El gobierno de Juan Manue Santos y las Farc siguen pensando en la necesidad de que el expresidente plantee sus propuestas frente a los diálogos. Y ven positivo que, aunque con condiciones, acepte la posibilidad de zonas de concentración.
Desde hace rato, en círculos cercanos al Gobierno, se viene hablando de la necesidad de acercar al uribismo a las negociaciones de paz que se adelantan con las Farc en La Habana (Cuba). De hecho, la misma guerrilla, en repetidas ocasiones, ha pedido que el expresidente Álvaro Uribe se vincule al proceso y aporte sus ideas, al fin y al cabo representa un sector amplio de la política nacional. Ya en diciembre del año pasado, Álvaro Leyva, uno de los asesores de la guerrilla, le pidió públicamente al exmandatario su vinculación a los diálogos, durante el foro “Reflexiones para lograr una paz estable y duradera”, organizado precisamente por el Centro Democrático, el partido de Uribe.
“La presencia de Uribe en el escenario de la paz es indispensable y así lo estiman muy variados círculos de opinión nacional y diversos opinadores y voceros autorizados de la comunidad internacional. Me consta que los canales hacia La Habana están abiertos, sin menoscabo de los elementales protocolos que se deben cumplir”, dijo Leyva, quien cree que con los conceptos del expresidente “se podría dar un gran salto cualitativo al proceso de paz y así alcanzar un acuerdo nacional sobre lo esencial, sobre lo indispensable y lo fundamental”.
Uribe no respondió y más bien reiteró sus críticas a las conversaciones de La Habana y a los acuerdos que hasta ese momento se habían logrado, sobre a los que tienen que ver con aplicación de justicia. Sin embargo, el anuncio hecho el pasado martes desde Cuba en el sentido de que Gobierno y Farc le pedirán al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU) la designación de una comisión tripartita para verificar y monitorear un cese del fuego bilateral y el proceso de dejación de armas, parece haber calado en los uribistas.
En otras palabras, las puertas podrían comenzar a abrirse. Y en el Gobierno y las Farc ven como un paso positivo la postura dada a conocer por el ex presidente, en el sentido de respaldar la implementación de zonas de concentración para los miembros de esa guerrilla como paso previo al desarme y la desmovilización, siempre y cuando se cumplan algunas condiciones. “Que no sean grandes extensiones de tierra, que no sean corredores fronterizos, que no viva población civil, que no hayan sido teatros del terrorismo y que no sean estratégicos para la economía nacional. No pueden haber varios cagüanes en el país”, explicó.
Sobre el desarme, Uribe indicó que las armas deben ser entregadas a un tercer país diferente a Venezuela y “otros” (no dio nombres), pues “dejarlas en poder de las Farc con el compromiso de que no las usen, así haya vigilancia internacional, es muy peligroso”. Y enfatizó, eso sí, que la Fuerza Pública no puede dejar de actuar en medio de este proceso de desarme. Ahora, si bien es cierto que en el pasado el exmandatario ya había hablado de la posibilidad de dichas zonas de concentración, el hecho de que se le vaya a pedir a la ONU la verificación marca una nueva coyuntura y, quiérase o no, le envía un mensaje a los escepticistas.
Ya en septiembre de 2015, el periódico El Tiempo había revelado la realización de dos reuniones, una de ellas en la residencia del embajador de Estados Unidos, Kevin Whitaker, entre Uribe y el jefe de la delegación de paz del Gobierno en La Habana, Humberto de la Calle. También estuvieron el delegado del presidente Barack Obama para el proceso de paz, Bernard Aronson, y el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas. ¿El objetivo? Buscar la unidad nacional frente al proceso de paz. Unidad que, por supuesto, incluye al uribismo.
Según le contó después el senador del Centro Democrático Alfredo Rangel a ese diario, el encuentro fue auspiciado por la embajada de Estados Unidos “con el propósito de intercambiar opiniones, y no con el objetivo de un acercamiento”. Por su parte, el ministro Villegas dijo que la discusión fue de cerca de cinco horas, y que “los asistentes pudieron recibir el detalle, del doctor De la Calle, del estado de la negociación en La Habana”. Por el uribismo, además de Uribe y Rangel, estuvo también Carlos Holmes Trujillo.
Así las cosas, con el Consejo de Seguridad de la ONU como futuro protagonista en el proceso, en el alto gobierno guardan la esperanza de que las posturas tan radicales de los uribistas comiencen a ceder. Son varios los asesores de la Casa de Nariño que insisten en que hay que acercar al Centro Democrático, que por ahora aparece como el más acérrimo rival en la campaña por al plebiscito, con el que se buscaría refrendar los eventuales acuerdos de La Habana. ¿Cómo hacerlo? No hay una estrategia definida, pero la tarea, saben, hay que hacerla, pues una derrota en las urnas sería catastrófica.