El escritor mexicano Juan Villoro habló con DW sobre la corrupción y la violencia en su país, cuestiones que aborda en su novela policial “Arrecife“, que explora con humor el turismo de ’peligro controlado’.
El escritor y dramaturgo Juan Villoro (Ciudad de México, 1956), fue agregado cultural en la antigua República Democrática Alemana (RDA) entre 1981 y 1984. Considerado como uno de los intelectuales y analistas políticos más destacados de su país, vuelve a Berlín para presentar su novela "Arrecife", (Anagrama, 2012,) que apareció en las librerías alemanas en abril de este año con el título "Das dritte Leben" (la tercera vida) bajo el sello Carl Hanser. La novela policial explora la violencia como atractivo turístico en Yucatán, ofreciendo a aburridos ciudadanos del primer mundo la oportunidad de sentir adrenalina. DW habló con el escritor poco antes de la presentación de su libro en el Instituto Iberoamericano de Berlín.
-¿Cómo surgió su relación con Alemania?
-De manera misteriosa porque tenía yo cuatro años cuando fui a dar al colegio alemán. Soy el primogénito de mis hermanos, somos cuatro, pero no había un antecedente familiar que avalara esta decisión. Mi padre había estudiado en España, donde nació, posteriormente en Bélgica, en internados jesuitas, y consideraba que la educación europea era muy buena. El colegio alemán tenía buena reputación de modo que fui a dar ahí. Ese fue mi primer contacto con una cultura extraordinaria, pero con la que yo no sabía como relacionarme. Fue conflictiva por la dificultad de aprender alemán, pero que muchos años después le encontré utilidad.
-Como esta noche durante la presentación de su novela...
-Presento mi novela "Arrecife", que se ubica en el Caribe, en un hotel todo incluído. A mi se me ocurrió que uno de los atractivos que puede tener América Latina para Europa y Estados Unidos es el riesgo, el peligro. Este hotel que se llama La Pirámide ofrece programas de entretenimiento 'especiales'. Es un parque temático en donde los europeos pueden encontrar ciertos peligros, pueden sentir la adrenalina de pertenecer al Tercer Mundo con el peligro de que los secuestren, o que se encuentren con algo muy radical. Lo que yo quería era crear una metáfora sobre cómo el peligro atrae a la gente, lo que para nosotros es un problema social para otros puede ser una atracción.
-¿Le inspiró en algo su libro de viajes "Palmeras de la brisa rápida", publicado en 1989?
-El contacto con la península, el haber viajado ahí, el tener familia de Yucatán me brinda cierta familiaridad con el tema. También tuve un compañero del colegio alemán que es un gran hotelero en México y a mí siempre me han interesado los hoteles como espacios alternativos. Sobre todo esos ressorts que están aislados, que son como estaciones interplanetarias. También me interesaba mucho reflexionar sobre el turismo. México es un país que depende mucho de las visitas de los extranjeros pero el cambio climático ha arruinado el clima. Como espacio turístico el Caribe tiene los días contados.
¿Cómo revitalizar una zona de este tipo? Una de las ideas es con programas de entretenimiento que apelen al morbo y a la curiosidad de los extranjeros. México se conoce en el mundo por sus malas noticias, por su violencia, por aquellas cosas que a nosotros nos lastiman pero que para otros pueden ser atractivas.
-¿Es plausible explotar la vertiente de violencia como atractivo turístico?
-Hay mucha gente que va a México y se sorprende de que no le pase nada que puedan asociar con el surrealismo, con un cuadro de Frida Kahlo, con una película de Luis Buñuel. Buscan una otredad más extrema y este tipo de programa de entretenimiento garantiza el contacto con esa otredad en donde el peligro es algo controlado. La violencia escenificada se confunde con la violencia real. Es una historia policial y un retrato de la sociedad mexicana.
-Amplias regiones en México se encuentran dominadas por la violencia y por el crimen organizado. ¿Cómo influye en su quehacer literario?
-Es muy difícil ser ajeno a la violencia en un país en donde esto nos toca cada vez más de cerca, en donde cualquiera de nosotros puede ser un daño colateral. Hace unos 10 años cuando el presidente Felipe Calderón declaró la absurda guerra contra el narcotráfico, mucha gente pensaba que si alguien moría era porque estaba involucrado directamente en el crimen. Es algo inmoral porque criminaliza a las víctimas. Pero esto ha cambiado, ahora tenemos muertes constantes en todas partes, tiroteos, secuestros de conocidos, de amigos y familiares. Cualquiera de nosostros podemos ser víctimas. Es el tejido social el que está roto y esto es lo que es muy grave. No se ha entendido hasta la fecha que es un problema que toca muchos aspectos de la sociedad, la educación, la transmisión de valores, económicos, políticos, incluso religiosos.
México es uno de los países más peligrosos para los periodistas. Y las amenazas no solo vienen del narcotráfico...
Aquí en Alemania también hay contrabando, hay piratería, pero el gran problema en México es que la ilegalidad es muy amplia y hay una gran complicidad entre el crimen organizado y ciudadanos aparentemente honorables; políticos, militares, policías, o empresarios. Este tipo de gente es la que pone en peligro a los periodistas. Los grandes capos de la droga hacen barbaridades espantosas, pero no dependen de una reputación en los medios... Para un gobernador, un presidente municipal, un diputado, que se sepa su vínculo con el crimen organizado es muy peligroso. Son ellos los que más amenazan a los periodistas y quienes los ejecutan. El escritor de Sinaloa Élmer Mendoza dice que no hay que cuidarse de los malos, sino de los que parecen buenos.
-La corrupción se extiende entre todos los partidos políticos y en vez de renovación hay peores prácticas.
-La economía mexicana se montó en el tráfico de influencias, es una economía de monopolios o de duopolios en casi cualquier sector, el cemento, la cerveza, la televisión, los jugos. Hay dos o tres empresas que compiten entre sí, que cuentan con grandes favores del gobierno que les ha dado terrenos, insumos, prebendas fiscales para hacer negocios. Esta complicidad de la política con la economía explica al hombre más rico del mundo Carlos Slim, que recibió los teléfonos de México en régimen de monopolio. Esta fórmula de convivencia de la política con la economía ha pasado ahora a la ilegalidad. Estamos ante un Estado que ha fomentado la ilegalidad, que se ha beneficiado económicamente de ella, incluso de las actividades del crimen organizado. No todos los gobernadores son cómplices de los narcotraficantes, no todos los diputados están trabajando para ellos pero muchos sí lo están haciendo. Tenemos una nueva economía fundada en la ilegalidad, lo que ha fomentado la corrupción. Vemos a un gobernador del Partido Acción Nacional (el conservador PAN) como Guillermo Padrés, que es un prófugo de la Justicia, Javier Duarte del PRI, otro prófugo de la Justicia. El Estado de Guerrero, gobernado por el Partido de la Revolución Democrática (el izquierdista PRD), en donde sucede la masacre contra los estudiantes de Ayotzinapa. Ninguno de los partidos políticos se libra de la corrupción.
-El nombramiento de Raúl Cervantes Andrade como Procurador General de la República (PGR) ha sido cuestionado por numerosas organizaciones de la sociedad civil que señalan que no es una buena señal...
-Más allá de la persona, el gran problema del sistema anticorrupción es que carece de autonomía. No tiene verdadera fuerza para oponerse al gobierno. Ha sido una reforma sin dientes, demasiado suave. Fui parte del Consejo Ciudadano que redactó la propuesta para la Constitución de la Ciudad de México. Yo me sumé a ese grupo de trabajo para crear un diseño anticorrupción, pero ahora está en manos de los diputados constituyentes que muy difícilmente lo van a aceptar. Todos los partidos políticos se han convertido en una casta que se protege a sí misma, cualquiera que sea su ideología. Los quebrantos o los ideales de la ciudadanía no se pueden expresar políticamente. Estamos en un auténtico impass. No somos representados por nadie. Los partidos encontraron que es un espléndido negocio que haya problemas. Tienen una industria del conflicto que se alimenta a sí misma y que acabaría si se resolvieran los conflictos. La perpetuación de los conflictos es la razón misma de la existencia de los partidos políticos mexicanos. Esto solo podría cambiar con nuevas reglas de ejercicio político, no creo que sea necesario buscar formas ajenas a la democracia, por ahora habría que buscar tener una democracia más auténtica.
-¿Cuál es la responsabilidad del presidente Enrique Peña Nieto?
-Los mexicanos tenemos la tendencia a considerar que en la cima de la pirámide está el gran tlatoani, el sacerdote azteca que todo lo puede y todo lo sabe. Esto viene de una herencia vertical que tiene que ver con el imperio azteca, que fue vertical, con la colonia española que también lo fue. Con 71 años del PRI en el poder que ahora ha regresado. Tenemos la convicción de que arriba hay alguien que es el culpable de todo. Hay una inmensa responsabilidad por parte del presidente, pero si fuera sustituído por el secretario de Gobernación las cosas seguirían igual. Es un mal presidente, pero es todo el sistema el que está mal.