El exmandatario mexicano considera que en el país centroamericano "hay un débil cumplimiento de la ley" y lo plantea como el principal desafío que deberá enfrentar quien asuma el nuevo gobierno en el 2018.
Bonn. El expresidente de México Felipe Calderón se encuentra en Bonn, Alemania, como ponente en la conferencia “Global Landscapes Forum”, sobre el desarrollo ecológico de paisajes sustentables. Entrevistado por DW, el exmandatario expresó que el mayor reto actualmente en México es la seguridad y el Estado de derecho. "Hay un débil Estado de derecho, un débil cumplimiento de la ley", destacó,
Hizo mención al proceso de negociación del Tratado de Libre Comercio (TLC) señalando que el problema en ese caso "es el daño a las relaciones comerciales". Cree que el sufrimiento económico no solo sería para México, sino también para Estados Unidos.
DW: En su "key note” en el Global Landscapes Forum, Ud. dice que la elección entre el desarrollo y la naturaleza es un falso dilema. Sin embargo, en América Latina el crecimiento se asocia en muchos casos con la minería depredadora y contaminante, los monocultivos y la tala de bosques. ¿Qué salida ve usted a esa situación?
Felipe Calderón: En el reporte de la Nueva Economía Climática hemos insistido en que es perfectamente factible tener desarrollo económico y al mismo tiempo reducir las emisiones y preservar y enriquecer el capital natural de nuestros países. En los casos específicos, hay maneras de realizar minería sustentable y restitutiva del medio ambiente. Y también hay claramente no solo la posibilidad, sino la necesidad de hacer agricultura sustentable que no presione la superficie forestal de nuestros países, que no degrade los suelos. Hay tecnología disponible que permitiría hacer la agricultura no solo más productiva, sin también más respetuosa del medio ambiente.
¿Cuál sería un ejemplo?
Un ejemplo serían las comunidades indígenas que se ven obligadas, para sobrevivir, a talar los bosques y las selvas en los que viven para sembrar en las laderas maíz, por ejemplo, maíz para consumo humano. En esos sembrados, en una hectárea no se produce ni siquiera una tonelada de maíz. Es decir, estamos hablando de que en todo el año no obtienen ni siquiera cien euros de ganancia.
Pero también hay otros casos, por ejemplo, en la gran minería…
Sí, pero definitivamente hay formas de hacer minería sustentable y respetuosa del medio ambiente.
Los privados no están interesados siempre justamente en la defensa del medio ambiente. ¿Cuál sería el papel del Estado en ese contexto?
Es evidente que el Estado y la reglamentación deben prevalecer, no solo en América Latina, sino en todo el mundo, incluyendo Europa, donde también hay minas, para hacer que la minería sea sustentable. Pero vuelvo a México. Esos indígenas pueden ganar mucho más directamente por el pago de los servicios ambientales que brindan selvas y bosques, no destruirían la selva y habría un crecimiento sustentable. Además, podrían realizarse otras actividades asociadas, desde una explotación sustentable del bosque hasta las actividades de ecoturismo, que tienen un gran auge en México, en Centroamérica y en todo el mundo.
¿Cuáles serán los mayores desafíos a los que se verá enfrentado, en su opinión, el próximo Gobierno, que surja de las elecciones del 1 de julio de 2018?
Obviamente el tema del Estado de derecho en México. Que, además, tiene implicaciones también para la sustentabilidad. Hay un débil Estado de derecho, un débil cumplimiento de la ley, un débil "enforcement”, entre otras cosas, que complica la sustentabilidad y daña el capital natural de cualquier país. El mayor reto de México es la seguridad y el Estado de derecho. Otro es el acceso a iguales oportunidades que permitan reducir la enorme desigualdad que hay en nuestros países, sobre todo, en educación, salud y acceso a vías de comunicación.
El próximo Gobierno, además del Estado de derecho, se va a ver confrontado con los temas TLC y Muro. ¿Cuál cree usted va a ser el desenlace de ambos temas?
El Muro es una gran fantasía. No se va a construir. En ninguna Administración y tampoco en esta. Todo presidente norteamericano llega, construye un pedacito de muro, en una frontera que tiene más de tres mil kilómetros de largo, totalmente inútil. Y ya: cumple con sus electores radicales y se acabó. En cuanto al TLC, el problema es el daño a las relaciones comerciales. El Financial Times calcula que en los ocho o nueve meses que han transcurrido desde el plebiscito británico sobre el brexit, la economía británica ha crecido casi un uno por ciento menos con respecto a lo que hubiera podido crecer. Lo mismo le va a ocurrir, no solo a México, sino también a Estados Unidos si se reducen o cancelan las relaciones comerciales.
Además, el sufrimiento económico no solo sería para México, sino para Estados Unidos mismo. Hay casi siete millones de familias estadounidenses que dependen del comercio con México y de ellas, 1.100.000 dependen directamente de las exportaciones desde México. En el caso de la industria automotriz de América del Norte, incluyendo Estados Unidos, México y Canadá, solo el 15% del comercio total son vehículos terminados. El diez por ciento son bienes de capital y el 75% son productos intermedios. De tal forma que es un comercio muy completo y muy integrado que si se destruye va a acabar con la industria automotriz norteamericana. Un coche exclusivamente estadounidense sería caro y muy ineficiente.
¿Qué impresión se lleva de este evento?
El tema que aquí abordamos es fundamental. Para América Latina y para México, en particular, darle sustentabilidad y desarrollo al uso de los suelos, desde la agricultura hasta el manejo de bosques, puede generar tasas de crecimiento económico altas y empleos en lo que, paradójicamente, son las zonas más pobres del país y del continente: las zonas del sur, las zonas rurales y las zonas indígenas, que, desgraciadamente no tienen la suficiente atención ni se desarrollas políticas suficientes que promuevan la sustentabilidad. Yo, por ejemplo, promoví mucho el pago de servicios ambientales, por ejemplo, en el Pro Bosque o Pro Árbol, en cuyo marco llegamos a pagar más de tres millones de hectáreas a los campesinos y los indígenas que en ellos vivían para que las sostuvieran, cuidaran y las reforestaran. Sin embargo, posteriormente se han implementado políticas públicas que incentivan, con subsidios, por ejemplo, la ganadería no sustentable, invasiva, que deforesta. Esas políticas tienen que afirmarse para que haya un solo modelo de desarrollo orientado hacia la sustentabilidad.