Hollande reiteró el día 31 que "sólo (tiene) una prioridad, un objetivo, un compromiso: el empleo", el mismo que se había fijado un año antes, cuando había garantizado que al terminar 2013 se habría invertido la tendencia ascendente del paro.
París. El presidente francés, François Hollande, que sigue en máximos históricos de impopularidad, afronta un año crucial con elecciones locales y europeas que pondrán a prueba el liderazgo socialista con una política más favorable a las empresas, con la esperanza de lograr así su promesa de reducir el paro.
Hollande hizo en su discurso de Nochevieja una propuesta a las empresas para reducirles las cotizaciones sociales a cambio de que creen empleo, y puso como gran prioridad para 2014 un programa para disminuir el gasto público durante el resto de su mandato porque a su juicio el nivel de impuestos es "demasiado fuerte".
Esa misma línea, que supone una clara apuesta por más liberalismo y menos izquierdismo, fue la que mantuvo ayer en el primer Consejo de Ministros del año, cuando reiteró a los miembros de su gobierno su intención de bajar la fiscalidad.
"A fuerza de acumular impuestos de todo tipo estos últimos años, se ha tocado techo", constató el presidente socialista, que avanzó: "De aquí al fin del quinquenio, será con ahorros y no pidiendo más a los contribuyentes como podremos reducir nuestro déficit".
Esta apuesta ya ha generado la reacción hostil del ala más izquierdista de su partido, como la diputada Marie Noëlle Lieneman, que ha considerado que constituye "un giro" respecto a los compromisos de la campaña que lo llevaron al Elíseo en 2012, cuando había dicho que "el mundo de las finanzas" era su "enemigo".
Hollande reiteró el día 31 que "sólo (tiene) una prioridad, un objetivo, un compromiso: el empleo", el mismo que se había fijado un año antes, cuando había garantizado que al terminar 2013 se habría invertido la tendencia ascendente del paro, una meta que por ahora todavía no es claramente perceptible.
Los rumores sobre una remodelación del Ejecutivo, y en particular sobre la sustitución del primer ministro, Jean-Marc Ayrault, no han cesado pese a los repetidos desmentidos del principal interesado, que ayer volvió a quejarse de que se le pregunte constantemente por ese "folletín": "el gobierno no tiene que cambiar sino hacer su trabajo".
El actual titular de Interior, Manuel Valls, al que por su política de seguridad se sitúa en la derecha del Partido Socialista y cuyas ambiciones presidenciales son transparentes, aparece como un potencial sustituto de Ayrault, pero para la mayoría de los analistas una eventual remodelación estará en función de los comicios de los próximos meses.
Los primeros, los municipales, están convocados para marzo y podrían suponer la primera gran sanción electoral de la mayoría de izquierdas, dada la impopularidad de Hollande, y que la moral de los franceses está en su nivel más bajo en una veintena de años, según una encuesta de Ifop hecha pública hoy.
Según este sondeo, encargado por la edición dominical de "Ouest France", sólo 30% de los franceses se declaran optimistas para el futuro, 14 puntos porcentuales menos que en agosto y 19 menos que hace un año.
No obstante, algunos institutos demoscópicos como BVA señalan que los socialistas podrían conservar el control de los ayuntamientos de algunas de las grandes ciudades, como París o Lyon entre otras, gracias a la buena imagen de sus alcaldes, e incluso arrancar a la derecha el de Marsella.
El verdadero desafío será entonces la elección al Parlamento Europeo en mayo, para el que las encuestas anticipan que el ultraderechista Frente Nacional (FN) puede convertirse en el primer partido de Francia, por delante de los socialistas, pero también de los conservadores de la Unión por una Mayoría Popular (UMP), víctima de sus luchas intestinas.
La presidenta del FN, Marine Le Pen, ha hecho de la crítica a la Unión Europea una de sus principales bazas de popularidad, al señalar las políticas de inmigración como fuente de inseguridad, la libertad de circulación de los trabajadores rumanos y búlgaros como una amenaza para el empleo de los franceses y el euro como un obstáculo para la recuperación económica.
Hollande, que es un europeísta convencido, pretende apoyarse en la nueva coalición alemana para lanzar en primavera "iniciativas" entre París y Berlín con las que "dar más fuerza" a la Unión Europea, frente a los que, como el FN defienden una vuelta a las fronteras nacionales y el abandono del euro.