Fernando Lugo mantiene una tensa relación con su vicepresidente, el liberal Federico Franco, quien debería sucederlo si llegara a tener que dejar el poder por enfermedad, lo que significaría un cambio en la orientación del gobierno.
Asunción. El cáncer linfático diagnosticado al presidente paraguayo, Fernando Lugo, generó una conmoción política en el país sudamericano por la posibilidad de que el líder socialista no pueda concluir su mandato de cinco años que finaliza en 2013.
Lugo, un ex sacerdote católico de 59 años, mantiene una tensa relación con su vicepresidente, el liberal Federico Franco, quien debería sucederlo ante su eventual ausencia al mando de un país que es un fuerte exportador de soja y carne vacuna.
Lugo fue electo en abril de 2008, acabando con seis décadas de gobierno del derechista Partido Colorado, con la promesa de acabar con la corrupción estatal y combatir la pobreza que alcanza a casi 40% de los 5,6 millones de habitantes del país.
Uno de los médicos del presidente dijo este lunes que la enfermedad se encontraba en un estado más avanzado de lo inicialmente anunciado, pero se mostró confiado en la recuperación del mandatario tras un tratamiento con quimioterapia.
A continuación, los posibles escenarios que podrían darse a partir de la enfermedad de Lugo.
Tratamiento efectivo. Lugo tiene previsto viajar este martes dos días a Sao Paulo, donde los médicos le dirán qué tan extendido está el cáncer y cuál es el tratamiento más adecuado.
Si la quimioterapia, que en principio sería ambulatoria y cada tres semanas, no le impide cumplir íntegramente con sus compromisos y su salud mejora superando, Lugo podría llegar a concluir su mandato.
Para ello, el jefe de Estado debería mejorar la relación con su vicepresidente, quien no comulga con sus ideas socialistas, para evitar que los problemas de gobernabilidad se sumen a las dificultades que se puedan generar debido a su condición de salud y rodearse de un sólido equipo de colaboradores en los que pueda delegar responsabilidades.
Un eventual acercamiento a Franco implicaría suavizar algunos proyectos de corte socialista, como elevar los impuestos a los productores agropecuarios, pese a que en sus dos primeros años de mandato Lugo no ha impulsado grandes reformas económicas, en parte debido a su conflictiva relación con el Congreso de mayoría opositora.
Franco, de 48 años, se ha manifestado contrario al ingreso de Venezuela como socio pleno de la unión aduanera Mercosur y a iniciativas que impliquen aumentar los impuestos para el sector agropecuario, motor de la economía del país y con los que mantiene un armónico relacionamiento.
Si el tratamiento se extiende. Lugo se ve forzado a pedir permiso de manera temporal con frecuencia o por un lapso largo de tiempo. Este sería el escenario más conflictivo debido a que Franco estaría en su reemplazo al frente del Poder Ejecutivo.
Una ausencia prolongada podría también aumentar la presión para que el presidente, con una popularidad cercana a 50% tras tocar máximos de 80% tras asumir, presente su renuncia por su salud.
Un contexto así echaría por tierra una década de estabilidad política que siguió a un período de permanente convulsión y amenaza a las instituciones democráticas tras el derrocamiento del dictador Alfredo Stroessner en 1989.
Lugo renuncia. Franco asumiría automáticamente la presidencia y se deberían convocar a elecciones para vicepresidente por mandato constitucional.
Franco probablemente cambiaría el gabinete para potenciar la representación del Partido Liberal en el gobierno, al tiempo que daría menos espacio al ala izquierdista de la alianza que llevó a Lugo al poder y que en la práctica está desintegrada.
Franco tendría una política de mayor acercamiento a los gremios de empresarios y productores agrícolas que han criticado a Lugo los últimos meses, por considerar que el gobierno mantiene un discurso agresivo hacia el sector.
Los productores exigen además seguridad, principalmente tras los ataques del llamado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), un pequeño grupo armado de extrema izquierda que Lugo no ha podido combatir pese a haber declarado un estado de excepción meses atrás en el norte del país.
El vicepresidente es visto como más receptivo a las inquietudes del sector privado con cuyos representantes se suele reunir. Un eventual gobierno de Franco podría además mejorar la relación con el Congreso y agilizar la aprobación de proyectos de infraestructura que prevén el mejoramiento de aeropuertos y la construcción de rutas y puentes en todo el país.