El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, fijó noviembre de 2013 como tope para las negociaciones que iniciaron hace 20 días en La Habana con representantes de la guerrilla.
Tratar de poner fecha límite a los diálogos de paz que adelantan el Gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC en Cuba socava los esfuerzos para poner fin a cinco décadas de conflicto interno, aseguró este viernes Marco LeónPOLÍTICA Calarcá, uno de los delegados principales del grupo insurgente.
El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, fijó noviembre de 2013 como tope para las negociaciones que iniciaron hace 20 días en La Habana, mientras las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) insisten en que las bases del acuerdo marco no estipulan una duración determinada para buscar un consenso.
"Esto perjudica porque empieza a presionarse (por una resolución) y se empieza a justificar el fin de los diálogos si apenas estamos comenzando", dijo Calarcá, cuyo nombre civil es Luis Alberto Albán, en una entrevista con Reuters en un jardín del centro de convenciones donde conversan las comitivas.
"Nos atenemos a lo que acordamos. Ahí no hay meses, ahí se dice vamos a demorarnos el tiempo que sea necesario: si nos demoramos tres meses, excelente; si nos demoramos tres años, excelente. Nosotros no le apostamos a las fechas fatales", aseveró el líder rebelde, de pelo entrecano y barba recortada.
Pese a ello, Calarcá aseguró que hay razones para el optimismo diez años después de que el anterior intento por zanjar el enfrentamiento armado más prolongado del continente naufragara luego de tres años de infructuosas conversaciones en Colombia.
"Hay un vecindario en nuestra América con una posición política diferente donde de verdad hay aires de democracia. (Este) medio ambiente favorece una solución política", explicó, citando a Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil y Uruguay, donde líderes socialistas accedieron al poder por la vía electoral.
Además, el delegado de las FARC consideró que en el plano interno hay más "experiencia y madurez" y que el "fracaso" de una década de ofensiva militar apoyada por Estados Unidos ha devuelto al Gobierno colombiano a la mesa de diálogo, pese a que consideran al grupo narcotraficante y terrorista.
"Si estuviéramos tan débiles como ellos dicen, ¿por qué están sentados a la mesa de diálogo con nosotros? (...) Si somos terroristas, si somos narcotraficantes ¿qué hacen sentados en una mesa buscando una solución política?", reflexionó.
"La práctica muestra que lo que están diciendo es mentira", acotó el rebelde, vestido con una camisa beige de manga corta y un pequeño morral de camuflaje.
EE.UU. clave. Las partes retomaron el diálogo esta semana tras una primera ronda que finalizó con moderado optimismo, pero sin avances concretos sobre la compleja agenda de cinco temas, que incluye desarrollo agrario, participación política de la guerrilla, resolución del conflicto, narcotráfico y víctimas.
Bajo la modalidad "nada está acordado hasta que todo esté acordado", las delegaciones han mantenido un completo hermetismo sobre las conversaciones para evitar que la presión exterior afecte al proceso como sucedió en el pasado, algo que está dando mayor "apertura y sinceridad" entre las partes, dijo Calarcá.
El receso terminó con una operación militar del Ejército colombiano en la que murieron 20 insurgentes, lo que según el negociador no debe afectar al proceso, aunque reiteró su llamado al Gobierno a que se sume al alto al fuego unilateral declarado por los rebeldes para favorecer una solución pacífica.
Además, el dirigente aseguró tajante que "en este momento las FARC no tiene prisioneros de guerra", luego de que una conocida guerrillera dijera recientemente que el grupo todavía retenía a efectivos capturados en combate.
Otro tema tangente a la mesa de diálogo ha sido la insistencia de los rebeldes marxistas para que el presidente Barack Obama indulte a su compañero Simón Trinidad, condenado a 60 años de cárcel en Estados Unidos y "símbolo" de sus presos.
"La política económica de Colombia está trazada desde la Casa Blanca y la política militar está asesorada e incluso dirigida (...) por Estados Unidos", denunció Calarcá.
"Si toda esa influencia ha sido para cosas negativas para nuestro pueblo, esperamos que ahora sea una influencia benéfica para los intereses de las mayorías", agregó, poniendo el caso de Trinidad como un paso clave en esta dirección y desestimando cualquier respuesta que no venga "del propio Obama".
Este es el cuarto intento oficial por acabar con una guerra que lleva centenares de miles de muertos, millones de refugiados e incalculables pérdidas económicas y las FARC lo ven como el más propicio ante el "clamor por la paz" en Colombia, donde aseguran que muchos los ven con "respeto, admiración y cariño".
Pero Calarcá termina con voz suave: "si hay condiciones para seguir buscando nuestro objetivo sin las armas en la mano, las vamos a usar. Pero si no es posible, si sigue siendo Colombia un país donde ser de oposición significa ser objetivo militar, pues no podemos hacer política así y tocará seguir siendo guerrilla".