El Big Bend National Park, una impresionante extensión del oeste de Texas, es una franja de un ecosistema desértico mayor, una gran parte de la cual existe en México, al sur del Río Grande.
Texas. El cada vez más escaso financiamiento para proteger la vida natural, mantener la estructuras históricas y alejar a las especies invasivas han dejado en peligro a los parques nacionales de Estados Unidos, según un reporte de la Asociación Nacional de Conservación de Parques.
Pero un acercamiento internacional para preservar un área única y notoria a lo largo de la frontera entre Texas y México ha revertido esa tendencia, ayudando a preservar, e incluso reavivar, al menos un parque, según la asociación.
El Big Bend National Park, una impresionante extensión del oeste de Texas, es una franja de un ecosistema desértico mayor, una gran parte de la cual existe en México, al sur del Río Grande.
En 2003, la asociación de conservación calificó al parque desastrosamente en términos de sus ecosistemas, tasas de visitas y recursos culturales.
Pero desde entonces, el parque ha visto mejoras que han revivido a la región y protegido a especies como los osos negros, murciélagos y halcones peregrinos.
"Lo veo como una tendencia alcista. Creo que está mejorando", dijo a Reuters James Nations, jefe del Centro para el Estado de los Parques de la asociación, que dio a conocer el reporte.
Expertos apuntan al esfuerzo de los líderes de ambos lados de la frontera por la conservación como una fuerza conductora detrás de la mejora.
En mayo, el presidente estadounidense Barack Obama y su par mexicano, Felipe Calderón, emitieron un comunicado conjunto instando a la cooperación en la región.
En enero, Estados Unidos anunció que reabriría la frontera informal de Boquillas, que estaba cerrada desde los ataques del 11 de septiembre del 2001.
Los conservacionistas creen que la reapertura aumentará la cooperación entre las comunidades de ambos países hacia la propiedad del parque entre ambos.
El esfuerzo binacional, del que la reapertura fue una parte integral, ha dado frutos en la reactivación de la vida salvaje, afirman biólogos en el sector.
Eso es especialmente evidente en la población de osos negros, que hace cerca de 20 años ha regresado a Big Bend desde estar en peligro de desaparición.
La población del parque, actualmente estable en cerca de 20 osos, fue fundada a finales de la década de 1980 cuando una osa viajó por el Río Grande desde México, conoció a un macho y formaron una pareja.
"El futuro de los osos en Big Bend depende de que haya una población sana en México", dijo Raymond Skiles, biólogo de vida salvaje de Big Bend. "Si estuvieran completamente aislados de los (osos) mexicanos es altamente improbable que una población tan pequeña pudiera sobrevivir sola", explicó.