Las promesas de salvación de Donald Trump encuentran eco entre los estudiantes evangélicos, a quienes necesita para ganar las primarias republicanas, observa Ines Pohl, desde Virginia.
En la Liberty University, en Virginia una banda de pop cristiano anuncia como un santo al candidato actualmente más popular de los republicanos: “Jesús es el más grande", gritan. “Él es nuestro Salvador”, insisten. Con frases por el estilo aluden a Trump.
Liberty University es una de las universidades privadas cristianas más conocidas en Estados Unidos. Fue fundada en 1971 por el bautista Jerry Falwell, el predicador televisivo que 30 años más tarde culparía a gays, lesbianas y organizaciones de derechos humanos de la decadencia de “América”. Ellos deberían, según él, responder por los atentados terroristas del 11 de septiembre.
Entretanto, Jerry Falwell Jr.se ha hecho cargo del negocio. Tras los atentados de París, llamó a los estudiantes a traer armas a la universidad: “para que podamos defendernos de los musulmanes en caso de un atentado”, argumentó. Su hijo, Falwell nieto, celebró recientemente su boda en uno de los viñedos de Trump, a quien el propio Falwell Jr. invitó a Liberty University como orador. En realidad, él no apoya activamente a ningún político, comenta durante la presentación, mientras elogia desmedidamente al multimillonario. Este buen cristiano, padre de hijos maravillosos, le recuerda a su padre, afirma.
Show de Trump. Antes de que el show de Trump hubiese comenzado, Joshua Winzrey estaba aún visiblemente molesto por el hecho de que lo hubiesen invitado justo el Día de Martin Luther King Jr. “Este día se celebra la igualdad entre las personas. No debería hablar alguien que no valora a los musulmanes”, se quejaba Joshua, que viene de Atlanta y estudia Música y Religión.
Tras el show de Trump, el joven de 19 años, que este año votará por primera vez, ha cambiado de opinión. Trump lo ha convencido. “Es sincero. Eso es muy importante para mí como cristiano, más importante que estar de acuerdo con todos sus puntos de vista”, asegura Joshua, que ahora cree en las promesas redentoras de Trump.
Las reacciones a su alrededor son muy parecidas. No importa que el discurso de Trump no haya tenido ni un momento culminante, fuese de un tema a otro, confundiera hechos y datos, y no transmitiera sino un mensaje: “Yo, Trump, soy el único que puede volver a hacer grande a América“. Sus torpes chistes caen bien entre los estudiantes. “No solo los chinos pueden construir un muro. Yo también puedo”, afirma. Claro que tendrá que verse bien, “pues en algún momento pasará a llamarse ‘El muro de Trump'”, fanfarronea.
Risas y aplausos. “Nos gusta Trump porque realmente ha logrado algo. Es multimillonario. Él puede volver a hacer grande a América”, dice Maribeth Harrington, de Carolina del Norte. “No sé mucho de él. Pero ha donado mucho dinero a las iglesias. Eso es bueno”, concluye.
Muchos de los 10.000 asistentes votarán por primera vez en 2016. Aplauden especialmente cuando Trump despotrica contra el establishment, se queja de Obama, o suelta sus chistes baratos. Es difícil encontrar voces críticas. Menos aún entre sus seguidores de fuera de la universidad, que han acudido a verlo en vivo. Entre ellos hay hombres como Tim Beverley, un convencido, aún más convencido tras escuchar a Trump: “Es el único que dice lo que piensa. Todos los demás mienten”, afirma.
Tim trabaja en la construcción. Vive a 20 millas de la universidad. Se tomó el día libre y es, como él mismo dice, “un verdadero cristiano”. Es indulgente con Trump cuando se trata de religión: “Sus valores cuentan. Él quiere hacer de 'América' otra vez lo que era”. Y eso incluye que al país solo puedan venir quienes demuestren que no son terroristas, aunque Tim no sepa muy bien cómo puede demostrarse algo así: “Ya Trump encontrará un modo cuando sea presidente”.
Andrew Reichman diferencia un poco: “Tenemos lo que nos merecemos”, dice. Las visiones de política exterior de Trump no lo han convencido. No será tan fácil bombardear al EI hasta borrarlo de la faz de la tierra, o construir un muro en la frontera con México. Pero “eso tampoco es tan importante. Él es un buen hombre de negocios, sabrá pagarse buenos asesores”. A Andrew y a su novia Sara Swaly les procupa más bien otra cosa: “No lo he oído ni una vez pedirle perdón a Dios. Cuando lo haga, podrá ser un buen líder”.