La presidenta Cristina Fernández fue la última en entrar al grupo de jefes de Estado de la región que padecen la enfermedad.
A los líderes de la izquierda latinoamericana, antes que el socialismo, los une el cáncer. Es una realidad que parecía apenas aislada entre 2009 y 2010, pero el año que termina sumó a tres nuevos integrantes al que según la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, será en un tiempo el “Congreso de los mandatarios recuperados”. Fernández está tranquila y tiene humor para ironizar sobre su enfermedad. Los médicos afirman que su mal se encuentra en una etapa primaria, previa a la metástasis que en cáncer es peligrosa y hace más complejo el tratamiento.
El próximo 4 de enero, la jefa de Estado será operada en un hospital privado de la pequeña ciudad de Pilar —a unos 60 kilómetros de Bueno Aires— por uno de los oncólogos más reputados de Argentina, Pedro Sacco. Los especialistas describen la operación como un procedimiento sencillo, que le dejará a Fernández una cicatriz de unos 10 centímetros en los pliegues del cuello y la obligará a tomar en los meses siguientes pastillas de yodo radiactivo, necesarias para eliminar cualquier rastro de la enfermedad.
Alrededor de 20 días tendrá que estar al margen de sus funciones presidenciales, días en los que el vicepresidente Fernando Boudou tendrá la misión de relevarla, como lo hizo Elías Jaua en Venezuela, cuando Hugo Chávez recibía tratamiento en Cuba, o como Federico Franco en Paraguay, cuando Fernando Lugo era tratado en Brasil. En el último caso, por momentos, la legitimidad de Lugo se vio cuestionada por Franco, quien dejó escapar algunas frases que hablaban de sinceridad con el pueblo y la necesidad de definir la situación política del país. Lo contrario ocurrió en Venezuela con un Jaua bastante reservado, que actuaba con la prudencia dictada desde La Habana.
Este tipo de problemas lucen lejanos para Cristina Fernández. Al poco tiempo de que el portavoz presidencial, Alfredo Scoccimarro, publicara la noticia de la enfermedad, la esfera política argentina rodeó a la mandataria y quienes son considerados sus rivales políticos, Hermes Binner y Ricardo Alfonsín, expresaron deseos de verla recuperada pronto para seguir con el debate.
El cáncer y los líderes. “No lo sé, sólo dejo la reflexión, pero esto es muy, muy, muy extraño que nos haya dado cáncer (...)”. “¿Sería extraño que hubieran desarrollado una tecnología para inducir el cáncer y nadie lo sepa hasta ahora y se descubra esto dentro de 50 años o no sé cuántos?”. La intención de Hugo Chávez no era “lanzar una acusación temeraria”, pero recordó que en los años 40 Estados Unidos experimentó con sífilis en la población guatemalteca, un caso por el que la propia secretaria de Estado, Hillary Clinton, ofreció excusas públicas recientemente.
Chávez reaccionaba de esta manera a la noticia del diagnóstico de Cristina Fernández y como recomendación final pedía a Evo Morales y a Rafael Correa, los presidentes de Bolivia y Ecuador respectivamente, tomar precauciones. Chávez les pidió cuidado porque actualmente ellos dos son los únicos líderes de la izquierda latinoamericana que no han padecido cáncer en estos tiempos, en los que las bromas dicen que Dios es de derecha o que el cáncer es el más neoliberal de todos los males.
Fue un caso esporádico cuando en febrero de 2009 la candidata a la Presidencia de Brasil, Dilma Rousseff (hoy en el poder), tuvo que ser tratada en su país por la aparición de un cáncer linfático en plena campaña; una coincidencia cuando en agosto de 2010 al mandatario paraguayo, Fernando Lugo, le diagnosticaron el mismo tipo de cáncer que a Rousseff; y una noticia mundial en junio pasado, cuando se conoció que el tumor pélvico de Chávez era del tamaño de una pelota de béisbol y algunos médicos especularon con la que sería su corta vida.
El propio Chávez lanzó su primera insinuación sobre la responsabilidad del “imperio” cuando se supo que el exmandatario de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, un fumador empedernido, debía recibir quimioterapia para erradicar un tumor en la laringe. Parecía entonces que el cáncer hacía metástasis entre los líderes a través de una conexión ideológica de simpatía limitada con Washington.
Pero, ¿sería esto posible? “No”, asegura el doctor Carlos Castro, director médico de la Liga Colombiana contra el Cáncer: “Es absurdo que digan que se trata de una razón oculta, pero reconozco que no deja de ser una coincidencia que llama la atención”.
¿A qué se debe entonces que los líderes de izquierda padezcan la enfermedad, es un reflejo de la situación de salud pública en Latinoamérica, está el cáncer disparado? “Tampoco”. “En la región y en el mundo hay un aumento de la incidencia de cáncer que se explica porque hay más cobertura en salud, lo que permite tener una base de datos clara, además de hábitos poco saludables y una relación con un medio ambiente contaminado y maltratado. Sin embargo, también hay que decir que en países desarrollados hay una tendencia a la disminución de la mortalidad como consecuencia no sólo de una mayor detección temprana, sino de la evolución de los tratamientos”, explica Castro.
Hay teorías médicas, al margen de las políticas, que dicen que factores como el estrés y los problemas emocionales pueden ser un desencadenante para el cáncer, lo que daría a pensar que un presidente podría estar en riesgo por los gajes propios de dirigir a toda una nación, “pero no están científicamente comprobabas”, así que el doctor Carlos Castro no cree en ellas y regresa a la que para él es la única explicación probable, aunque tampoco pueda explicarse científicamente: “una coincidencia llamativa”.
Hasta ahora, a estos mandatarios los une el cáncer, pero también la recuperación: Dilma Rousseff no ha tenido más problemas y tampoco los ha tenido para relevar a siete ministros en su primer año de gobierno, seis de ellos por escándalos de corrupción; Fernando Lugo gobierna Paraguay en medio de los controles, pero con la enfermedad superada; Lula está a un 25% de eliminar el tumor de su garganta a fuerza de quimioterapia; Hugo Chávez se dice 100% curado y con el impulso necesario para conseguir su reelección el próximo año. Si todo sale como está previsto, en tres semanas los médicos dirán que el tratamiento de Cristina Fernández ha sido un éxito y tal vez proponga una cumbre de “los recuperados”.
No es que se pueda predecir el futuro, pero hasta el momento el que ha seguido a los diagnósticos de los líderes latinoamericanos ha sido benevolente.