Los consumidores dejan los hipermercados y van a las tiendas de descuento para comprar solo lo necesario. Así se viven los efectos de los ajustes económicos en el plano social en Argentina.
"Sin duda estamos en el peor momento", admitió esta semana el jefe de Gabinete de Ministros del Gobierno de Mauricio Macri, Marcos Peña. La mano derecha del presidente argentino se refería así a la situación social de su país.
Por las políticas de ajuste que aplicó el liberal Macri en sus primeros cinco meses de gobierno, después de 12 años de hegemonía kirchnerista, la pobreza ha subido del 23% al 28% de la población argentina en el primer trimestre de 2016 e incluso podría elevarse aún más en este segundo trimestre por los fuertes aumentos de tarifas de servicios públicos. "Es el camino que tenemos que recorrer para empezar a crecer, y lo hemos hecho cuidando mucho a los más débiles", justificó Peña.
Los argentinos, mientras tanto, se las ingenian para sobrevivir.
Los más pobres recurren a comedores populares o participan en ferias para vender comida o ropa usada y hacerse así de unos pesos. Hasta familias de clase media alta se organizan para ir de compras juntas al Mercado Central de frutas y verduras de Buenos Aires, que está en el suburbio de Tapiales, a unos 20 kilómetros del aristocrático barrio de Recoleta.
Una cadena de supermercados de la provincia norteña de Corrientes ha comenzado a ofrecer la carne vacuna, el plato preferido de los argentinos, en porciones de solo 100 gramos, en lugar de las tradicionales de un kilo o la mitad. Una verdulería de Buenos Aires ha empezado a ofrecer el pago con tarjeta de crédito en tres cuotas sin interés, en un país en el que la inflación ha subido del 25% al 40% anual desde octubre pasado.
Ayuda a nivel de base. "Los pobres van más a comedores, consumen segundas marcas, van a comprar a las ferias, en lugar de los almacenes o supermercados, o pasan a comer solo una vez al día", dice Daniel Menéndez, coordinador del movimiento social Barrios de Pie, que ha sido crítico por igual del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) como del de Macri.
Barrios de Pie siempre ha organizado ferias en las que los vecinos de barrios en crisis venden ropa usada y comida que ellos mismos elaboran, pero Menéndez señala que la participación de emprendedores en estos mercadillos ha crecido en forma "significativa" este año.
En Campana (70 kilómetros al norte de Buenos Aires), Georgina González Olivera trabaja de empleada de limpieza en una oficina y algunas casas, pero también organiza en su vivienda un comedor para niños de su barrio, San Cayetano. Lo creó hace dos años, cuando el Gobierno de Kirchner devaluó el peso, pero en 2016 aumentó la asistencia. Antes venían diez, 20 o 30 chicos, pero ahora vienen 40, comenta Georgina. "Es que los padres se quedaron sin trabajo en estos meses", explica la dueña del comedor que recibe alimentos de Barrios de Pie y de comercios del centro de Campana. "Muchos van a trabajar a la quema", dice, refiriéndose al vertedero donde buscan metales, plásticos y papeles para revender a las fábricas.
En toda Argentina aumenta la cantidad de familias que buscan comida en comedores. La organización católica Caritas ha abierto 25 este año. La gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, del mismo partido que Macri, Propuesta Republicana (PRO), ha reforzado el presupuesto para enviar alimentos a estos centros comunitarios.
“Se buscan clientes”. La clase media también busca alternativas. En el barrio porteño de Villa Crespo, la verdulería Los Mendocinos ofrece pagar la verdura y las frutas en tres cuotas sin interés. "No es gente que tenga necesidad, pero en general cuando hacen compras de más de 400 pesos (23 euros) quieren aprovechar la oportunidad de posponer el pago", comenta Sergio, el dueño del comercio, una tarde en que un centenar de clientes hace cola para adquirir mercadería. Cerca de allí, en el barrio de Palermo, el local de indumentaria Coexist ha comenzado el fin de semana unas rebajas del 50% en casi todas las prendas.
Hace unas semanas, Fernando Tejero, uno de los empleados del comercio, había puesto un cartel en la calle que decía: "Se buscan clientes". Ahora puso otro que bromea:"Sonríe hoy. Quizás mañana te falte un diente". Su compañero Ramiro Kehl comenta que intentan atraer clientes con simpatía, buen trato y ofreciéndoles beber mate, tradicional infusión de Argentina, Uruguay y Paraguay. Pero lo que más ha resultado fue el descuento inédito en su magnitud y en casi todos los productos. "Con la oferta del 50% se llenó el local el fin de semana", reconoce Fernando.