2006 a 2009, fue el director en Jefe para América Latina en el Foro Económico Mundial, y de 2009 a 2012 fundó y encabezó varios fondos de inversión, especializados en inversiones de capital privado a nivel global en diversas industrias. De esta manera, Emilio Lozoya se forjó a sí mismo un puesto en la élite financiera mundial, donde aprovechó para fortalecer sus relaciones con los principales líderes políticos y empresariales de la región, y al mismo tiempo se convirtió en una pieza fundamental para la internacionalización del Estado de México, que gobernaba su amigo Enrique Peña Nieto.

Y parece que no llegaba a la gobernación con las manos vacías. Meses antes fue elegido miembro del Consejo de Administración de OHL, la firma española que obtuvo la concesión para construir las carreteras de peaje en el Estado de México durante el gobierno de Peña Nieto, y que hoy es investigada en España por financiamiento ilegal a políticos.

Lozoya llegó a la campaña de Peña Nieto como coordinador de Vinculación Internacional; era la conexión con líderes mundiales, gobiernos, empresas y medios de comunicación. Con un manejo impecable en inglés y alemán, muchos decían que sería el próximo secretario de Relaciones Exteriores, pero Peña Nieto le cumplió lo que le había pedido: la dirección general de Pemex.

El mirreinato

Emilio Lozoya llegaba a Pemex entre grandes expectativas que se diluyeron rápidamente. La compañía exigía una modernización profunda ante los retos de la Reforma Energética. Pero inmediatamente llegó, se desplomó del precio del petróleo, lo que tuvo un efecto negativo en cadena en la petrolera.

La empresa, que por efectos de la Reforma Energética dejó de ser una paraestatal para convertirse en una empresa productiva del Estado, se debilitaba financieramente y en 2015 registró las mayores pérdidas de su historia, US$ 30.000 millones -87.000 millones en deuda, 147.000 millones de pasivo, y una grave iliquidez-. Además, tuvo el peor nivel de producción de petróleo en 28 años.

Ante un escenario negativo, lo que ocurría dentro de Pemex agravó aún más la situación. El despilfarro durante ese periodo está hoy bajo investigación de la Auditoría Superior de la Federación (ASF). En febrero pasado, la ASF dio a conocer que durante 2015 la Dirección General de Pemex gastó US$ 30 millones en vuelos en helicóptero y avión, algunos de ellos a lugares turísticos como Cancún, Huatulco y Zihuatanejo. Entre esos vuelos, Lozoya realizó 727 traslados en helicóptero, un promedio de dos diarios, desde Bosques de Las Lomas hacia la Torre de Pemex o el helipuerto de la TorreGAN en Polanco, propiedad de Altos Hornos de México (AHMSA).

En 2017, una investigación de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) demostró que la empresa Altos Hornos (donde diariamente llegaba el helicóptero de Lozoya) vendió de manera irregular a Pemex "una planta de fertilizantes chatarra" por un valor de US$ 275 millones que se incrementó a US$ 760 millones en los últimos tres años, debido a varias irregularidades que la ASF detectó en la operación de compra-venta.

Contrataciones a dedo, asignaciones arbitrarias, despilfarros, modificaciones para centralizar las compras: los rumores se acumulaban en el mundo de proveedores y contratistas que luchaban por sobrevivir ante la crisis de Pemex, y señalaban a Lozoya como responsable.

La respuesta por parte del gobierno había sido un silencio que poco a poco se empezaba a quebrar. Emilio Jr. había creado alrededor de sí mismo un círculo de relaciones hermético, con personajes como Froylán Gracia García, su oscuro coordinador ejecutivo y el entonces director de Procura y Abastecimiento, Arturo Henríquez Autrey. "Lozoya se rodeó de colaboradores inexpertos, proclives a los lujos, dinero fácil, poder", decía el periodista Wilbert Torre en una columna.

Según Raymundo Riva Palacio, Froylán Gracia ha sido señalado por inversionistas extranjeros y mexicanos como un funcionario que cobraba por gestionar citas con Lozoya, y acusado de realizar negocios paralelos, abusando de su delicado puesto de confianza. "Las imputaciones de corrupción en Pemex siempre terminaban en el nombre de este y en otro íntimo de Lozoya" dice tambén Torre en otra de sus columnas.

En febrero de 2016, Lozoya renuncia a Pemex, cuando todavía no se había levantado el vendaval Odebrecht.

Los escándalos sobre la gestión de Lozoya comenzaron a hacerse públicos hasta finales de ese año, y quien fracturó definitivamente el silencio fue Luis Videgaray. Su antiguo compañero y amigo, responsabilizaba a Lozoya de la mala situación de la compañía.

A petición del secretario de Hacienda, se iniciaron auditorías a la gestión de Lozoya, por parte del Servicio de Administración Tributaria (SAT). La ASF publicó un extenso documento con irregularidades. Pero lo peor estaba para Lozoya apenas por venir...

¿La caída?

“El Expediente secreto de Odebrecht” es un reportaje realizado por Ignacio Rodríguez Reyna y Alejandra Xanic, de Quinto Elemento Lab, que se publicó en la revista Proceso y en el portal Aristegui Noticias. La precisión y la documentación de la investigación dejaron a Lozoya en una situación de extrema delicadeza. Ejecutivos de la empresa Odebrecht confiesan cómo pagaron US$10 millones en sobornos al ex titular de Pemex a cambio de contratos.

El reportaje se basa en más de 50 cuartillas de transcripciones y resúmenes de testimonios jurados, copias de los registros de transferencias electrónicas, órdenes de pago expedidas por los bancos de donde salían los recursos, y los videos con las delaciones de tres altos ejecutivos del gigante brasileño y documentos adicionales de la Procuraduría General de la República de Brasil.

"Nosotros tuvimos acceso a la información fuera de México. No conseguimos nada acá", explica Rodríguez Reyna. "La fuente original es en Brasil. Ningún medio mexicano ha podido conseguir nada de las autoridades mexicanas. Puede haber reservas, pero más allá de la restricción, no hay disposición", advierte Rodríguez Reyna.

El reportaje reconstruye la vinculación de Lozoya con diversas operaciones, a partir de los testimonios jurados de los tres inculpados por la justicia brasileña y de decenas de documentos.

Después de publicar el reportaje en agosto, Quinto Elemento ha hecho públicos los videos de las audiencias con los delatores brasileros. El seguimiento de Quinto Elemento y de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), dos asociaciones civiles, ha obligado a la prensa tradicional a darle una cobertura más profunda al caso.

Emilio Lozoya se presentó el 17 de agosto ante la Procuraduría General de la República (PGR), en calidad de imputado, para declarar sobre la presunta entrega de sobornos de la empresa Odebrecht, pero muchos esperan que el próximo procurador de "carpetazo" al caso.

"Emilio Lozoya no pisará la cárcel", fue el titular de una de de las columnas de Mario Maldonado, un columnista de El diario el Universal, para lamentar que el ex director de Pemex es intocable.

Pero el nuevo escándalo que brotó hace unos días por el presunto desvío de recursos públicos para el financiamiento de campañas del PRI, en 2016, y que involucra a una de las vacas sagradas del prísimo, Manlio Fabio Beltrones, indica que la suerte de Lozoya no es tan clara. Los personajes como Emilio Lozoya no suelen caer en un país de poca memoria como México, pero pareciera que el círculo empieza a cerrarse contra él y posiblemente para el PRI.

Ante los nuevos acontecimientos, Maldonado parece desdecirse: "El PRI puede sacrificarlo para legitimar una lucha contra la corrupción. Ya no lo descarto. Videgaray y Pemex ya tomaron distancia de él. Seguramente están evaluando los costos políticos tanto dentro del PRI y con el electorado".

Las implicaciones para el PRI pueden ser terribles, explica Ignacio Rodríguez Reyna. "El PRI no lo está defendiendo, pero no lo está dejando sólo. No lo dejan solo porque hay un factor enorme de riesgo para el PRI y para el gobierno federal. En caso de que se comprueben las imputaciones, hay preguntas cuyas respuestas pueden ser muy comprometedoras para el partido. ¿Parte de ese dinero se fue para la campaña del PRI en las elecciones de 2012? Sería una catástrofe", finaliza Reyna.

Autores

Camilo Olarte