La distancia de 1,6 millones de votos que el fallecido Hugo Chávez había puesto con la oposición en las elecciones el pasado 7 de octubre ha quedado evaporada y reducida a 260.000 sufragios, en lo que para analistas constituye una prueba de que la campaña de Maduro fue un fracaso.
Caracas, EFE. El estrecho triunfo alcanzado por Nicolás Maduro en las elecciones del pasado domingo despierta el fantasma de la ingobernabilidad en Venezuela, aunque el chavismo mantiene un cómodo colchón institucional con el control de la Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ).
La distancia de 1,6 millones de votos que el fallecido Hugo Chávez había puesto entre su Socialismo del Siglo XXI y la oposición en las elecciones del pasado 7 de octubre ha quedado evaporada y reducida a 260.000 sufragios, en lo que para analistas constituye una prueba de que la campaña de Maduro fue un fracaso.
"Fue bastante mala y se notó en el declive de su candidato", indicó a Efe el director de la encuestadora Datanálisis, Luis Vicente León, al puntualizar que, además, la campaña del candidato de la oposición, Henrique Capriles, fue "estelar".
León, cuya encuestadora había anunciado hace un mes una brecha de 18 puntos, subrayó que Maduro aprovechó el impulso inicial de la muerte de Chávez, el pasado 5 de marzo, para alcanzar una popularidad "artificial".
Eso, unido al intento fallido del candidato oficialista de emular a su mentor y el tono de una campaña que se fue despegando paulatinamente del duelo por la muerte de Chávez convirtiendo los mítines de Maduro en actos festivos, terminaron por disipar el efecto inicial.
También influyó el desgaste para el gobierno en los últimos meses con una devaluación aprobada el 8 de febrero que fue muy impopular y un incremento de la percepción de que la economía va por mal rumbo.
Con estas premisas, Maduro queda ahora al frente de un Ejecutivo con una inflación que en los primeros tres meses se disparó hasta el 7,9% (el gobierno aún no ha informado oficialmente del dato de marzo) como consecuencia de la devaluación, problemas de desabastecimiento y de acceso a divisas.
Además, encabezando la agenda de las preocupaciones de los venezolanos está la violencia que se cobró el año pasado la vida de 16.000 personas.
Cuenta, sin embargo, con el respaldo del Parlamento, donde el chavismo tiene mayoría absoluta, y del TSJ, órgano que, según analistas, no emite una sentencia contraria al Gobierno desde hace diez años.
Pero Maduro debe encarar los problemas del país con el lastre añadido de que la oposición no reconoce su legitimidad hasta que su victoria no sea refrendada por el recuento de los votos. El sistema electoral venezolano es electrónico, pero en el momento de sufragar se genera una papeleta que se guarda en una urna.
"Nosotros no vamos a reconocer un resultado hasta tanto no se cuente cada voto de los venezolanos", indicó Capriles en su primera declaración pública en la noche del domingo.
Maduro está de acuerdo con que se haga el recuento, pero ha anunciado que tomará juramento el próximo viernes y parece improbable que para esa fecha se haya producido ese recuento.
Además, el Consejo Nacional Electoral (CNE) debe aprobar ese recuento aunque ya audita el 54 % de los votos como regla.
"La gobernabilidad del presidente Maduro se ve muy duramente comprometida, es un triunfo muy pobre y ahora cuestionado", indicó León.
Para el director de la encuestadora GIS XXI, Jesse Chacón, varias veces ministro con Chávez, Maduro debe responder con una gestión mejor, con un Gobierno de mayor "eficiencia" para demostrarles a los sectores que votaron por el fallecido presidente en octubre que "se leyó el mensaje".
En su opinión, la situación a la que se aboca ahora el país requiere la responsabilidad del chavismo y de la oposición, y dijo que la figura de Maduro, por sus "características propias" de sindicalista, es una ventaja a la hora de buscar el diálogo.
"La formación del recién elegido presidente da una ventana interesante para una relación de este tipo (de diálogo), ahora hace falta también que del otro lado también haya ese entendimiento", apuntó a Efe.
Para León, el nuevo panorama impide al gobierno seguir con la dinámica del "chavismo prepotente" y ahora va a tener que pensar que si se enfrenta a la oposición se va a enfrentar a la mitad del país "y esa mitad del país no es una minoría".
"El rol de la oposición es oponerse y se va a oponer y si no negocian con ella se va a oponer más y si la tratas como la tratabas peor", indicó.