El primer mandatario indígena, que desarticuló sin piedad a la oposición conservadora y subió a Bolivia al grupo de países de desarrollo medio, con nacionalizaciones y altas inversiones públicas, ha resultado ahogado insospechadamente por algunos de sus supuestos aliados fundamentales.
La Paz. Luego de meses de tensiones en Bolivia, que han mostrado la cara más violenta y a la vez más débil del gobierno, algunos comienzan a cuestionar si el presidente Evo Morales perdió su aura de invencibilidad y si sigue siendo garantía de estabilidad económica y política.
El primer mandatario indígena, que desarticuló sin piedad a la oposición conservadora y subió a Bolivia al grupo de países de desarrollo medio, con nacionalizaciones y altas inversiones públicas, ha resultado ahogado insospechadamente por algunos de sus supuestos aliados fundamentales.
En aparente declive desde fines del 2010, Morales no pudo eliminar una costosa subvención a combustibles, presionado por los mismos sindicatos que luego le arrancaron un aumento salarial mayor al presupuestado, y terminó cediendo a demandas indígenas al cancelar un proyecto vial que había vendido como vital .
La movilización indígena, que culminó en la última semana en La Paz convertida en una masiva manifestación antigubernamental, pudo haber golpeado a Morales tanto como una avalancha de votos nulos, propiciados por la oposición, que opacó una histórica primera elección judicial por sufragio universal.
Extraño revés electoral para un líder que hasta hace poco se ufanaba de ser el único que obtuvo seis victorias consecutivas por mayoría absoluta en las urnas, en la historia boliviana.
La debilidad que perciben algunos analistas era impensable en diciembre del 2005, cuando el sindicalista cocalero ganó el respaldo de una mayoría electoral sin precedentes, como tabla de salvación del convulsionado y empobrecido país, o cuatro años después cuando fue reelecto aún con más votos.
"La acumulación de tensiones está despedazando en tiempos muy breves el poder de convocatoria y la representatividad del gobierno, que fue el más significativo en los últimos 50 años", dijo el investigador universitario Roger Cortez.
Con cinco años y nueve meses en el poder, Morales ha marcado un récord de duración ininterrumpida de un gobierno democrático en el país, conocido hasta hace poco por su inestabilidad y por acumular más golpes de Estado y caídas presidenciales que cualquier otro en Sudamérica.
"Si bien no se ve un desenlace próximo catastrófico de la actual inestabilidad", Bolivia puede ver demorados varios importantes programas de industrialización e infraestructura, advirtió Cortez, recordando la promesa de Morales de "entrar al camino del desarrollo y el vivir bien".
La prolongación de la sangría de al menos US$500 millones en subvención a combustibles y la paralización de las obras de la carretera amazónica de US$420 millones, financiada por Brasil, son este año los efectos más visibles del bloqueo a los planes de Morales por supuestamente oficialistas movimientos sociales.
Como los indígenas del parque Tipnis del centro del país que se oponen a la carretera, otros del Chaco sudoriental han provocado demoras en proyectos petroleros aprovechando su recién ganado derecho a la consulta para la explotación de recursos naturales en sus territorios.
¿Concesiones extremas? Morales puede estar pagando el precio de haber hecho concesiones demasiado generosas a pueblos indígenas minoritarios, en especial el derecho a una consulta que se vuelve una especie de derecho a veto sobre proyectos de desarrollo, dijo el analista Franklin Pareja.
El mandatario, que hizo bandera de los derechos indígenas y de la Madre Tierra, consagrándolos incluso en una nueva Constitución, "no ha calculado que esa magnanimidad le traería tantos problemas", sostuvo el también docente universitario.
Morales impuso una "sobre-representación electoral" a favor de los indígenas minoritarios, "pero ahora estos indígenas son incómodos porque hay que pedirles permiso, el gobierno se ha metido en un gran problema", dijo.
Los indígenas minoritarios recibieron además 11 millones de hectáreas en tierras amazónicas y chaqueñas en los últimos cinco años, pero para algunos de sus dirigentes esos avances estarían en peligro de quedar "anulados por los retrocesos de Evo".
Los indígenas del Tipnis dicen que en el fondo se oponen a la carretera porque ésta podría convertirse en vía de crecimiento de los cultivos de coca de la vecina región de Chapare, la cuna política de Morales.
Los guaraníes del Chaco, por su parte, cuestionan no tanto los daños ambientales de la industria petrolera sino que cinco años después de la nacionalización las principales inversiones sigan en manos de Petrobras, Repsol-YPF o Total
"El ciclo de Morales simplemente ha terminado", sentenció Rafael Quispe, aymara como Morales y líder de comunidades altiplánicas que acompañó la marcha de los amazónicos.
Coincidió con varios intelectuales de las etnias mayoritarias aymara y quechua en que el llamado "proceso de cambio" o la "refundación" del país "debe ser reencaminado con una nueva agenda, con más actores sociales".
"El quiebre se debe fundamentalmente a la arrogancia gubernamental. Evo ya no tiene la confianza de los movimientos sociales y no va a ser fácil que volvamos a creer en él, a ilusionarnos con él", agregó Quispe.
¿Reconciliación? Como admitiendo la necesidad de restaurar alianzas, el gobierno que consideraba enemigos a todos sus críticos ha hablado por primera vez esta semana de reconciliación.
"El país requiere reconciliación entre hermanos y el gobierno está empeñado en eso, no sólo con los hermanos indígenas", dijo el miércoles el ministro de Comunicación, Iván Canelas, poco después de que la marcha de más de dos meses por el Tipnis ingresara triunfal al centro de La Paz aclamada por decenas de miles de personas.
Canelas señaló que en esa línea se inscribe la convocatoria de Morales a un gran diálogo en diciembre para definir "una nueva agenda de desarrollo", iniciativa aplaudida por el empresariado y todavía no aceptada por sindicatos y organizaciones indígenas.
Para Pareja, los conflictos recientes "originan una crisis del sistema democrático, una pérdida de credibilidad del gobierno y por supuesto una decepción de la población".