Muchas de las víctimas de los disturbios que sacudieron Londres fueron extranjeros, como la vendedora polaca de una tienda que fue fotografiada saltando de un edificio incendiado o un estudiante malayo a quien robaron tras recibir una paliza.
Londres. "Tremendos, los extranjeros..." escribió alguien en la red social Twitter cuando se supo que comerciantes turcos y kurdos estaban reuniéndose en las calles del este de Londres para defender sus tiendas y cafés de los saqueadores.
"...Vienen a nuestro país y protegen nuestros barrios y comunidades", continuaba el mensaje.
Muchas de las víctimas de los disturbios que sacudieron Londres fueron extranjeros, como la vendedora polaca de una tienda que fue fotografiada saltando de un edificio incendiado o un estudiante malayo a quien robaron tras recibir una paliza.
Pero no debería ser una sorpresa. Actualmente, gran parte de los londinenses son extranjeros. Según cifras de la Oficina Nacional de Estadísticas británica, más de la mitad de los residentes de la ciudad -un 52,5%- no nacieron en Gran Bretaña.
Muchos de los londinenses llegaron, o huyeron, de países con una historia de violencia, justicia arbitraria y guerra. Cuando los peores disturbios en una generación sacudieron la capital la semana pasada, la mayor parte de sus masas cosmopolita se mantuvo en calma y continuó con su vida.
Tipicamente ecléctica. Dalston es una zona típica de Londres por su eclecticismo. Personas originarias de Turquía comenzaron a llegar al área una generación atrás, y ahora en la calle principal se ven carnicerías halal, tiendas de golosinas turcas, cafés típicos y clubes sociales donde grupos de hombres de mediana edad socializan tras un juego de billar.
Entre esas tiendas también hay una librería caribeña, comercios de propietarios asiáticos y compañías de taxi dirigidas por africanos.
El dueño de la tienda Stokey Grocery, en Dalston, un turco llamado Aziz, dijo que se juntó con otros comerciantes en la calle esta semana para asegurarse de que no hubieran problemas cuando se corrió la voz de que los alborotadores se dirigían hacia el barrio.
"Estábamos ayudando a la policía", explicó.
Cuando los inmigrantes turcos comenzaron a llegar a Dalston en la década de 1990, el lugar era un distrito en decadencia, dijo Aziz. Gradualmente lo mejoraron, abriendo negocios y cuidándose unos a otros.
"Esta zona en 1990 era el área más peligrosa. Ahora es una zona limpia, cómoda. Una cantidad de comercios están abiertos las 24 horas. Antes no podían abrir hasta tarde", explicó. Sobre los comerciantes dijo que "todos se conocen. No importa si son ingleses, turcos o paquistaníes".
Unas pocas puertas más adelante, Louis Essuman, quien se mudó a Londres desde Ghana en la década de 1970, dirige un servicio de taxis. Llegó a la capital inglesa porque era más seguro y se respetaba más la ley que en su país. Pero esta semana recibió llamadas de sus familiares en Africa para saber si se encontraba bien.
Essuman les dice que está bien. Sus hijos, nacidos en Londres, son lo suficientemente inteligentes para mantenerse alejados de los problemas.
Los conductores que trabajan para él también son inmigrantes provenientes de Africa, Irán, Turquía y otros lados. Decidieron llegar a Londres, afirma Essuman, por su reputación mundial como un lugar donde quienes están dispuestos a trabajar duro pueden ganarse honestamente la vida.
"Sabemos que es un país seguro, comparado con otros países europeos. Lo califico como un refugio para los inmigrantes. Por lo que esto fue una sorpresa", dijo sobre los disturbios.
Los disturbios comenzaron cuando una protesta pacífica por la muerte de un sospechoso negro a manos de la policía se tornó violenta, pero Essuman desestimó relacionar los hechos.
"Yo soy negro. Y soy extranjero. La muerte de ese joven no tuvo nada que ver con este tipo de cosas. Esto es vandalismo simple y puro", afirmó.
Pero no todos coinciden. Ela Sobolewska, una periodista del diario en polaco Dziennik Polski, dijo que algunos de sus amigos hablaban de los disturbios como una señal de que deben regresar a su país.
"Me dijeron que es una buena razón para volver. Es una buena razón para pensar sobre una vida diferente. Hay mucha gente peligrosa. Demasiada gente joven peligrosa", afirmó.