A los dos principales rivales les une la búsqueda de apoyos de los indecisos en el centro: Syriza quiere convencer a las personas que son proeuropeas; mientras que el primer ministro, Andonis Samarás, sostiene que Syriza quiere "destruir la clase media".
Atenas. La campaña electoral en Grecia entra este lunes en su recta final con la atención puesta en captar de aquí al domingo el respaldo del máximo posible de indecisos y de los votantes del centro con mensajes cada vez más polarizados.
A los dos principales rivales les une la búsqueda de apoyos de los indecisos en el centro: Syriza quiere convencer a las personas que son proeuropeas pero críticas con el programa de la troika de acreedores, y los conservadores de Nueva Democracia al centroderecha que teme que una victoria de la izquierda pueda poner en peligro la economía.
Mientras que el primer ministro, Andonis Samarás, sostiene que Syriza quiere "destruir la clase media", el líder izquierdista, Alexis Tsipras, intenta frenar el temor de los que piensan que en caso de una victoria electoral podrían perder sus ahorros.
En todos sus actos de campaña de esta recta final, Tsipras insiste en que un Gobierno liderado por su partido no abandonará el euro y "garantizará los depósitos de los ciudadanos".
Desde Nueva Democracia, la esperanza está puesta en lograr que ocurra lo mismo que en las elecciones de junio de 2012, cuando el 22% de los indecisos que finalmente optaron por votar, lo hicieron por este partido, mientras que solo 9% se decantó a favor de Syriza.
Según un análisis que hace un promedio de sondeos publicados por doce institutos demoscópicos y una universidad, realizados entre el 7 y el 15 de enero, Syriza mantiene una ventaja sobre Nueva democracia del 4,5%, mientras que el nuevo partido de centroizquierda To Potami (El Río) se alzaría con el tercer puesto, seguido muy de cerca de los neonazis de Amanecer Dorado.
Concretamente este metaanálisis otorga a Syriza el 34,7%, a Nueva Democracia el 30,2%, a To Potami el 7%, a Amanecer Dorado el 6,2%, a los comunistas de KKE, el 5,6%, a los socialdemócratas de Pasok el 4,7% y a los nacionalistas conservadores Griegos Independientes 3%.
El nuevo partido socialdemócrata del ex líder de Pasok y antiguo primer ministro Yorgos Papandreu, se quedaría por debajo de la barrera mínima del 3%, con 2,6%.
El porcentaje de indecisos sería del 10,9%.
Esta constelación significaría que siete partidos deberían repartirse los 300 escaños del Parlamento, lo que dificulta las posibilidades de Syriza de alcanzar la mayoría absoluta, objetivo declarado por Tsipras ante las condiciones que están poniendo algunas formaciones.
No obstante, los analistas coinciden en que en esta ocasión es muy difícil predecir el resultado, tanto por la presencia de dos partidos nuevos como por el hecho de que varias formaciones se encuentran en el filo de no entrar en el hemiciclo.
De la cantidad de fuerzas que entren dependen por tanto las posibilidades de Syriza de obtener la mayoría absoluta.
Si Syriza consigue salir elegida como primera fuerza, independientemente de la distancia con respecto a Nueva Democracia, su peso en el Parlamento será mucho mayor, pues la ley electoral griega establece que el ganador obtiene 50 escaños de "regalo", un sistema que los izquierdistas llevan años criticando.
Mientras Tsipras pide claramente el apoyo para una mayoría absoluta -al comienzo de la campaña aseguró que independientemente de si lo consigue o no, buscaría formar una amplia alianza de partidos progresistas, ahora ya no lo hace-, Samarás ha invitado a todas las fuerzas "eurófilas" a participar en un gobierno liderado por los conservadores.
La clave estará, en principio, en el tercer partido.
To Potami no se ha expresado todavía claramente a favor de ningún partido, si bien muchos analistas quieren verlo como el aliado natural de Syriza.
El líder de Pasok y viceprimer ministro en funciones, Evángelos Venizelos, ha dejado entrever la posibilidad de respaldar a Syriza, a ser posible dentro de una alianza de varias formaciones, y ha asegurado que hará todo por evitar que haya una segunda vuelta electoral, como ocurrió en 2012.