En las siguientes líneas, Giorgio Jackson, uno de los líderes estudiantiles que remeció la escena política chilena junto a Camila Vallejo, responde a AméricaEconomía.com sobre la coyuntura que lo catapultó a la política de masas y la del Chile actual que podría convertirlo en uno más del establishment.
El movimiento estudiantil chileno de 2011 marcó al país y destruyó la zona de confort en que se encontraba la clase política con su ''política de los acuerdos'', pero además trascendió las fronteras del aislado Chile. Prueba de ello es que Camila Vallejo, su rostro más emblemático, resultó destacada ese año por la revista Time entre las más importantes figuras del mundo, mientras que en el Viejo Continente los lectores de The Guardian la elevaban al estrellato, convirtiéndola en la figura indiscutida del año.
Pero a Vallejos siempre se la veía acompañada de un Sancho de barba de tres días y tez clara, ojos verdes, más retraído, con una mirada siempre reflexiva. Era Giorgio Jackson, a quien el imaginario colectivo chileno comenzó a verlo incluso como la pareja deseable de Camila Vallejo.
De ese agitado año en que a Jackson se lo vio en cuanta marcha hubo en el país, no han cambiado muchas cosas. Los políticos siguen en el debate constante de preguntarse si la educación debe ser gratuita para todos, y si el lucro en el ámbito educativo es maligno o no.
Pero lo que sí es diferente, es la posición en la que está hoy Giorgio Jackson, ex dirigente de la Universidad Católica, quien es candidato a diputado por Revolución Democrática, un movimiento social "gatillado por las movilizaciones sociales del 2011".
En las siguientes líneas, Giorgio Jackson -además autor del libro "El país que soñamos" (sello Debate, Editorial Random House Mondadori)- responde a AméricaEconomía.com sobre la coyuntura que lo catapultó a la política de masas y del Chile actual que podría convertirlo en uno más del establishment.
-En su libro remarca con énfasis la participación ciudadana. Más allá de los movimientos sociales que se generaron a partir de 2011, considera que en el actual sistema político ¿es posible afianzar esa participación y que no pase más allá de una mera asistencia a una marcha puntual? ¿O estas movilizaciones sólo se sustentan en una suerte de "solidaridad social"?
-El sistema político actual lo dificulta. Tenemos una democracia liberal representativa -poco representativa en realidad- que delega la resolución de problemas en unos pocos. Muchas veces, por distintos motivos, los intereses, preocupaciones y demandas ciudadanas no están presentes en el debate nacional. En mi opinión, el siglo XXI viene con una demanda por una democracia participativa, donde todos podemos colaborar en la construcción de políticas públicas.
-Según el relato (del libro), se generó una "lógica de acción colectiva" que fue transversal, con el objetivo de conseguir una educación digna, gratuita y de calidad. ¿Considera que es posible generar cambios en otras esferas con la misma forma o el modelo ya tocó su techo?
-En el libro me refiero a los derechos básicos: salud, educación, vivienda y pensiones. Creo que esos temas afectan a miles y es donde el mercado no ha funcionado para responder a las necesidades de las personas. Ahí creo que la acción colectiva demandará más presencia del Estado.
-A su parecer, ¿cuáles serían los mecanismos que como sociedad permitirían efectuar cambios al modelo social?
-Existen muchas herramientas que hacen más participativa una democracia, desde iniciativas populares de ley, un sistema de elección más representativo que el actual, mecanismos de mayor "accountability" para los representantes, presupuestos participativos, plebiscitos, etc. Todo va a depender de la voluntad que tengamos para delegar poder y soberanía a las personas y no sólo a los representantes. Algunas personas creen que es peligroso y que se trata de demagogia, pero yo creo que se trata de empoderar a las personas y hacerlas coresponsables de los rumbos que toma el país.
-El actual modelo sociopolítico-económico chileno profundizó -desde su implementación- los efectos de la desigualdad, provocando que el mercado sustituya al Estado en su rol integrador. Según su opinión, ¿cómo se podría transformar algo que ya está arraigado a nivel social y político?
-Somos uno de los pocos países que tras retornar a la democracia no ha vuelto a discutir las reglas del juego de la democracia, es decir, la constitución política. Es ésta la que determina -a grandes rasgos- la relación entre el Estado, la ciudadanía y el mercado. Nuestra generación heredó una constitución que responde a un contexto dictatorial y las generaciones anteriores no tuvieron voz en ese proceso. Creo que es hora de poder tener una gran discusión nacional para configurar ese pacto social-legal.
-El rol protagónico del mercado en la organización de las relaciones sociales, es algo ineludible. ¿Piensa que es posible un cambio con una clase política que muchas veces actúa bajo el marco de la teoria de juegos?
-Lo veo difícil, pero no imposible. El cambio cultural que generó el proceso gatillado por la dictadura militar y que nos ha normado durante los últimos 30 años ha sido muy efectivo. Hay algunos que perdieron las ganas o la fuerza para combatir esa idea de sociedad y se han acomodado. "Si no puedes contra él, únete". Necesitamos determinación y convicción en la política.
-El mercado debilita las políticas públicas, quebrantando la dinámica de la justicia social. ¿Considera que existe un desarraigo hacia el sistema político, espcialmente en el compromiso cívico? Pese a que según las últimas encuestas hay más jóvenes interesados en "lo político"...
-Sin duda, la falta de educación cívica o formación ciudadana, sumada a una sociedad individualista, te aleja de la política. "No me influye mucho", podrían decir con bastante razón. Por otro lado está el problema de las grandes barreras de entrada para que entren nuevos actores y sistemas de elección poco competitivo. Ahí aparecen los que dicen "mi voto no cambia nada". A mí me encantaría que todos estuvieran interesados en política y que fueran a votar, pero el problema no creo que esté en la demanda, sino en la oferta política.
-Respecto de la coyuntura, en las últimas movilizaciones se han presentado líderes "más rupturistas", tal vez más directos, menos conciliadores. ¿Qué diferencias cree que hay con usted y Camila Vallejo, que fueron los estandartes de la movilización de 2011?
-En general, el objetivo de fondo es el mismo. Siempre han habido estrategias diversas al interior del movimiento estudiantil. Algunas son más exitosas que otras en la intención de comunicar un mensaje masivo. No creo que el éxito del movimiento estudiantil pase por los dirigentes, aunque éstos jueguen un rol muy importante para que el apoyo de la opinión pública se mantenga.
-Sin embargo, y en relación a las nuevas figuras, ¿hace un mea culpa de lo realizado y de la situación actual, nota avances?
-Se ha avanzado mucho en lo cultural, en cómo las personas entienden el derecho a la educación y a participar. Ahora, en término de políticas públicas se han corregido algunos abusos, pero el sistema sigue siendo prácticamente el mismo. Espero que un nuevo ciclo político traiga cambios en esta materia.
-Para finalizar, en el texto se presenta una dialéctica con críticas y observaciones al sistema político. Usted y Camila Vallejo presentaron formalmente su intención de postular por un escaño a la Cámara. Camilo Ballesteros, otro dirigente estudiantil, postuló a la alcaldía de Estación Central (comuna populosa del clase media en la capital chilena). ¿Eso no se contradice con su postura, considerando que finalmente, en el caso de ser elegido, y por los defectos del sistema, tendrá que alinearse con alguna coalción para entrar al juego político?
-Entiendo perfectamente las posturas críticas a mi candidatura o a la de Camila. Sin embargo, lo que me mueve es un interés colectivo -de revolución democrática- e individual por mantener la coherencia en nuestros planteamientos y poder ser parte de la solución y no del problema. El tiempo dirá si esta apuesta logra los objetivos trazados.