El mandatario de ideas socialistas que desafió al Vaticano al dejar los hábitos para sumergirse en la política y que derrotó al cáncer durante su mandato, fue acusado de mal desempeño en un conflicto que terminó con 17 muertos tras un choque entre campesinos y fuerzas de seguridad la semana pasada.
Asunción. Fernando Lugo, el ex obispo católico que hizo historia en Paraguay al llegar a la presidencia cambiando el signo político del país tras seis décadas, enfrenta ahora su mayor desafío en el cargo: un juicio político que podría terminar con su mandato.
El mandatario de ideas socialistas que desafió al Vaticano al dejar los hábitos para sumergirse en la política y que derrotó al cáncer durante su mandato, fue acusado de mal desempeño en un conflicto que terminó con 17 muertos tras un choque entre campesinos y fuerzas de seguridad la semana pasada.
Debilitado políticamente, fuerzas propias y ajenas lo sitiaron buscando su renuncia por inacción ante el creciente malestar social, pero anticipó que peleará por mantenerse en su cargo y que no hay una causa válida "ni jurídica, ni política" para destituirlo.
"Amo profundamente al pueblo paraguayo, vine de él, continuaré trabajando por la causa de sus grandes aspiraciones y me encontraran siempre luchando por la justicia social y la paz entre paraguayos", señaló Lugo en un mensaje al país desde el Palacio de Gobierno.
"Este presidente (...) se somete con absoluta obediencia a la Constitución y las leyes a enfrentar le juicio político con todas sus consecuencias", añadió.
De hablar sereno y pausado, como si estuviera dictando misa, su presidencia estuvo lejos de navegar aguas calmas y debió batallar contra su enfermedad, acusaciones de paternidad que terminaron con el reconocimiento de dos hijos y contra un Congreso donde su coalición siempre actuó en minoría.
Y la alianza heterogénea que lo encumbró, donde se mezclan izquierdistas radicales y liberales, tampoco estuvo exenta de divergencias internas.
En los últimos días, la presión sobre su figura se multiplicó y llevó a la destitución del ministro del Interior, del comandante de la policía y a la renuncia de cuatro ministros y un secretario de Estado.
Meteórico ascenso. Lugo saltó a la fama en la política al liderar una multitudinaria manifestación en contra de su antecesor en lo que sería el principio del fin del entonces gobernante Partido Colorado.
Antes había ocupado por cerca de 10 años la diócesis de San Pedro, uno de los departamentos más pobres del país, donde trabajó con organizaciones campesinas y forjó una visión de país que intentaría poner en práctica más adelante.
Solía decir que en San Pedro aprendió que sólo la política podía hacer posible los cambios, cuando era indagado sobre los motivos que lo llevaron a renunciar al obispado. Otros aseguraban que dio un paso al costado porque perdió relevancia entre la jerarquía católica.
Su carrera política tuvo un meteórico ascenso y en abril del 2008 fue electo presidente en unos comicios históricos que dejaron atrás más de 60 años de conservador gobierno colorado, incluyendo la feroz dictadura de 35 años del general Alfredo Stroessner.
El Vaticano le otorgó una dispensa inédita y meses después, Lugo juró como presidente en medio de una fiesta ciudadana y con una popularidad por las nubes.
Pero las reformas encaradas por su gobierno tropezaron con la oposición en el Congreso y el respaldo a su gestión comenzó a caer a medida que aumentaba la percepción de parálisis en una administración en la que todo estaba por hacer.
Aún así, avanzó en planes sociales como los que establecieron la gratuidad en la salud pública y la asistencia monetaria a familias indigentes con la condición de enviar a sus hijos a la escuela y tener al día sus certificados de vacunación.