La mezcla de nacionalismo económico, un expandido sistema de seguridad social y controles al comercio y al mercado de divisas de la peronista Fernández ha polarizado aún más a la sociedad argentina.
Luis Azpeitía, dueño de un laboratorio, apostó en el 2003 por un relativamente desconocido gobernador de centroizquierda, Néstor Kirchner, para que sacara a Argentina de la crisis económica y social más profunda de su historia.
Doce años más tarde, en los últimos días de poder de la mandataria Cristina Fernández -viuda y sucesora de Kirchner-, Azpeitia se encuentra apoyando, a regañadientes, a un candidato presidencial de la oposición de centroderecha.
El cambio de Azpeitía ilustra cómo la combinación de políticas de intervención estatal y un estilo belicoso, conocido como "kirchnerismo", ha terminado alejando a muchos votantes argentinos del oficialista Frente para la Victoria.
"La gente está cansada del kirchnerismo. Hay demasiados impuestos, no hay crédito, las importaciones están paradas. Uno intenta avanzar, pero cada vez se pone más y más difícil", dijo Azpeitía, de 62 años, que no se considera de derecha pero teme que el país quede "fuera del mundo".
La mezcla de nacionalismo económico, un expandido sistema de seguridad social y controles al comercio y al mercado de divisas de la peronista Fernández ha polarizado aún más a la sociedad argentina, que el 22 de noviembre tendrá que elegir en un balotaje al próximo presidente.
Los comicios enfrentan al oficialista Daniel Scioli, quien ha prometido reformas a algunas de las políticas de Fernández, y al opositor Mauricio Macri, quien defiende medidas más amigables con los mercados y obtuvo un caudal de votos superior al esperado en la primera rueda electoral.
Los votantes de Scioli temen que Macri elimine los programas de ayuda social de Fernández, a pesar de que ha prometido su continuidad.
"Si gana Macri nos cagamos todos de hambre, nos arruina. Antes de que hubiera kirchnerismo, no teníamos nada, vivíamos en el auto. Nadie te ayudaba", dijo Alejandra González, de 24 años y madre de tres niños.
Scioli y Macri obtuvieron, en conjunto, casi tres de cada cuatro sufragios de los 25 millones emitidos el 25 de octubre. En tercer lugar finalizó el opositor Sergio Massa, un peronista disidente que se presentó como una alternativa económica intermedia entre los dos finalistas.
En la primera vuelta Azpeitía votó por Massa. Sin embargo, con el diputado fuera de carrera, cree que votar a Macri no resiste cuestionamientos.
El próximo presidente de Argentina heredará una economía con una algunos problemas: un estancamiento de la actividad agravado por un gasto público insostenible, una tasa de inflación de dos dígitos, una moneda local sobrevaluada y reservas de divisas peligrosamente bajas en el Banco Central.
Tanto Scioli como Macri coinciden en su preferencia por la negociación por sobre la confrontación, y en que han prometido atraer inversiones y restaurar el acceso a los mercados de créditos mundiales.
Sin embargo, difieren en los tiempos y en la profundidad de las reformas económicas que harían, lo que es aprovechado por sus equipos de campaña para aumentar el nivel de agresividad.
El nuevo eslogan que ha comenzado a leerse en las calles argentinas, "Patria o Macri", resume la estrategia de Scioli de retratar a su contendiente como una amenaza a la estabilidad política y un regreso a las políticas neoliberales de la década de 1990 que hundieron a la nación en la depresión del 2001/02.
Macri ha contestado que Scioli representa la continuidad de políticas populistas que han disparado la tasa de inflación y ahuyentado inversiones.
Algunos, como Azpeitía, acusan a la asistencia social de Fernández de engendrar una cultura de la dependencia que el país no puede permitirse. Otros, en cambio, adoran a Fernández por sus programas sociales y votarán a Scioli en el balotaje.
"¡Te cuida! Ella ha sido buena con nosotros", dijo Sara Baccarezza, de 60 años, mientras tomaba mate en un barrio humilde en las afueras de la ciudad de Tigre, bastión de Massa.
Baccarezza se encuentra dentro del grupo que recibe asistencia social de parte del Gobierno, estimado en cerca del 40% de la población argentina.
"Macri no piensa en los humildes", dijo Baccarezza, que señaló que, si la ley lo permitiera, hubiera votado a Fernández tras dos mandatos consecutivos, pero que sin dudas elegirá a Scioli el 22 de noviembre.
La clave para el balotaje será la dirección que tomarán los votos de Massa, que obtuvo el 21,3% de los sufragios en la primera vuelta.
Si bien no dio su apoyo explícito a Macri, el diputado señaló la semana pasada que no quería que se produzca un triunfo de Scioli.