Comunidades de Chiquimula y Zacapa están inquietas por el futuro y las pérdidas que han tenido. El hambre es una amenaza y algunos evalúan la idea de migrar.
Varias familias han optado por la migración temporal para emplearse en otras regiones para llevar comida a sus familias.
La sequía prolongada ocurrida entre julio y agosto afectó a 266.000 familias en todo el país.
Datos de la secretaría Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Sesán) revelan que el 80% de las siembras de maíz y el 63% de las de frijol se perdieron, debido a que la canícula que se extendió hasta 40 días en algunas áreas.
Las estimaciones de la Sesán indican que la sequía causó una reducción de al menos 1.890.000 quintales de maíz y no menos de 661.000 quintales de frijol, que juntos suman una pérdida de alrededor de Q450,33 millones (US$57,1 millones).
Agricultores de la región oriente, la cual sufrió más los efectos de la canícula, afirmaron que las pérdidas de siembras fueron casi totales, lo cual representa “un golpe durísimo” y del cual no podrán recuperarse en lo que resta de este año.
Llueve sobre mojado. A siete kilómetros de la cabecera municipal de Camotán, Chiquimula, se encuentra la aldea Niarar, donde viven 1.293 personas y todas se dedican a la agricultura.
Santos Norberto Interiano, presidente del Consejo Comunitario de Desarrollo (Cocode) de la aldea, indicó que, según la información que recopilaron con la ayuda de técnicos del ministerio de Agricultura, el 98% de la siembras de maíz se perdieron y el 85% de las de frijol.
“La situación ha sido muy difícil, muchas familias han visto cómo se reduce su alimento. En algunos casos las familias han optado por no hacer un tiempo de comida al día”, indicó Interiano.
La pérdida de la primera siembra causó que más de la mitad de las personas de la aldea no pudieran sembrar por segunda vez este año porque no tenían recursos. “Yo soy un ejemplo, perdí 16 tareas —una manzana de terreno— de maíz y no pude volver a sembrar”, dijo el presidente del Cocode.
Explicó que otros campesinos lograron conseguir insumos para sembrar frijol. Sin embargo, la cosecha está en riesgo porque no saben con certeza si el invierno seguirá siendo favorable y por una plaga de babosas y gorgojos que amenaza con dañar las pocas siembras, la cual no pueden eliminar porque no tienen recursos para adquirir insecticida.
Roberta García, quien vive en el caserío Pitahaya, ubicado en la parte baja de la aldea Niarar, contó que perdió la totalidad de la siembra de maíz que tenía junto a su familia.
Con el apoyo de otras familias de comunidades cercanas consiguieron semillas de frijol y decidieron volver a sembrar para la segunda etapa lluviosa. “El maíz se perdió y a la siembra de frijol le cayó una plaga que está acabando con las plantas. No podemos detenerla, y si la lluvia deja de caer es posible que se vuelva a perder todo”, señaló García.
La situación no es mejor en el municipio de San Jorge, Zacapa, donde decenas de familias se enfrentan a las secuelas de la canícula prolongada.
Aníbal Marroquín, guía de monitores de campo del barrio Malpaís, San Jorge, Zacapa, contó que las 104 personas sufrieron pérdidas casi totales de sus siembras de maíz.
Marroquín precisó que aunque pudieron conseguir semillas de maíz y dividirlas entre todos los agricultores para hacer una segunda siembra, temen que esta se pierda.
“Quizás en este momento en los terrenos haya plantas verdes, pero si deja de llover en unos días todo puede volver a perderse porque el terreno no es el mejor para retener la humedad en el suelo”, aseguró Marroquín.
Detalló que otro problema es que desde hace dos años se presentó una plaga de araña roja y aunque este año no afectó porque las siembras se perdieron, aún temen que si hay buenas condiciones esta plaga reaparezca y merme considerablemente su cosecha de maíz. “Aunque sea buena la cosecha, no compensará la pérdida de la primera”, dijo.
Pocas expectativas. A 19 kilómetros de la zona central de San Jorge se ubica la aldea El Cimarrón, donde viven 65 familias. En la zona no hay energía eléctrica y se perdió la totalidad de las siembras.
Manuel de Jesús González, alcalde comunitario de la aldea, indicó que menos de la mitad de las personas que viven en El Cimarrón hicieron una segunda siembra; el resto afrontaron muchos problemas para conseguir los recursos necesarios para hacerlo.
“Es aventurado asegurar que los que sí sembraron vayan a tener una buena cosecha y se recuperen. Aunque el invierno esté copioso no es garantía de que habrá cosechas, nuestros terrenos están en laderas y con unos pocos días que deje de llover y que haya sol tendremos el mismo problema”, expuso el alcalde comunitario.
Los entrevistados concordaron en que la situación difícil ha obligado a algunos a tomar la decisión de migrar a otras partes del país para buscar trabajo y “poder ofrecerles al menos un plato de comida a sus familias”.
Existe además la preocupación generalizada de que la ayuda que el Gobierno ofreció no llegue o no sea la suficiente para aliviar el hambre.
Alirio Morales, presidente del Cocode de la aldea Tierra Colorada, en San José La Arada, Chiquimula, explicó que cien familias de esa zona perdieron 60 manzanas de cultivos y esperan ansiosos la ayuda que las autoridades ofrecieron.
Pocas opciones. María Elena Amador, comadrona tradicional del caserío Pitahaya, Camotán, Chiquimula, explicó que para que las familias tengan el beneficio de recibir alimentos que ofreció el Gobierno deben efectuar trabajos, pero no siempre se puede.
“Por ejemplo, nos piden abrir zanjas en las laderas, para retener el agua de lluvia, pero para eso se necesita un nailon para colocarlo y evitar la filtración. Las personas no tienen dinero ni para comer”, afirmó Amador.
Manuel de Jesús González, alcalde comunitario de la aldea El Simarrón, dijo que les piden hacer lo mismo, pero el terreno es irregular, es de piedra y arena, no es el óptimo para ese trabajo, pues el agua se filtra mucho antes de llegar a las zanjas. “Propusimos arreglar la carretera, pero no aceptaron”, aseguró.
Buscan migrar. Jorge Cordón, alcalde comunitario de la aldea Agua Blanca, en la cabecera departamental de Zacapa, explicó que las 200 familias del lugar tuvieron pérdidas casi totales y solo “los más afortunados lograron sacar un quintal de maíz de toda la cosecha”.
Indicó que ante la situación algunas personas tienen la esperanza de emplearse en las plantaciones de melón, por lo que viajan a otras comunidades para obtener el beneficio. En años anteriores otros muchos han migrado a EE. UU. “Desde allá mandan dinero a sus familiares para que no sufran tanto”, dijo.
Los que se quedan buscan la forma de emplearse y obtener algunos ingresos.
“La gente se cayó, pero no por eso se va a quedar tirada. Aquí todos nos ayudamos y hacemos lo posible para salir adelante juntos”, afirmó Cordón.
Santos Norberto Interiano, presidente del Cocode de la aldea Niarar, de Camotán, Chiquimula, también expresó que la situación ha obligado a muchos hombres a migrar a otros departamentos del país para buscar ingresos.
Las personas optan por lo general por viajar a regiones ubicadas en el litoral pacífico y el occidente del país, donde buscan oportunidades de empleo temporal en fincas para poder reunir el dinero suficiente y volver con su familia a sembrar la tierra.
Hay que tener fe. Nehemías Molina, vecino de la aldea Vega Arriba, de la cabecera departamental de Chiquimula, precisó que perdió sus cultivos en una manzana y media de terreno. “Volví a hacer la segunda siembra. Hay que trabajar y tener fe de que todo salga bien”, afirmó.
Se perdió todo. Aníbal Hernández, vecino del barrio Santa Rosita, en San Jorge, Zacapa, comentó que las 400 personas que viven ahí sufrieron pérdidas en sus cultivos de maíz y frijol. “Estamos preocupados, son cosas que pasan y no sabemos qué hacer”, indicó.
Plagas atacan. Roselena Molina Pérez, agricultora de la comunidad Pitahaya, Camotán, Chiquimula, indicó que su familia perdió toda la milpa y con esfuerzo volvió a plantar frijol en esta ocasión.
“Las plantas son atacadas por plagas y no sabemos si tendremos la cosecha”, aseveró.