El primer discurso de Donald Trump ante las Naciones Unidas es visto con cauteloso optimismo por diplomáticos en Nueva York. El presidente estadounidense ha criticado a la organización, pero su presencia cuenta.
Incluso bajo circunstancias normales, es todo un reto conseguir que diplomáticos hablen abiertamente acerca del inquilino de la Casa Blanca, quien además da forma a la política exterior estadounidense. Pero Donald Trump es quien ha dicho que las Naciones Unidas "son un club de personas que se juntan para hablar y pasar un buen rato", y quien ha promovido drásticos recortes a las contribuciones de Washington al organismo. Así que las actuales no son circunstancias normales.
Por eso resulta sorpresivo que, de los cerca de doce representantes ante la ONU consultados para este artículo, ninguno haya estado dispuesto a hablar públicamente acerca de sus expectativas antes del primer discurso de Trump ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Pero incluso sin poder citarlos, es evidente que los diplomáticos permanecen expectantes y aún indecisos acerca de lo que creen que deberían decir.
Silencio generalizado. Para ser justos, es hasta cierto punto justificado este silencio generalizado. Trump es visto como impredecible, particularmente en lo que respecta a los cambios de último minuto en los discursos que pronuncia. El sentimiento principal que comparten representantes de América del Norte, Europa, África y Asia fue de alivio por que Trump asistirá a la ONU y participará en la Asamblea General.
Puede que no sea un objetivo muy ambicioso, pero comparado con lo negativo de su retórica anti-ONU y su conocida política de "America first” ("Estados Unidos primero”), la visita a la organización internacional con mayor visibilidad en el mundo puede ser interpretada como un paso discreto, pero importante.
"Es bueno que participe”, dijo un representante. "Es mejor a que se deslinde del todo”.
Otra posible evidencia de que las cosas entre Trump y la ONU no son tan ríspidas como se piensa es que el presdiente estadounidense no solo asistirá a la ONU para pronunciar su primer discurso. Un día antes, estará presente cuando presente junto con Alemania, Reino Unido y otros países su propuesta para reformar el organismo.
Esto también puede ser interpretado de dos formas. La primera es que, no obstante su retórica aislacionista, Trump aún busca definir qué papel podría jugar una ONU reformada. En segundo lugar, Trump ve a Estados Unidos como un actor clave en la política internacional, y esto va mucho más allá de los estrechos intereses nacionales.
Lidiando con la ONU. Sin embargo, esto no significa que Trump vaya a abstenerse de criticar a la ONU durante sus apariciones en Nueva York. Seguramente que no lo hará. Pero puede ser que este presidente –que se considera a sí mismo como el mejor negociante del mundo- está dispuesto a "cerrar tratos” con la Naciones Unidas y sus países miembros, y también, que los recortes anunciados por Trump no serán tan dramáticos como se teme.
Mientras los diplomáticos que trabajan en Turtle Bay -el vecindario en medio de Manhattan donde tiene su sede la ONU- permanecen con los labios sellados en lo que respecta a la próxima aparición de Trump, otros no son tan discretos.
"Amo a mi presidente” "Estamos felices y orgullosos de que él venga”, dice John Hakim, dueño de una pizzería ubicada a una cuadra de la sede mundial de la ONU. El hombre es un egipcio de confesión cristiana copta que vino a Estados Unidos hace siete años y abrió este local en julio pasado, justo a tiempo para lo que podría ser una gran temporada una vez que comience la Asamblea General de las Naciones Unidas.
"Haremos lo mejor que podamos para servir a todos y esperamos hacerlo bien", dice. Cuando se le pregunta sobre sus ideas políticas, el empresario despliega algo de talento diplomático. "No me interesa la política. Soy ciudadano estadounidense. Amo a mi país. Amo a mi presidente", afirma Hakim. Dice además que si Trump acude a su restaurante, le presentará dos sugerencias concretas: pasta con pollo, o fettuccini con camarones.