Las alianzas, la conquista de los abstencionistas, la efectividad en el mensaje, la puja por Bogotá y el juego limpio, los puntos claves para Juan Manuel Santos y Óscar I. Zuluaga en las próximas tres semanas.
Los candidatos no tienen tiempo para la resaca. Anoche mismo, en sus cuarteles de campaña, comenzaron a trazar sus líneas de acción para las próximas tres semanas, con la consigna de sumar la mayor cantidad de apoyos. Los principales aspectos que deben tener en cuenta para no fracasar en el intento son:
1. El juego de las alianzas. Tal y como ocurrió en las presidenciales de hace cuatro años, cuando Juan Manuel Santos se impuso en la segunda vuelta electoral frente a Antanas Mockus, la habilidad para conquistar el apoyo de los candidatos que no pasaron de la primera vuelta será decisiva y por eso tanto Óscar Iván Zuluaga como Santos lanzaron anoche llamados a esos sectores, en los cuales hay -mal contados- cinco millones de decisivos votos.
¿Para dónde cogerán esos candidatos que no pasaron a segunda vuelta? Es claro que en política el endoso de los votos no es propiamente una norma (salvo por el curioso caso de Álvaro Uribe, quien gobernó dos veces, puso a Santos en el poder y ahora está a punto de hacer lo mismo con Zuluaga) pero muchos dan por descontado que la mayoría de los casi dos millones de votos de Clara López migrarían hacia Santos, con quien definitivamente tienen más coincidencias –básicamente el respaldo al proceso de paz - que con Zuluaga. Los dos millones de votos de Marta Lucía Ramírez, por el contrario, estarían más cerca de Zuluaga, aunque Santos le apostará a conquistarlos a como dé lugar. Por los lados del Partido Verde la situación no se ve tan clara, pues su campaña fue crítica tanto con Santos como con Zuluaga. De todas maneras, se trata de un voto independiente, mayoritariamente urbano y muy crítico de fenómenos como la corrupción y el paramilitarismo, a los que en política ha sido más asociado el uribismo.
2. A seducir electores. Colombia tiene un potencial electoral de casi 33 millones de personas y, de esas, sólo 3,7 millones están con Zuluaga y 3,3 millones más con Santos. Es decir, 26 millones de personas no están con ellos. Peor aún, más de 19 millones de potenciales electores se abstuvieron de ir a las urnas. No les sedujo la propuesta de nadie. No apoyaron a ningún candidato. Semejante caudal hace ver pequeñito el medio millón de votos que Zuluaga le sacó a Santos en la primera vuelta presidencial de ayer. ¿Quién de los dos será capaz de sacar a la calle por lo menos a una fracción de todos estos apáticos de la política que ayer alcanzaron una masa de 60% de abstención?
3. Claridad en el mensaje. Las tres semanas que quedan antes de la votación de segunda vuelta ofrecen una oportunidad importante para que ambas campañas evalúen hasta qué punto han sido acertadas en cuanto a la difusión de sus mensajes. La de Zuluaga salió mejor librada en la medición que se llevó a cabo ayer en las urnas, pero la de Santos tiene la opción de dar un timonazo, pues sus asesores son conscientes de los errores que han cometido. Como recordaba Héctor Abad en su más reciente columna dominical en este diario, es curioso que los colombianos perciban que el país va mal cuando los resultados muestran lo contrario: el desempleo más bajo desde que se tienen cifras sobre el tema, la inflación más baja en medio siglo y un PIB per cápita más alto que en la época del gobierno Uribe. Tal vez al gobierno Santos no le haya ido tan mal como a sus esfuerzos por contárselo al país. ¿Sera capaz de mejorar en ese aspecto? Zuluaga, por el contrario, no se ha cansado de repetir que todo está mal y de alguna manera su mensaje ha calado.
4. La pelea por Bogotá. Si bien es cierto que la elección no se define exclusivamente en la capital, el mayor centro electoral del país es un fortín que no se puede perder. Zuluaga pegó el primer golpe ayer, pero la segunda vuelta pinta como una batalla de pesos pesados de la política en la ciudad. De un lado estará Zuluaga, con el respaldo de Uribe (no hace falta recordarlo) imbatible en la ciudad cuando de elecciones presidenciales se trata. Por el otro irá Santos con una mezcla de apoyos bien curiosa: Gustavo Petro y Germán Vargas Lleras. Presidenciables los dos, ambos han sido récord electoral en las votaciones para Congreso y Petro cuenta con la maquinaria de la alcaldía de Bogotá. La capital tiene un potencial de cinco millones de votantes. ¿Cómo los irán a conquistar?
5. El juego limpio. La guerra sucia es un arma de la cual se ha echado mano de manera frecuente en la campaña política actual, con lamentable saldo para la democracia. Un juego que no sólo distrae la atención frente a los contenidos relevantes de las propuestas de cada candidato, sino que se vale del impacto mediático de los titulares para desprestigiar a los aspirantes y hasta a las autoridades encargadas de investigarlos, con el consecuente resultado de que la campaña repugna. El de la política es el arte de construir. Y si por algo se ha caracterizado el proceso electoral en curso es por todo lo contrario. Están a tiempo de entenderlo los candidatos. Ojalá no olviden que si ganan sobre la unión del país les quedará mucho más fácil edificar durante su mandato.