La tercera visita papal en menos de 20 años implica desafíos para el Vaticano no sólo en la recuperación del poder de la iglesia católica en Cuba sino también en el empoderamiento de la sociedad civil y el pueblo cubano.
El posible encuentro del Papa Francisco con Fidel Castro, la aún no descartada conversación con los representantes de las FARC que participan en las conversaciones de paz en La Habana, la muy anunciada Misa en la Plaza de la Revolución, la primera comunión que como primicia ofrecerá Francisco a cinco niños cubanos y la obligada visita al Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, pierden importancia en comparación con las expectativas sociales que ha generado la visita del líder vaticano que, además de ser el primer papa latinoamericano, propició la llegada de una nueva era para la isla y la región.
"Juan Pablo II, en su primera visita, pidió que Cuba se abriera al mundo y nada pasó. Benedicto XVI apeló a dejar a un lado las posiciones inamovibles y los puntos de vista unilaterales. Nada lograron, porque el pueblo cubano siempre ha estado abierto al mundo y quien ha estado cerrado y atrincherado en posiciones inamovibles ha sido el gobierno de Fidel y Raúl. El Papa Francisco logró que Raúl y Obama se sentaran a conversar, pero todo eso a espaldas del pueblo cubano, desconociendo a sectores importantes de la oposición y la sociedad civil y negociando con la dictadura sin tener como premisa el respeto de los Derechos Humanos", dice a DW desde La Habana, el intelectual y disidente cubano Ángel Santiesteban.
Romper una negra historia. Hasta la visita de Juan Pablo II en 1998, la Iglesia cubana vivió décadas de vejaciones: las campañas antirreligiosas vinculaban al clero como cómplices del capitalismo, como culpables del oscurantismo siguiendo la máxima de que "la religión es el opio de los pueblos"; se expulsó a sacerdotes extranjeros del país por sus "homilías contrarrevolucionarias"; se clausuraron todos los espacios de radio y televisión católicos; se prohibieron las publicaciones y la distribución de material religioso fuera de los templos; se intervinieron todas las instituciones educacionales patrocinadas por los católicos y se hizo desaparecer el poder de la iglesia y los laicos cubanos como parte de la sociedad civil de la isla.
El periodista Roberto Álvarez Quiñones, uno de los más lúcidos analistas cubanos en el exilio, piensa que el Cardenal Jaime Ortega, "ha mostrado falta de liderazgo, de independencia y de firmeza en su relación con la dictadura cubana. Es más, podría decirse que hay una actitud complaciente con el régimen castrista por parte del Cardenal. Ortega y el Vaticano insisten en el carácter estrictamente pastoral de la visita. ¿Pero debe tener asepsia social y política la visita de un Papa a un país comunista? ¿Es eso cristiano?".
Analistas de la oposición en la isla y el exilio coinciden en que lo único que se ha logrado con las visitas papales de 1998 y 2012 es la recuperación lenta, pero muy efectiva de los espacios públicos de la iglesia católica, y la desaparición del lenguaje agresivo del gobierno respecto a las religiones, aún cuando continúa la represión y limitaciones contra algunas manifestaciones de la fe, básicamente el sector cristiano protestante opositor, al ser sus líderes quienes más duras críticas vierten sobre el régimen.
La voz de la oposición. Según declaraciones del vocero vaticano, Federico Lombardi, no se prevé una reunión de Francisco con la oposición. Antonio Rodiles, uno de los opositores más reconocidos, dice a DW que el resultado de esta visita "depende de la posición que asuma el Papa Francisco; depende de si se remite a la verdad, es decir, a negociar, exigirle al dictador el respeto de los Derechos Humanos. Nuestra posición, la de un amplio sector de la oposición, queda clara en la Declaración del Foro por los Derechos y Libertades".
Este Foro, conformado entre otros por grupos opositores internacionalmente conocidos como el Movimiento Damas de Blanco "Laura Pollán" y el proyecto independiente Estado de Sats, considera que "El pueblo, espera nuevamente vivir momentos de libertad y encontrar aliento y asideros en su sobrevida, luego de permanecer sorteando una crisis con más de medio siglo. Una nueva Cuba solo nacerá del ejercicio de la verdad. Nuestra nación ha enfermado en la mentira, un mal que no permite dignificar al ser humano. La Iglesia católica está llamada a ser actor importante, para mostrar un camino de compromiso con la verdad y la justicia. Y debe prestar atención a los legítimos reclamos de su pueblo. Darle credibilidad y apoyo engrandece su legado".