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Golpe al Clan Úsuga en Colombia: investigación desbarató las fiestas con niñas entre doce y 16 años
Miércoles, Abril 29, 2015 - 16:16

Roberto Vargas, el segundo jefe del clan, lleva un apodo: "Gavilán", ganado justamente por su apetito voraz por las niñas menores de la región.

Su alias se debe precisamente a ese apetito voraz por las niñas menores de la región en donde opera Roberto Vargas, alias "Gavilán", el segundo al mando de la estructura criminal del Clan Úsuga, quien armó toda una red de proxenetismo para satisfacer sus demandas sexuales y las de los hombres de su organización.

Fue tal el entramado que armó para obtener los favores sexuales de menores vírgenes, que hasta "Otoniel", el jefe máximo del Clan -y quien tiene fama de ser extremadamente cuidadoso con su seguridad y rodearse solamente de los más cercanos- ha sucumbido en varias oportunidades ante los ‘regalos’ de su segundo al mando, descuidando incluso su seguridad.

Briseida Machado, conocida con el alias de "Paola", era la mujer encargada de tramitar los pedidos de los capos de esta organización, "jóvenes vírgenes y bonitas". Conocía a la perfección la zona del Urabá y sabía cómo, cuándo y cuánto debía ofrecer a las niñas para que accedieran a pasar la noche con estos temibles criminales.

Su rutina consistía básicamente en identificar a las niñas a la salida de las escuelas y frecuentar los lugares donde se concentran los jóvenes para pasar su tiempo libre. Su criterio de selección era simple. Menores de escasos recursos, de familias numerosas e ingenuas, que accedieran a ser explotadas sexualmente a cambio de dinero, ropa y hasta motos.

Los seguimientos que esta mujer hacía a las niñas eran minuciosos. En algunos casos, incluso, esperaba a que cumplieran la edad apropiada (doce años) para abordarlas. Machado prefería trabajar sola y mantener un bajo perfil. Era organizada y llevaba un cronograma de los encuentros que pactaba.

Tenía dos grupos identificados. El primero, las niñas difíciles de convencer y a quienes debía ofrecer mucho más dinero; y el de las menores que, debido a su condición económica, la buscaban para solventar las demandas de sus hogares.

Los servicios que prestaba esta mujer, de 24 años, oriunda de Chigorodó (Antioquia) e hija de una humilde y numerosa familia, se popularizaron en la región del Urabá, y no era para menos, las recomendaciones venían de importantes cabecillas del Clan Úsuga. Sin embargo, ubicarla no fue fácil, de hecho, se podría decir que las autoridades llegaron a Briseida por pura casualidad.

Los investigadores que llevan años tras la pista de esta organización criminal interceptaron varias llamadas que les permitió identificarla y capturarla, quizás, durante uno de los operativos más certeros, hasta ahora, asestados contra los Úsuga y contra Darío Antonio Úsuga David.

En varias de esas llamadas -obtenidas por la Policía- uno de los hombres de confianza de "Gavilán" le pide 7 niñas para el fin de semana. Paola menciona que no pudo conseguir todas las menores que le pidieron, por lo que ofrece también a su hermana de doce años, bajo la condición de que esté solo con el "jefe".

Las llamadas se producían todos los jueves y las citas se fijaban para los viernes y sábados. Antes de entregar a las menores a una escolta armada que las recogía en un punto clave, que por seguridad nunca era el mismo, les impartía una especie de 'cátedra' de cómo debían comportarse en esa noche, su primera noche de intimidad.

"Deben mostrar interés, acceder a todo lo que les pidan y ser complacientes", esa, según Briseida, era la fórmula para asegurar un nuevo pedido y porque no, convertirse en la consentida de los capos.

Esta mujer calculadora y ambiciosa tenía perfectamente camuflada su carrera criminal. Incluso su familia se sorprendió cuando varios agentes de la Policía irrumpieron en su domicilio en cumplimiento de una orden de captura por explotación sexual de menores.

Autores

ELESPECTADOR.COM