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Entérese de las oscuras historias del escritor que denuncia a un grupo ultra católico de la elite de Perú
Miércoles, Abril 27, 2016 - 10:45

Pedro Salinas ha sacado de las sombras a la reservada organización peruana católica Sodalicio, con un escándalo aún de desconocidas proporciones, que revela las múltiples caras ocultas del ultracatolicismo.

En las homilías de algunas misas de Piura y Callao, en el Perú, entre plegarias y parábolas suena el nombre de Pedro Salinas. Y no para bien. Según el periodista, escritor y ex miembro de la organización católica de origen peruano Sodalitium Christianae Vitae, en los últimos meses es descalificado en algunas iglesias, pues hoy es para esta institución nada más y nada menos que una “bestia negra”.

Sucede que el escritor, que formó parte de las filas del grupo ultracatólico en los 80, ha revelado los oscuros secretos de la institución y de los que fueron sus principales directores: historias de abusos sexuales, físicos y psicológicos, que son carne de cañón de los guionistas hollywoodenses.

En “Mitad monjes, mitad soldados”, Pedro Salinas, junto a Paola Ugaz, da a conocer los entresijos del Sodalicio de la Vida Cristiana, fundado en los 70 por un grupo de marianistas encabezado por Luis Fernando Figari, y que en sus cuatro décadas se ha abierto paso en la sociedad pudiente peruana, ha establecido múltiples negocios educativos, inmobiliarios y funerarios, y ha puesto un pie en Chile, Brasil, Ecuador, Colombia, Costa Rica y Panamá. Todo ello con el beneplácito de la Iglesia católica, que en 1997 aprobó por derecho a la organización.

Se trata de una institución religiosa que opera entre las sombras, según Salinas, y de la que se sabe poco, que ha girado en torno a la figura del mismo Figari, de carácter autoritario y tintes fascistas, un río cuyas piedras suenan ya desde principios de 2000.

Ese mismo año, el periodista peruano José Enrique Escardó explicó en una serie de artículos en un semanario local los maltratos que sufrió en las comunidades del Sodalitium. Ayunos de lechuga y agua de una semana, noches durmiendo en las escaleras, baños en el mar a las 6 de la mañana en invierno o bullying constante para conocerse a uno mismo fueron algunos de los episodios relatados por el periodista.

En 2007, además, la Policía detuvo infraganti mientras tomaba fotos a un menor de once años al sodálite Daniel Murguía Ward en las habitaciones de un hostal, lo cual fue señalado por la familia sodálite como un penoso y repudiable caso desconocido hasta entonces por ellos.

Aunque la caja de Pandora no se abrió hasta 2011, cuando un periódico local, a través de las filtraciones del propio Salinas y Paola Ugaz, develó que el número dos de la organización, Germán Doig, fallecido en 2001, llevaba una doble vida. Y a Hiroshima –explica Pedro Salinas– le siguió Nagasaki: pues un diario local señaló el mismo año que Luis Fernando Figari era un abusador sexual.

En su libro, el periodista peruano recaba todas las piedras de la historia del Sodalitium Christianae Vita, cuyas comunidades en el sur de Lima –explica  Salinas– parecían ser más que lugares de retiro espiritual y formativo, escuelas militares y donde el maltrato físico y psicológico eran “el pan de cada día”.

Y el escándalo ha llegado hasta medios de comunicación chinos, ha llevado al Sodalicio a cerrar filas y reorganizarse, y a la Fiscalía de la Nación peruana a iniciar una investigación. AméricaEconomía charló con el escritor peruano sobre su última obra y los movimientos telúricos que ha generado.

- En las primeras páginas de “Mitad monjes, mitad soldados” asegura que usted no buscó al libro sino que este lo encontró a usted. ¿Qué le condujo a investigar al Sodalicio?

- Hacia fines de 2010 me buscó un amigo que conocía de los tiempos en los que milité en este movimiento religioso católico peruano, y me hizo una revelación inesperada, sorprendente y shockeante: me explicó que había sido víctima sexual de Germán Doig. Para mí era impensable que fuera un pederasta, un monstruo y al principio me resistí a creerlo. Incluso cuando murió le dediqué una columna en un diario local. Entonces, mi amigo empezó a contarme con detalle cómo y cuándo sucedió. Fue terrible. Le pregunté cómo le podía ayudar y me condujo a una persona que descubrió el escándalo dentro de la organización. Ahí empezó todo.

- Tras la confesión de su amigo, ¿le empiezan a llover los casos?

- No es que lluevan sino que en 2002 había escrito una novela [“Mateo diez”] donde metaforizaba en clave de ficción mi tránsito por el Sodalicio y cuando la publiqué, dos personas me buscaron en momentos diferentes para comentarme que sabían sobre perversiones sexuales del fundador, Luis Fernando Figari. Súper incrédulo, les pregunté si les había pasado a ellos y me dijeron que no. Yo sí había visto otro tipo de atrocidades, violaciones de los derechos humanos, civiles, maltratos físicos y psicológicos que tienen que ver con la manipulación, pero no abusos sexuales. Entonces dije “lo siento, no sé qué puedo hacer por vosotros”. En 2010, con la confesión de mi amigo, se unieron los puntos y fui a buscar a esas personas a quienes no creí.

- ¿Cuánto tiempo pasó desde que empieza a tirar del hilo hasta que el libro toma forma?

- La investigación nos tomó cuatro años y medio. Cuando busco a esas personas llego a la primera víctima de Figari. Fue inmediato. Durante la investigación Paola Ugaz y yo nos vimos obligados a filtrar información a la prensa porque la noticia era muy grande. Germán Doig estaba en pleno proceso de beatificación y primero dimos a conocer sus abusos y en el camino soltamos un par de casos de Figari. Para el Sodalicio lo de Doig fue la bomba de Hiroshima porque era el paradigma de sodálite, el referente [tras conocerse se detuvo la canonización y Luis Fernando Figari renunció al cargo de superior general de la organización por “motivos de salud”]. En la institución dijeron que no estaban enterados de que esto pasaba, pero ya en 2007 había salido a la luz el primer caso de un sodálite pederasta, Daniel Murguía, quien era el secretario privado de Figari. Este no podía no saber que las dos personas más cercanas eran pederastas. Otro factor que influyó en la ecuación para decir que el pederasta mayor era Figari es una cosa que me sucedió. Mi director espiritual, que no era este ni Doig, en medio de una sesión espiritual me recomendó hacer yoga porque estaba tenso y me dijo que me desnudara. Me quedé en calzoncillos y con un puntero empezó a palpar mis puntos de tensión, hasta que llegó a la ingle, ante lo cual salté y dije ¿qué pasa? Él siguió como sin nada. Cuando me enteré de las historias de Germán era el mismo modus operandi. Ahí fue cuando empezamos a jalar del hilo, atar los puntos y aparecieron más víctimas de Figari, pero también de Jeffrey Daniels, discípulo de Doig.

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- Según comenta en su libro, a Daniels el mismo Sodalicio lo apartó de sus filas, aunque el escándalo no trascendió.

- La institución lo protegió e incluso el secretario general actual, Alessandro Moroni, lo ha reconocido. Lo llevaron a San Bartolo, donde hacían los retiros y estaban las casas de formación, en el sur de Lima.

- No obstante, del libro se desprende que los abusos estaban de alguna forma ‘institucionalizados’.

Esa es la impresión que da el escándalo. El resto era una fachada para dar la cara hacia fuera de la sociedad peruana de que estamos ante una institución católica, apostólica, muy activa y llena de proyectos de carácter social. Hacia dentro pasaban esas cosas y no te dabas cuenta.

- ¿Hasta qué punto el Sodalicio estaba consolidado en la sociedad pudiente católica peruana?

- El Sodalicio es una organización, mucho menos conocida que el Opus Dei, que mueve muchísimo dinero. Tiene muchísimos negocios y una presencia e injerencia importante en la sociedad peruana. Han crecido de una forma inconmensurable en los últimos 40 años. En el Perú tienen colegios, universidades, un ramillete de cementerios por todas partes, y no solamente acá. Tienen universidades en Costa Rica, Santiago de Chile… Manejan millones de millones de dólares.

- ¿Pero cree que el escándalo no atañe a toda la red?

- Todo forma parte de lo mismo. En todas las organizaciones hay sodálites que han estado cerca de Figari y Doig. Presumo que ambos y Daniels no han sido los únicos. Asumimos que hay más y puedo poner mi mano en el fuego. De hecho, han empezado a aparecer otros nombres en los medios. Ahora, la gente se ha concentrado en los casos de abusos sexuales porque son los más escandalosos y escabrosos, pero estos son consecuencia de un esquema de diseño de organización vertical autoritaria, totalitaria. Es una cosa fascista y sectaria.

- ¿Cuál era el papel de la Iglesia católica frente al Sodalicio?

- Lo fue aprobando con el tiempo.

- Lo mismo sucedió con los Legionarios de Cristo. ¿No hay ningún tipo de fiscalización en la Iglesia?

- Hay una lógica. Todo esto ocurre en los treinta y tantos años de papado de Juan Pablo II, que se apoyó en movimientos como el Opus Dei o ultracatólicos conservadores como Unión y Liberación en Italia, Foco Lares o Neocatecumenales. Un cardenal encargó a un sacerdote, Thomas Doyle, una investigación sobre las relaciones homosexuales entre los seminaristas en la iglesia y encontró que solo el 15% cumplía con el celibato, que había un porcentaje importante de sacerdotes que tenían sexo con hombres y mujeres, y otro de sacerdotes pederastas. Al morir el cardenal el informe llegó a las manos de Juan Pablo II y lo encarpetó. Cuando surgieron las primeras víctimas del fundador de la Legión de Cristo, Marcial Maciel, las autoridades vaticanas hicieron caso omiso a la denuncia y Juan Pablo II lo nombró modelo de la juventud.

- En su caso son 30 testimonios. Pero hay personas que al final se echaron para atrás y no quisieron participar.

- Sí, hay pederastas que se han salvado con las justas porque al final hubo algunos testimonios que me pidieron no participar. Son ex sodálites que eran jerarcas en la organización.

- La respuesta a los escándalos de Luis Fernando Figari fue marcharse a Roma y negar los abusos sexuales.

- No ha reconocido estos abusos, pero de los físicos ha dicho que son errores, algunos excesos.

- ¿Cómo va la investigación de la Fiscalía de la Nación peruana?

- La Fiscalía ha actuado de oficio en el caso de los abusos sexuales, lo cual me parece bien. A la fiscal [María del Pilar Peralta] la veo muy bien intencionada, pero cuando visitas sus instalaciones ves que no tienen ni recursos ni personal. En tres meses no sé qué tanto puedan lograr. Además al asumir la línea investigativa de abuso sexual y existir la figura de prescripción en el país, los abusos sexuales tendrían que haberse dado de 2004 en adelante. Creo que el final de la investigación va a ser falta de indicios, pruebas, testigos o víctimas directas.

- ¿Siguen siendo los sodálites mitad monjes, mitad soldados hoy?

- Al día de hoy no, porque las casas de San Bartolo las han puesto en venta. Como todo lo que tiene que ver con Luis Fernando Figari, incluso la casa de San Isidro, donde tuvieron lugar buena parte de los abusos. El escándalo mediático los ha hecho replantearse la organización y están cambiando muchas cosas, aunque no cambian porque ha habido encubridores, cómplices.

- ¿Cree que el escándalo frena la expansión del Sodalicio en América Latina?

- El tema es que es una organización grande, pero de perfil muy bajo. Además viven bajo la luz y este tipo de escándalos les aterroriza. Tienen sus alfiles que salen a amenazar con demandas, insultar y soltar los rumores, pero después vuelven a esconderse bajo la superficie.

- ¿Cuál cree que va a ser el impacto final del libro?

- Al final la gente pierde el miedo y eso que queríamos lograr se consigue con el libro. Ya se están formando grupos de autoayuda entre la gente del Sodalicio, donde yo no participo. Para muchos mi nombre sigue generando recelo.

- ¿Está trabajando en un nuevo libro?

- No. Me encantaría, pero no tengo tiempo. Me gustaría relanzar Mateo diez, mejorarlo con la nueva información que tengo. Figari, fuera de ser un monstruo, perverso y cruel, es un personaje literario. Tiene frases alucinantes. En una librería, revisando un libro sobre pensadores del siglo XX, le comentó a un sodálite que lo acompañaba “qué extraño, no salgo”.



 

Autores

Laura Villahermosa