"¿Por qué no en Argentina?", pregunta el rudo jefe camionero Hugo Moyano al evocar la llegada al poder de otros sindicalistas célebres, como el polaco Lech Walesa, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y el boliviano Evo Morales.
Buenos Aires. "¿Por qué no en Argentina?", pregunta el rudo jefe camionero Hugo Moyano al evocar la llegada al poder de otros sindicalistas célebres, como el polaco Lech Walesa, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y el boliviano Evo Morales.
Moyano, líder de la mayor central obrera argentina y aliado clave del gobierno peronista de Cristina Fernández, controla con puño de hierro un gremio de 200.000 afiliados, cuyo tamaño ha triplicado en pocos años y desde el que creó un emporio que brinda servicios de salud, turismo y construcción.
"Soy un tipo emprendedor", dijo Moyano sobre la expansión de su gremio, que captó miles de miembros de otros sindicatos, provocando una aguda división entre una dirigencia gremial umbilicalmente ligada al peronismo, que ha gobernado Argentina en 20 de los últimos 22 años.
Los detractores de Moyano son numerosos y las acusaciones van desde el uso de la fuerza física para amedrentar hasta el uso del poderío de su sindicato, que incluye desde recolectores de basura hasta proveedores de comida para aerolíneas, como un factor de coerción para acrecentar influencia y obtener privilegios.
"¿Cuándo uno ve a Moyano, qué ve? Un morocho (moreno) brusco. Pero es inteligente, con sentido del humor. Es un realizador. Se preocupa por los salarios, porque si despiden un camionero lo indemnicen como corresponde. De ahí viene su poder", dijo a Reuters el diputado y abogado Héctor Recalde, uno de los contados hombres de confianza del líder sindical.
Moyano realizó este viernes una nueva exhibición de fuerza en Buenos Aires, donde convocó decenas de miles de personas a una manifestación para celebrar el Día del Trabajador, a la que concurrieron numerosos miembros del gobierno.
La pujanza agrícola argentina, un proveedor global clave de alimentos como la soja, y el brutal deterioro de la red ferroviaria, ayudaron a consolidar el poder de los camioneros en el país, que Moyano extendió y capitalizó hasta llegar en el 2004 a la jefatura de la CGT (Confederación General del Trabajo).
Desde ese puesto entabló una íntima relación con el entonces presidente Néstor Kirchner (2003-2007), el fallecido esposo, antecesor y mentor de Fernández.
"En Argentina la soja va en camiones. Moyano es el único dirigente sindical que puede voltear un Gobierno porque tiene la capacidad de paralizar la economía", dijo el analista Pascual Albanese, del Instituto de Planeamiento Estratégico.
"Moyano construyó su nexo con Kirchner de poder a poder y Kirchner lo cultivó pacientemente por miedo. Y el miedo no es zonzo", agregó.
Más poder. "Después del 2015 le digo", contestó recientemente Moyano a un periodista que le preguntó si aspira a gobernar Argentina, que en octubre celebrará unas elecciones generales en las que se espera que la mandataria Fernández compita por su reelección para un nuevo período de cuatro años.
Moyano, quien apoya las políticas intervencionistas de Fernández y su continuidad en el poder, es idolatrado por los camioneros, cuyos salarios crecieron exponencialmente en los últimos años, aunque las encuestas indican que es altamente impopular especialmente entre la clase media, que considera corruptos y prepotentes a gran parte de los caciques gremiales.
Pese a las encuestas y a duros adversarios dentro del peronismo, como el gobernador de la norteña provincia de Salta, Juan Manuel Urtubey, quien calificó a Moyano como un "espantavotos", el camionero expresa en voz alta un apetito voraz por ensanchar su poder.
En Argentina se están negociando candidaturas a gobiernos de provincias, a bancas del Congreso y de concejos municipales, y Moyano presiona para que sindicalistas ocupen muchos de esos puestos por el peronismo.
"Parece que los dirigentes sindicales estamos únicamente para pelear salarios, manejar obras sociales (seguros de salud) y administrar hoteles de turismo. Se equivocan. Queremos llegar al poder. Ese es el objetivo", dijo.
¿Por qué razón van a renunciar las organizaciones sindicales a tener sus representantes en los tres poderes del Estado?", preguntó.
Según Recalde, esa ambición parte de un enseñanza de Juan Perón, tres veces presidente argentino y fundador del justicialismo. "Perón decía: 'el movimiento obrero debe pasar de ser un factor de presión a un factor de poder'. Y Moyano lo sigue al pie de la letra", afirmó.
Pero Rodolfo Daer, líder del sindicato de los trabajadores de la alimentación, antiguo jefe de la CGT y agriamente enfrentado con Moyano, lo refuta.
"Perón decía que el movimiento obrero debe ser la 'columna vertebral' del peronismo. La columna vertebral, no la cabeza. La cabeza son los políticos", dijo Daer.
Amor y fe. Moyano tiene 67 años y siete hijos y adhiere a un culto evangélico. Desde hace pocos meses su rostro luce una incipiente barba, que comentaristas adjudicaron a su afán por emular la carrera política y la personalidad de Lula.
"No le pregunté por qué se dejó la barba. Pero le queda mal", dijo con una sonrisa Recalde.
Dirigentes afirman que Moyano participó en su juventud de acciones violentas contra peronistas de izquierda y que cometió irregularidades en el seguro médico de los camioneros.
"Como hombre de fe aprendió de su mamá a responder con amor a la agresión. No tiene ni una causa judicial", dijo Recalde.
Las acusaciones tampoco hacen mella en Moyano. "A mí me interesan los resultados de la gestión (sindical) y los resultados son excelentes: US$300 millones invertidos en salud desde 2003. Todos los trabajadores quieren ser camioneros. Duermo tan bien a la noche que pueden decir y hacer lo que quieran", explicó el camionero.